Recientemente, el guitarrista uruguayo radicado en Alemania lanzó su primer disco solista, Colloid, en el que interpreta algunas de las piezas más radicales para guitarra clásica de las últimas décadas: «Things to keep us safe» (2010), del estadounidense Ray Evanoff, «Knokler» (2009-2016), del alemán Wieland Hoban, «Colloid» (1988-1991), del escocés Richard Barrett, «Kurze Schatten II» (1983-1989), del inglés Brian Ferneyhough y «Reißwerck» (1987), del difunto alemán Klaus Karl Hübler.
Las piezas entran en la denominada nueva complejidad, una estética cuya notación tiene una gran carga en todos los parámetros musicales. Sin embargo, esta denominación denota un acercamiento técnico en tanto ejecución y, así, una acepción mecánica del quehacer musical. Vivimos en tiempos en los que la escritura es un código de datos, de hechos, de objetividad, una escritura netamente matemática. El lenguaje musical no escapa de esto y deviene en una ejecución que pretende poner en sonido aquella verdad que la escritura transmite. Cuando esta acepción se topa con piezas como estas no queda otra que espantarse, tocar como una maquinita o criticar la falta de humanismo y espiritualidad.
Sin embargo, Mauricio nos presenta otra posibilidad: ¿y si, en realidad, se trata de una notación tan sobrecargada que, por la imposibilidad de una ejecución perfecta, denota la fragilidad de la escritura y habilita a una interpretación de la notación como símbolo? En sus interpretaciones, la complejidad no se encuentra tanto a nivel de la ejecución, sino a nivel filosófico; la libertad consiste en vislumbrar el hermetismo de nuestra relación con la partitura. Algo característico de estas piezas es que desarman la unidad musical en sus distintos parámetros, trabajan con cada uno de manera independiente y finalmente unifican todo en una unidad múltiple. Parte del radicalismo de Mauricio está en llevar esto al área de la interpretación: separar los elementos para encontrar cómo de verdad pueden fluir en comunión sin nunca perder de vista su singularidad, lo que permite diferentes escuchas de una misma pieza.
Hay que remarcar que la claridad y cercanía que transmite Mauricio le da un carácter de familiaridad a la música, algo que puede remitirnos a lo directo del ámbito popular. No es que no haya algo por detrás, pero ese algo no es la justificación y explicación de su existencia. La música de Mauricio es tan directa y clara como lo suele ser la música popular, ella misma es su propia explicación. Todo esto llega también al espacio donde la música sucede: un cuarto chico, como si Mauricio estuviera tocando a nuestro lado. Podemos tomar el disco como una obra en sí, algo que prácticamente no sucede en el ámbito de la música académica y que también es propio de la música popular. Vale aclarar que un álbum no es una obra como tal simplemente por contener una selección de obras de un determinado instrumental o período histórico. Eso, en todo caso, corre por el andén del registro. Aquí hay un trabajo que involucra todos los elementos, un mensaje que condensa toda esta música. Tal vez podamos decodificarlo en que no hay nada más radical que hacer de la radicalidad misma algo que esté más cerca de todos.