En Uruguay, 1985 fue un año raro para tener 17 años. Para empezar, la cédula nos había escamoteado por un pelo la posibilidad de participar en la primera elección democrática en 13 años. Por otra parte, la alta politización de la sociedad y la repentina posibilidad de acceder a todo aquello que había estado prohibido durante la dictadura hacían que en las librerías se vendieran más libros de Marx y Lenin que en la Unión Soviética y que la Cinemateca Uruguaya bullera de filmes sobre las dictaduras latinoamericanas, la guerra civil española, Vietnam o la revolución cubana. En marzo de 1985 decidí matizar mi puesta al día con los procesos políticos que el apagón dictatorial había ocultado, intercalando otro tipo de películas entre Pedro y el capitán y Pixote. Una de ellas fue Una mujer bajo i...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate