Veintiséis novelas publicadas en 25 años parecen demasiadas, aun para alguien que en su infancia creía ser Dios, como afirma Amélie Nothomb (1967) en varias entrevistas. Más que con una deidad, se la identifica con la mujer excéntrica que aparece en la portada de sus libros luciendo sombreros extravagantes. Tal vez la reincidencia narcisista de estas fotografías se relacione con el caudal de elementos autobiográficos que nutren su obra.
Había leído algo de su narrativa, con poco interés, debo confesar, por la intrascendencia de una literatura que muy pronto dejó de lado el enojo de los primeros tiempos. Pero El crimen del conde Neville se anunciaba como un homenaje al Oscar Wilde de El crimen de lord Arthur Savile –nótese la equivalencia de títulos y apellidos–, y sentí curiosidad. Record...
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