El Anfiteatro Canario Luna queda en Dámaso Antonio Larrañaga y Serrato. El escenario original fue financiado con el presupuesto participativo y fue
inaugurado en 2010. Como estaba en la zona del Antel Arena, lo derrumbaron y lo volvieron a construir durante 2017, así que quedó pronto para el Carnaval pasado.
El tablado está impecable, se ve y se escucha muy bien de todos lados. Hay un nuevo salón donde se hacen talleres durante el año, y en la cantina tienen hasta una campana con extracción de humos para el puesto de churros.
Una vecina me cuenta que, como el anfiteatro forma parte de la obra del Antel Arena, la comisión del tablado perdió autonomía en algunas decisiones cotidianas. Por ejemplo, me dice que los encargados del proyecto del nuevo escenario prohibieron a la comisión vecinal poner un pizarrón con los nombres de los conjuntos en la puerta del tablado, porque no estaba en armonía con la estética del Antel Arena. Qué cosa rara, la cultura.
Es un tablado popular, así que la entrada sale 70 pesos. Por suerte los del megaproyecto no exigieron que el precio estuviera en concordancia con la estética de las entradas del Antel Arena, porque, dicho sea de paso, los precios de las entradas de los espectáculos del Antel Arena no están en armonía estética con lo que puede pagar la gente del barrio.
Al entrar al tablado me doy cuenta de que no sabía que estaba la murga A la Bartola. Como es una murga joven, no figuraba en la programación del tablado que vi en la página web de los Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares de Uruguay. Esto es algo que suele pasar: a veces ni siquiera saben el nombre de la murga, que figura, simplemente, como “Murga Joven”. ¿Qué pasaría si fuera así con el resto de los conjuntos? En un pizarrón podríamos ver, por ejemplo: Murga Convencional, Parodistas Serios, Murga Clásica, Revista Prolija, Humoristas con Mensaje o Comparsa a la Antigua.
La murga A la Bartola se despide con una canción en la que deja una frase sin terminar y el público se tiene que imaginar la palabra que falta. La gente siempre está dispuesta a participar. Mientras la murga recorre las gradas cantando, una veterana aplaude emocionada sin preguntar si es murga joven.
En los intervalos siguen pasando cosas. En el escenario dos utileros de Los Joker’s luchan con un cartel de publicidad, mientras otro enchufa el teclado, que en un rato va a ser uno de los protagonistas apoyando los remates de cada chiste. El presentador anuncia los conjuntos que restan por actuar: humoristas Los Joker’s y las murgas La Martingala, Los Patos Cabreros y La Mojigata.
El tablado se va llenando mientras actúan los humoristas. Una mujer se ríe a las carcajadas, los que estamos alrededor nos reímos de esa risa. En el tablado se da mucho el clásico efecto dominó, que te va dominando. Llega La Martingala, tres murguistas ven el final de Los Jocker’s recostados en una baranda. El presentador nos recuerda que se larga el bingo; empieza La Martingala. Mientras la murga aborda el tema de la fragmentación social, una madre le da la tablet a su hijo para escuchar el cuplé más tranquila.
En el intervalo voy hasta la cantina a comer algo. Los precios son bajos, pero no tienen complejo de inferioridad, están pensados para la gente que va al tablado. Una vecina me cuenta que la mitad de la plata recaudada durante todo el Carnaval va para tres jardines de la zona, y que entonces maestras, directoras, madres y padres vienen a trabajar en la cantina. Gente de fuera se va arrimando a dar una mano; esto ayuda para que la comisión se sostenga y siga funcionando durante el año. Eso es lo que hace que el anfiteatro sea un centro cultural, mucho más allá del Carnaval y mucho más acá del Antel Arena, pero hay algo que no es menor, y es que el punto de partida es el tablado del barrio.
Cuando vuelvo a las gradas están cantando Los Patos Cabreros. Una niña que está disfrazada se queda dormida a upa de su padre. Mucha gente se emociona con la despedida de Los Patos. El público se para a aplaudir; en las gradas se ven los almohadones que trajeron de sus casas.
Llega la última murga mientras el presentador corrobora el talón del ganador del bingo. Hay mucho viento, veo gente con frazadas. La Mojigata habla de la política en lo cotidiano. Me acuerdo del trabajo de la comisión, de los talleres, del pizarrón en la puerta, de los tres jardines y de las maestras atendiendo en la cantina.
La noche de tablado se va terminando. Puedo decir que me reí, y que escuché murgas que no tenían nada que ver entre sí. Algunas cosas me gustaron y otras no tanto, supongo que es lo que le pasa a todo el mundo, pero con partes distintas.
La murga canta la despedida y en el fondo del escenario se ve una frase de Galeano. Al lado está la cara del Canario Luna y más atrás el Antel Arena, en penumbras. La gente que trabaja en el tablado se arrima a escuchar la retirada. El escenario queda vacío, y los que estamos en las gradas nos vamos parando mientras La Mojigata canta: “Somos tan diferentes, tan igual a otra gente, qué te puedo decir, mañana siete y diez me tengo que ir a laburar”.