La alianza de los conservadores alemanes con la AFD en Thüringen - Semanario Brecha
La alianza de los conservadores alemanes con la AFD en Thüringen

Nostalgia peligrosa

Un sorpresivo e inédito acuerdo entre los democristianos y los ultraderechistas para desplazar a la izquierda del gobierno en Thüringen desató una tormenta en la política alemana que se saldó con la renuncia de la sucesora de Merkel.

Annegret Kramp-Karrenbauer, líder de la Unión Demócrata Cristiana alemana en febrero / Foto: Afp, Thomas Kienzle

Son contados los líderes de izquierda que gobiernan con éxito en algún rincón de Europa. Una de esas excepciones es Bodo Ramelow, de Die Linke (la izquierda, en alemán), quien, en coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes, ha gobernado durante los últimos seis años en Thüringen, un estado federado del este de Alemania.

Cuando asumió el cargo por primera vez, en 2014, Ramelow era visto con recelo y hasta temor por quienes no lo habían votado. El líder regional de Die Linke, que tenía una sólida trayectoria como sindicalista, logró forjar alianzas duraderas y llevar adelante políticas de alto impacto popular: expandió el cuidado infantil con financiación estatal, aumentó la cantidad de maestros y amplió las ayudas para los estudiantes. También contrató más policías, pero suprimió los servicios de inteligencia. Durante su mandato el apoyo fue creciendo y sobre el final el 67 por ciento de los ciudadanos de Thüringen estaban satisfechos con la labor del primer ministro regional, según una encuesta de la cadena Mdr.

En las elecciones regionales de octubre Die Linke vio premiada la popularidad de Ramelow y obtuvo la mejor votación de su historia al ganar las elecciones con el 31 por ciento. No obstante, la baja votación que cosecharon los socios de la coalición no permitían reeditar el gobierno tripartito y dejaban a Die Linke pocas opciones: o buscar la abstención de algún otro partido y gobernar en minoría o apostar por unas nuevas elecciones.

Sin embargo, la sorpresa que sacudió la política alemana llegó el 4 de febrero, cuando en el Parlamento de Thüringen la Unión Demócrata Cristiana (Cdu) sumó votos con la ultraderechista Alternativa para Alemania (Afd) para investir como primer ministro regional a Thomas Kemmerich, el líder local de Los Liberales (Fdp), que había obtenido apenas el 5 por ciento de los votos.

En un país que presume de honrar los acuerdos políticos, aunque estos sean tácitos, la coordinación entre la Cdu y la Afd rompió el “cordón sanitario” que establecía que ningún partido debía cooperar con la ultraderecha y desató el escándalo. Además, la presencia de un personaje como Björn Höcke en el centro de la escena hacía que la situación fuera aún más intolerable. Líder regional de Afd y miembro clave del ala radical de la formación ultraderechista, Höcke no tiene problemas en alentar el discurso negacionista y xenófobo. En setiembre, un tribunal desestimó una querella que Höcke presentó por lo que entendía eran injurias en su contra y dictaminó que este podía ser llamado fascista, ya que esa designación “se basa en hechos verificables”.

Con el enroque para sacar a Ramelow del gobierno, la Cdu de Thüringen desoyó el mandato explícito de la presidenta del partido, Annegret Kramp‑Karrenbauer, quien, al verse desautorizada e incapacitada para sofocar la rebelión, no tuvo otra alternativa que anunciar su dimisión. Había pasado poco más de un año desde que se había hecho con el timón del partido conservador tras 18 años de liderazgo de Angela Merkel. Se suponía que esta mujer, de 57 años, que había gobernado con bajo perfil el pequeño estado federado de Saarland, iba a hacer que Merkel, a diferencia de sus antecesores, tuviera una salida elegante y triunfal del poder. No sólo tomaría las riendas de la Cdu y, por añadidura, sería la principal candidata del partido para las elecciones federales de 2021, sino que además resguardaría el legado centrista de la canciller. Sin embargo, Kramp‑Karrenbauer nunca logró hacer pie. Las disputas internas, alimentadas por los malos resultados de la Cdu en las elecciones regionales de Brandenburg, Sachsen y Thüringen y en la elección del Parlamento Europeo en 2019, y la sombra de Merkel, quien señaló a Kramp‑Karrenbauer como sucesora, pero desde entonces no hizo demasiado para ayudarla a construir un perfil, la terminaron ahogando.

