Por lo general, un álbum es la materialización de un proceso compositivo que, una vez terminado, sale al mundo para hacerse conocer, y los conciertos son una forma de promoción o, en el mejor de los casos, la mutación de ese trabajo para devenir en otra cosa. Pero hay algunos casos en los que esto sucede al revés: el álbum como la conclusión de un largo y variado proceso, para cerrarse y pasar a lo siguiente.
Esto es lo que sucede con Mudo, de Nicolás Guazzone, un concepto musical iniciado a comienzos de la década pasada y finalmente lanzado el año pasado en disco a través de Ayuí. Decimos «un concepto» porque en estos largos años mutó de varias maneras, siempre manteniendo lo que parecía ser su esencia –y cabe destacar que el término es mutar en vez de evolucionar–. Empezó siendo una presentación musical en vivo, con su libreto, y así, de a poco, devino en una especie de obra teatral musical, no con actuaciones, pero sí en su lógica, al incluir una forma de narración. A veces contaba con un despliegue grande de participantes, a veces, si había suerte, con cinco. A veces había una persona para cada personaje; otras, una sola persona tenía que condensar varios roles. La grabación sin duda tiene sus contras en este caso, pues la esencia visual se pierde. Sin embargo, le otorga posibilidades para lograr arreglos y estructurar la música de una manera que nunca podría en vivo, y así, devenirlo en otra cosa.
Como varios de su generación, Guazzone se considera heredero de una tradición musical con una determinada conciencia política. Desde el principio es evidente la influencia de la línea de Lazaroff, más cercana a Tangatos, así como del minimismo de la línea de Graciela Paraskevaídis y Coriún Aharonián. Es verdad que a veces la estética, tanto musical como retórica, se asocia mucho a esa época, lo que puede generar un cierto anacronismo. Pero a su vez, por más que uno quisiera viajar en el tiempo, Mudo está hecho en este momento histórico, que nos atraviesa y constituye, y Guazzone es claramente consciente de ello. Así, este trabajo concita algunas preguntas no menores: ¿cómo podemos resignificar formas propias de un pasado que aún llega a nuestra contemporaneidad?, ¿cómo podemos revisar la historia, para poder entender el presente, pero sin ser atrapados por ella?
Una primera diferencia es la disociación del material y su interpretación. Nos encontramos con elementos típicos de esa tradición, desde un lugar rasposo y visceral, y, sin embargo, la interpretación de ellos es superclara, mantiene la crudeza del material, pero trasciende su interpretación cruda. Otra diferencia es la incorporación y la forma de usar ciertos instrumentos, como el saxofón, que en muchos casos se podrían asociar a la escena progresiva de Brasil, sobre todo Tom Zé. Tampoco es menor la complejidad rítmica, que en general se da con la superposición de diversas métricas y ritmos.
Lo más característico del disco, a nivel musical, es su presentación sonora: un cantautor al frente y por detrás un arsenal de instrumentos y cantantes que aparecen y desaparecen, a veces solo una vez, siempre personificando el sentido común de la multitud citadina. Así, este arsenal toma la idea del instrumento como un arreglo, o incluso como una expansión del cantautor, como si fueran su inconsciente y sus fantasmas.
La mayoría de las presentaciones de Mudo han sido en lugares independientes, del circuito under. La sonoridad del disco mantiene esa cercanía, con lo que la música y las letras cobran mayor sentido, una cercanía política.
En tanto que el proyecto procura tener una acción y su desarrollo data de la década anterior, las letras transcurren durante el contexto de gobierno del Frente Amplio, sobre todo del segundo mandato y parte del tercero. Pero mientras que las problemáticas que relata siguen vigentes al día de hoy, la forma de abordarlas desde la izquierda no ha variado, manteniendo una retórica y una estética congeladas en el tiempo, un clasicismo de izquierda, lo cual nos hace especular que ciertas herramientas perpetúan dichos problemas. De esta manera, ese arsenal instrumental-vocal por detrás cobra un sentido que trasciende al cantautor como personaje: se trata también del fantasma de lo social.
Mudo intenta reflexionar acerca de su contemporaneidad, tanto política como artísticamente, en ese lugar donde se es consciente de que no hay real disociación entre los términos. Tal vez el proyecto no nos trae respuestas, tal vez nos trae discrepancias, pero lo que sin duda pone en la mesa es la pregunta más necesaria de nuestra actual sociedad: ¿qué hacemos hoy… y cómo?