High Maintenance, creada por Ben Sinclair (el actor principal, que da vida a The Guy, el “Tipo”) y Katja Blichfeld, es una serie de historias breves conectadas por un delivery de marihuana, y debutó online de manera independiente en 2012. Pronto pasó a formar parte de Vimeo –una plataforma digital, la versión más “artística” de Youtube–, y los capítulos crecieron en duración y ambición. En 2016 volvió a trasladarse, esta vez a Hbo, y estiró sus capítulos hasta la media hora. El show sigue el formato de antología, tan popular en la actualidad (Black Mirror, Easy, Room 104), pero lo hace mejor que la mayoría y este año estrenó su segunda temporada.
La serie sigue a The Guy mientras atraviesa Nueva York –principalmente Brooklyn– en su bicicleta yendo de casa en casa. Precavido pero amable, The Guy entra en las vidas y los hogares de sus clientes por breves momentos para realizar las transacciones, charlar un rato y, muchas veces, fumar un poco, en un momento de intimidad signado por la complicidad de romper las reglas juntos. Payasos, periodistas, judíos ortodoxos, feministas, adictos a las redes sociales, padres e hijos forman parte de una clientela que no es fácil de calificar, lo cual es obviamente el punto. Las diferencias de opiniones y experiencias abundan, y cada semana The Guy se encuentra con personas nuevas, algunas con las que quiere pasar más tiempo y otras con las que no. Los que en otras obras serían estereotipos, High Maintenance logra darles un giro gracias a un manejo magistral del tono, que le permite presentarlos de una manera más abierta, que no se siente moralista y que está llena de matices. La serie logra ser poética sin ser pretenciosa, y ser graciosa sin caer en un humor porrero burdo. Porque es claro que, aunque la marihuana es el disparador de las historias –¿qué mejor excusa para ingresar al hogar de los neoyorquinos que a través de una venta ilegal?–, no es el centro, sino el pretexto para atravesar la ciudad y conocer a sus extraños y fascinantes residentes en la búsqueda de cierto equilibrio. Esto es tratado directamente esta temporada, cuando luego de ser atropellado el protagonista no puede salir a repartir, por lo que un conocido, Abdullah, se encarga de hacer las entregas en un auto. Cuando Abdullah intenta convencerlo de que de esa manera es mejor y más redituable, The Guy se niega, alegando que así no puede entrar a las casas y conocer a las personas, y que eso es gran parte de lo que disfruta de su trabajo.
Las grandes ciudades se pueden transformar velozmente en un ejercicio de supervivencia. Cómo llegar más rápido del trabajo a casa, dónde comer y hacer las compras, qué lugares evitar para atravesar el día con la menor fricción posible. High Maintenance toma el camino contrario, habita esos lugares incómodos, el roce con el otro. Parece querer decir que Nueva York está llena de arte, edificios hermosos y comida deliciosa, pero también de una cantidad interminable de personas que tienen el potencial de interesarnos, cuestionarnos, o al menos divertirnos un rato. El primer capítulo de esta temporada, “Globo”, es un comentario directo al aumento del odio. Luego de un evento catastrófico –que nunca se aclara, pero que podemos pensar es Trump–, saltando de historia en historia, logra sugerir una crisis general en la ciudad: la gente llora, se abraza, habla como si fuera el fin del mundo. Pero después de dejar el ombliguismo de lado, en una escena que esquiva con habilidad lo que en otras manos habría sido una cursilada empalagante, los extraños se unen en un tren jugando con el globo del título. Pocos shows manejan tan bien el comentario social a la vez que logran mantener una mirada compasiva.
The Guy es un testigo, un flaneur en bicicleta que recorre la ciudad y sus fantasmas urbanos, la línea que une los puntos del mapa humano de Nueva York. Muy poco sabemos de él (ni su nombre), aunque en esta temporada, luego del accidente que lo dejó en el hospital, nos enteramos de su pasado amoroso. Sinclair y Blichfeld decidieron ingresar en temas incómodos que conciernen a su relación personal (estuvieron casados hasta la primera temporada), pero el capítulo logra encontrar su camino, enfatizando las maneras en que la intimidad, la soledad y el cariño se superponen. Nunca se siente artificial o forzado, en parte por unas actuaciones estelares, y en parte porque las historias nunca dejan de parecer espontáneas, lo que es un logro narrativo extraordinario.
Durante su convalecencia, The Guy se encuentra recluido y un poco bajoneado. Intenta conseguir algún amigo que lo acompañe a consumir unos hongos, pero nadie puede. Esto lo lleva a consumirlos solo, ponerse los auriculares (la música es un punto alto de la serie) y salir a caminar la ciudad en uno de los momentos más hermosos de la temporada. Y es que eso es lo que parecen querer decirnos sus creadores: salgamos un poco de la burbuja de nuestras pantallas y nuestras vidas a recorrer la ciudad, a conocer a su gente, a pasarla bien.