Dinámicas narrativas del Estado de Israel: Hablemos de Gaza - Semanario Brecha
Dinámicas narrativas del Estado de Israel

Hablemos de Gaza

AFP, SAID KHATIB

«El Holocausto nazi se ha vuelto la principal arma ideológica. El sufrimiento es usado como pretexto o excusa para humillar, denigrar y torturar a los palestinos. Ese es el problema.»
Norman Finkelstein (2009)

La indiferencia o la neutralidad fortalecen los discursos de odio. Sin embargo, no hay manera de cuestionar las políticas de Estado de Israel sin ser acusada de odiar a los judíos o ser negacionista del Holocausto. En esta dinámica, no hay manera de probar que no sos antisemita y las críticas a Israel están descalificadas incluso antes de ser pronunciadas. La destacada académica israelí Nurit Peled argumentó en un grupo de WhatsApp que la situación actual «no tiene nada que ver con el nazismo» y fue suspendida por la universidad David Yellin College en Jerusalén por «justificar» a Hamás. Es cierto que los actos terroristas del 7 de octubre no tienen precedentes y que esos hechos fueron desencadenantes de la masacre en curso. Pero no hay manera de justificar la «respuesta» de Israel; el asedio israelí a la Franja de Gaza no comenzó hace dos meses, y la historia de la ocupación de los territorios palestinos se remonta, al menos, a la Nakba (1948).

Peled es hija de un general pacifista de las Fuerzas de Defensa de Israel, nieta de uno de los firmantes de la independencia de Israel, en 1948, y su hija murió en un atentado de Hamás. Ella se dedicó a investigar el racismo en la pedagogía israelí: «Hay una educación sobre el Holocausto muy traumatizante y agresiva desde los 3 años, para que los niños vivan ese trauma y crean que hay otro Holocausto a la vuelta de la esquina que van a perpetrar los árabes en vez de los alemanes» (elDiario.es, 27-XI-23). «Como judíos, como una nueva generación que está por entrar al Ejército, tendrán que enfrentar este aspecto de nuestras vidas. Gente del Servicio Secreto irá con ustedes […]. Verán que no le gustamos», dice una profesora a los estudiantes de cara al viaje curricular a las zonas del Holocausto en Europa. La expedición está documentada en Difamación (2009), del israelí Yoav Shamir. Esta película, en la que aparecen voces que alegan que Israel ha erigido su propio relato de odio sobre el concepto de antisemitismo, fue recomendada por una de las personas más ricas del planeta, Elon Musk. «Interesting documentary», posteó el 4 de setiembre en X (red social de la que es propietario). Cientos de usuarios lo compararon con Hitler, pero no pasó a mayores. Musk se volvió noticia cuando marcas como IBM, Apple y Disney anunciaron que retirarían la publicidad de sus negocios por su «antisemitismo», a raíz de otro posteo en X en el que respaldó la siguiente afirmación: «Las comunidades judías han estado impulsando exactamente el tipo de odio dialéctico contra los blancos que, según afirman, quieren que la gente deje de utilizar contra ellos». Horas después, Musk estaba en Israel recorriendo, junto a Netanyahu, uno de los kibutz destrozados por Hamás. La prensa tituló que lo hizo para «limpiar su imagen» y, de hecho, durante una conferencia organizada por The New York Times pidió disculpas y mostró arrepentimiento.

Los relatos de odio son difíciles de controvertir porque están sustentados en un nosotros o ellos, sin ningún tipo de matiz: «El llamamiento a un alto el fuego constituye un apoyo a la organización terrorista Hamás y un respaldo al asesinato de ancianos, el secuestro de bebés y la violación de mujeres», dijo el canciller israelí, Eli Cohen, en respuesta al llamamiento del secretario general de la ONU, António Guterres, a evitar un «colapso humanitario». La construcción de una otredad deshumanizada es uno de los pilares de los discursos de odio que, justamente, se basan en mensajes simplistas e irracionales que conllevan una necesidad de tomar acciones antidemocráticas contra un grupo de personas que merecen ser humilladas («todos los árabes odian a los judíos», «deben ser tratados como animales» [sic]).

Cuestionar a Israel sin ser acusada de antisemita responde a una narrativa odiante cultivada desde un Estado judío que ha calado en ciertos sectores de la sociedad que la tolera e incluso la promueve. «Los judíos seculares están preocupados por el antisemitismo, esa es su agenda. Pero combatir el antisemitismo no es parte de ser judío, parte de ser judío es practicar el judaísmo», explica el exvicepresidente del Congreso Judío Mundial Yaakov Dov Bleich, en Difamación.

Otro pilar para el buen funcionamiento de estos discursos totalitarios si la autocensura falla es reprimir, acotar o silenciar cualquier opinión disidente, incluso si son judíos. Jewish Voice for Peace denunció el lunes que 18 judías fueron arrestadas por los servicios secretos estadounidenses luego de que se encadenaran a la Casa Blanca para pedir un alto el fuego. Esta semana al menos 100 personas fueron arrestadas durante una protesta frente al Capitolio en Washington y, antes, decenas en Nueva York. Sus consignas: «No en mi nombre. Nunca más para nadie».

La prensa tiene impedida la entrada a Gaza y, solo allí, la ocupación asesina a un periodista por día. Me uní a canales de difusión en Telegram y eduqué al algoritmo en Instagram: empecé a identificar a los autores de las imágenes mediante las marcas de agua. Así conocí a los periodistas gazatíes Motaz Azaiza, Hind Khoudary, Noor Harazeen, Ismail Jood, Saleh Aljafarawi, Plestia Alaqad y muchísimos otros. Con frecuencia, sus perfiles de Instagram son bloqueados o restringidos por «violar las normas de la comunidad» o «incitar a la violencia». Le di seguir a Ahmed Eldin y Meta me preguntó si estaba segura: «Verificadores de datos independientes revisaron esta cuenta y descubrieron que publicó información falsa de forma reiterada». Más de diez organizaciones protestaron el martes en Nueva York «contra la censura deliberada» de la empresa, también propietaria de Facebook y WhatsApp.

En octubre, TikTok, red en la que se ha popularizado la parodia del sufrimiento de los palestinos por parte de civiles, eliminó la cuenta Palestina Hoy, una de las comunidades virtuales en español más numerosas. Los propios militares israelíes difunden estos videos de desprecio, como un «tutorial» sobre cómo arreglárselas para usar un inodoro sin agua.

Las cuentas suelen ser reestablecidas con el algoritmo debilitado. Me encuentro dándole me gusta a imágenes de personas moribundas, a la espera de ser rescatadas, de recibir agua, alimento o combustible; de bebés amputados o quemados con fósforo blanco. Los periodistas gazatíes piden que no dejemos de hablar de Gaza. Que compartamos lo que sucede. Que no los excluyamos de nuestros diálogos cotidianos. Que no nos dejen de importar. Y que no olvidemos que detrás del dolor inconmensurable de miles de personas hay intereses comerciales, ansias colonialistas y deseos de que al negocio de las armas le vaya estupendo.

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