La Comedia Nacional volvió a los escenarios, en este caso con el reestreno de la obra de William Shakespeare Noche de reyes, en versión para el público infantil. La puesta cuenta con la adaptación y la dirección de Richard Riveiro, quien tiene una vasta trayectoria de trabajo en teatro dedicado a los niños. Junto a su grupo L’Arcaza Teatro, Riveiro viene desarrollando desde 1995 una línea creativa particular, en la que la consigna parece ser que el texto elegido nunca debe subestimar al público. En este caso, la obra original fue versionada con base en los cuentos sobre Shakespeare escritos por Mary y Charles Lamb, quienes adaptaban aquellas grandes obras para el público pequeño. En esta oportunidad, se reduce la cantidad de personajes, se mantienen los clásicos enredos y se subrayan las situaciones de comicidad, manteniendo una dinámica escénica fluida y atrapante de principio a fin.
El montaje de la escenografía, a cargo de Cecilia Bello y Johanna Bresque, aúna dos condiciones ideales: la no sobrecarga de estímulos visuales y la ductilidad para transformarse con pocos movimientos. En los entreactos, los actores mueven partes de la escenografía, basada en texturas y formas en madera, atravesada por un trabajo de iluminación expresivo y delicado que refuerza la idea de la fantasía que allí se representa. Entretanto, se ejecuta en vivo música de Rodolfo Vidal creada específicamente para la puesta. La dupla de diseñadoras se encarga también del vestuario, de una belleza extrema, que ayuda a componer a estos personajes con costados clown pero que, aun así, remiten al teatro isabelino.
La historia cuenta la anécdota de dos hermanos: Viola (Jimena Pérez) y Sebastián (Diego Arbelo) se separan después de una tormenta que los sorprende en un viaje en barco. Tras el naufragio comienzan los enredos, al encontrarse con personajes como el duque Orsino (Andrés Papaleo), Olivia (Roxana Blanco) y la dupla de criados María (Claudia Rossi) y Malvolio (Fernando Dianesi), que se destacan en los momentos de comicidad respondiendo perfectamente al tono general propuesto por la dirección. La línea de investigación de Riveiro establece un diálogo flexible con la traducción y la tradición, y logra una liviandad que no simplifica el contenido de modo inexorable, sino que busca acercar a los niños y las niñas, de forma lúdica, a las aristas más potentes de la dramaturgia clásica. Es importante la variedad de recursos que se utilizan para que los actores interactúen directamente con la platea; entre ellos, los títeres y el humor físico, que otorgan dinamismo a la acción dramática respetando el eje de la anécdota y la poesía del dramaturgo inglés. En ese sentido, los actores despliegan todo su talento y ductilidad para adaptarse a un público que no es tan frecuente para la Comedia Nacional. Un antecedente cercano se produjo en 2015, cuando el elenco se embarcó en la puesta de Pacamambo, de Wajdi Mouawad.
Esta obra también es conocida como La duodécima noche, haciendo referencia a que la noche número 12 luego de Nochebuena es aquella que coincide con la de Reyes, tan esperada por el público infantil. Es una comedia en cinco actos que fue escrita entre 1599 y 1601. ¿Cómo acercar al hoy un texto escrito hace tantos siglos? Rescatando el magnetismo esencial de la historia y priorizando, para traer a escena, esos enredos tan característicos de Shakespeare que nunca dejan de atrapar a los espectadores. No faltan los cambios de rol, los disfraces, la interpretación de roles masculinos hecha por mujeres (en este caso, Jimena Pérez se desdobla en dos personajes con la solvencia que la caracteriza) y la propuesta se vuelve una fiesta de la que es un privilegio participar.
1. Sábados y domingos a las 15.00 en la Sala Verdi.