María del Rosario Fuentes Rubio era médica, pero hacía tiempo que había ido relegando cada vez más su profesión para dedicarse a la denuncia de los cárteles del narcotráfico en Tamaulipas, uno de los estados más violentos de México, si es que en México hay alguna parte del territorio que no esté marcada por la violencia extrema. Fuentes se había ido convirtiendo en cronista desde su cuenta de Twitter y desde su perfil de Facebook: posteaba noticias, denunciaba, comentaba, opinaba, apoyaba a cualquier mexicano resistente. “En este país hay tres categorías de ciudadanos: los cómplices, los indiferentes y los resilientes, en lo que nos hemos transformado todos los demás”, dicen que dijo. Pensaba que en las redes sociales tendría menos exposición pública, algo más de seguridad. Una absurda ilusión.
María del Rosario colaboraba con dos páginas de Facebook, “Responsabilidad por Tamaulipas” y “Valor por Tamaulipas”, a las que en los últimos años los cárteles que operan en el estado habían ubicado entre sus principales enemigos. Ahora más que a los medios tradicionales, que uno a uno han ido cediendo ante el chantaje armado de los narcos. A mediados de 2012 el diario El Mañana, de la ciudad de Nuevo Laredo, anunció que ya no publicaría noticias de ningún tipo sobre los cárteles. Fue el tercero que se pronunció en ese sentido. En 14 años fueron asesinados al menos 12 periodistas de medios escritos de Tamaulipas, y contra El Mañana habían atentado varias veces. Los blogueros, los periodistas cibernéticos, tomaron la posta en las denuncias, y en tres años 27 firmantes del llamado Manifiesto Tuitero –en el que se ataca tanto a la acción de los narcos como a la terriblemente ambigua “guerra a las drogas” lanzada desde el gobierno central hace ocho años– fueron acribillados a balazos o secuestrados y desaparecidos.
María del Rosario Fuentes Rubio fue la última: la semana pasada la secuestraron y la ejecutaron. Antes la obligaron a decir la contraseña de su cuenta de Twitter, @Miut3, y desde allí postearon varios mensajes. “Amigos y familiares, mi nombre real es María del Rosario Fuentes Rubio, soy doctora hoy que mi vida ha llegado a su fin”, decía (o le hacían decir) en un twit. En un segundo se “arrepentía”, casi que a la manera de los rehenes ejecutados por el Estado Islámico: “Cierren sus cuentas, no arriesguen a sus familias como lo hice yo, pido perdón”. Y se despedía con este último: “Encontré la muerte a cambio de nada, están más cerca de nosotros de lo que creen”. Adjuntas a los mensajes iban dos fotos: en una aparecía viva, en la otra ya ejecutada, con la cara ensangrentada y las manos atadas. También a la manera del Estado Islámico, que se regodea en el terror que inspira, sabiendo que a veces, en ese terreno, una imagen vale más que mil palabras.
“Quieren que nos rindamos, el terror busca eso, que todo se haga difícil, imposible, que la vida misma sea imposible sin rendirse ante ellos. Es tan terrible todo esto”, dice uno de los integrantes de Periodistas de a Pie, un colectivo “comprometido con la responsabilidad social del periodismo” que apuesta a “visibilizar a los héroes anónimos que están resistiendo a la violencia y a la gente que se está organizando para cambiar las cosas”. “Rendirnos es lo que no haremos”, agrega el reportero. Una de las secciones del blog de Periodistas de a Pie se llama “Nuestra aparente rendición”.