La desobediencia de la Cdu de Thüringen al mandato de la presidenta del partido dejó en evidencia la disputa interna más decisiva de la era pos‑Merkel. Por un lado están los democristianos que se sienten cómodos con la Cdu de Merkel, que corrió el partido al centro, ahora una formación capaz de absorber elementos de sus socios de coalición, en especial de socialdemócratas y verdes, y que está calibrada para captar al votante alemán medio. Este corrimiento, que desangró a un Spd incapaz de distinguirse de su antiguo rival, también borró algunas de las características distintivas de la Cdu y descuidó el electorado que se encuentra más a la derecha. En el otro extremo están los conservadores sociales centrados en la economía doméstica, que están cansados de ceder ante las reivindicaciones progresistas de sus socios socialdemócratas o de las organizaciones de la sociedad civil. Los primeros creen que el espacio político del partido está bastante más a la derecha de lo que se encuentra hoy en día y sienten que la Cdu actual, con su amplitud y flexibilidad, apenas se parece a la formación conservadora pre‑Merkel.

Con la renuncia de Kramp‑Karrenbauer sobre la mesa y con el resto de los partidos pidiendo explicaciones, la presión subió rápidamente y las miradas se posaron sobre Angela Merkel. La canciller, que se encontraba en una visita de Estado en Sudáfrica, dejó de lado su renuencia a hablar en el exterior de política interna para criticar lo sucedido en Thüringen y expresar que el proceso era imperdonable y el resultado debía revertirse. El jefe del Fdp, Christian Lindner, también expresó su desacuerdo. Tres días después de la elección Thomas Kemmerich presentó su renuncia y abrió las puertas a nuevas negociaciones.

Con el visto bueno de socialdemócratas y verdes, Ramelow tendió la mano a la Cdu y logró un acuerdo inédito para que los conservadores se abstuvieran de votar en la investidura, de manera que Die Linke pudiese conformar un gobierno en minoría con sus socios. El pacto incluía la promesa de llamar a nuevas elecciones regionales en mayo de 2020. Finalmente, en la nueva sesión de investidura, que tuvo lugar el 4 de marzo, el Parlamento de Thüringen reeligió a Ramelow como jefe del gobierno. Sobre el final de la sesión Björn Höcke se acercó, al igual que el resto de los legisladores, a saludar al flamante primer ministro regional, quien se encontraba en el centro del hemiciclo. Ramelow recibió con un gesto adusto la felicitación del líder ultraderechista y se negó a estrecharle la mano.

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La Cdu busca un nuevo líder

Tras la renuncia de Annegret Kramp‑Karrenbauer, la carrera por liderar la Unión Demócrata Cristiana (Cdu) marca la agenda política en Alemania. El primero que puso su nombre encima de la mesa fue el exministro de Medio Ambiente Norbert Röttgen. Según reseña el semanario Der Spiegel, pese a la temprana aparición de Röttgen, los candidatos con más chances de suceder a Kramp‑Karrenbauer son otros. Por un lado está Friedrich Merz, el favorito del ala liberal del partido y especialmente de quienes quieren una ruptura con la era Merkel. El exjefe de la bancada de la Cdu en el Bundestag promete un corrimiento a la derecha con el consiguiente endurecimiento en la política de refugiados. Su oponente es el primer ministro de Nordrhein‑Westfalen, Armin Laschet, quien representa el ala progresista y comparece junto con el más conservador Jens Spahn, actual ministro federal de Salud. La doble candidatura intenta escenificar una oferta amplia que, sin embargo, genera suspicacias. Por ejemplo, la de Susanne Eisenmann, líder de la Cdu en el influyente estado federado de Baden‑Württemberg, quien se había pronunciado inicialmente a favor de Spahn, pero que, tras conocer la alianza de este con Laschet, anunció que apoyaría a Merz.

Sin embargo, Röttgen, Laschet y Merz no son los únicos candidatos. Diez miembros más del partido se postularán a la presidencia, aunque sus nombres todavía no trascendieron oficialmente. La convención nacional extraordinaria, en la que los 1001 delegados partidarios van a elegir el nuevo presidente de la Cdu, tendrá lugar en Berlín el 25 de abril.

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