Exterminio y éxodo de una minoría en Birmania: La desgracia de los rohingyas - Semanario Brecha
Exterminio y éxodo de una minoría en Birmania

La desgracia de los rohingyas

Una “limpieza étnica de manual”. Así calificó el alto comisionado para los derechos humanos de la Onu la persecución que enfrenta la minoría rohingya en Birmania. Cientos de miles de personas de esta etnia musulmana se han visto obligadas a huir. La premio Nobel de la paz Aung San Suu Kyi, que durante tantos años denunció al régimen militar en Birmania y ahora encabeza el poder civil del país, le resta importancia y validez a las persistentes denuncias sobre la completa destrucción de pueblos rohingyas y el accionar de las fuerzas armadas. Para desgracia de los rohingyas, Birmania cuenta con un potente aliado: Estados Unidos.

Un refugiado rohingya junto a los cuerpos de sus hijos, cerca da la playa de Inani, en el distrito de Cox´s Bazar, el 29 de setiembre / Foto: Afp, Fred Dufour

Cada vez con más frecuencia, y en mayor número, cuerpos sin vida son rescatados por los pescadores del río Naf, que corre en gran parte de los 270 quilómetros de la frontera entre Birmania y Bangladesh. Estos cuerpos son la demostración de la limpieza étnica que el Estado birmano viene llevando a cabo desde hace décadas contra la minoría musulmana rohingya, y que se ha profundizado en este último año.

A pesar de que formalmente las fuerzas armadas entregaron el poder en marzo de 2016 a un gobierno democrático encabezado por la Nobel de la paz (de 1991) Aung San Suu Kyi, actual consejera de Estado y ministra de varias carteras, ella debe gobernar junto al Tatmadaw (el ejército birmano) y está obligada a encubrir el genocidio que los militares están llevando a cabo, avalado por Estados Unidos y Europa, más allá de las declaraciones de rigor.

Los militares que han gobernado el país durante los últimos 50 años a todas luces lo siguen haciendo, ya que el general Min Aung Hlaing, comandante en jefe de las fuerzas armadas, es el verdadero hombre fuerte del país. El ejército controla el 25 por ciento de los escaños del parlamento, y para cualquier modificación de la Constitución se necesita el 75 por ciento de los votos del legislativo. Además las autoridades militares cuentan con derecho a veto a cualquier decisión del Ejecutivo.

EXTERMINIO Y ÉXODO. La nueva operación de exterminio contra la minoría musulmana ya ha provocado que en estas últimas semanas al menos 400 mil rohingyas tuvieran que huir a Bangladesh, a pesar de los intentos de impedirlo por parte de las autoridades de ese país, que ya tiene otros 400 mil instalados en campos como los de Teknaf, Kutupalong, Balihkali y el de la isla de Thengar. Quizás para cuando termine esta crisis, Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, deberá hacerse cargo de un millón de refugiados. Si se piensa en los problemas generados por los últimos 100 mil refugiados llegados a Europa, se podrá mensurar lo que significa para el país asiático hacerse cargo de semejante cifra.

No se sabe con precisión cuántos muertos ha dejado entre los rohingyas esta nueva ola represiva –algunas fuentes hablan de 400–, aunque en realidad la cifra será un arcano, ya que el ejército impide el acceso de los periodistas a los lugares de represión y se sabe que es una práctica común del Tatmadaw incinerar los cuerpos.

Los médicos del hospital en el Bazar de Cox –en territorio bangladesí, a unos 60 quilómetros de la frontera– denuncian que el Tatmadaw ha sembrado minas antipersonales en los sectores próximos al límite entre los dos países, ya que son muchos los heridos y mutilados por efecto de esos explosivos que están arribando desde allí.

DESCARGOS. Como defensa ante las acusaciones contra su gobierno, Suu Kyi ha responsabilizado al Ejército de Solidaridad Arakan Rohingya (Arsa) de haber atacado, el 25 de agosto último, nueve puestos militares, desatando la ola de violencia que ahora se ha instalado en el estado de Rakhine. Por otra parte, el portavoz del ejército, el general Aung Ye Win, afirmó el martes 12 en Naypyidaw que los rohingyas intentan formar un Estado musulmán en Rakhine, donde históricamente se han asentado las minorías de esa religión, instalando “plazas fuertes, para establecer en la región una zona liberada”. El general precisó que los musulmanes han reunido en sus filas a la mitad de los bengalíes de los municipios de Buthidaung y Maungdaw, y logrado que cada familia envíe a uno de sus miembros para integrarse a las organizaciones armadas y así expulsar a los birmanos originarios de Rakhine (arakaneses), aunque no presentó una sola prueba que avale dicha acusación.

Se cree que el Tatmadaw no sólo ha tolerado las acciones del Arsa sino que secretamente las ha incentivado para poder lanzar la oleada represiva, ya que esta organización presumiblemente formada por rohingyas carece de armamento adecuado y entrenamiento para poder ejecutar una acción múltiple contra las fuerzas de seguridad, como aquellas por las que se la responsabiliza. Estos nuevos pogromos del gobierno han conseguido que 176 aldeas de las 471 rohingyas hayan sido totalmente abandonadas.

La actual situación ha obligado al secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, a condenar la persecución de los musulmanes en Birmania y exigir que se detenga la violencia contra ellos, al tiempo que Aung San Suu Kyi se vio obligada a cancelar su asistencia a la Asamblea General de la Onu el 19 de setiembre, para evitar dar explicaciones de los hechos por los que se la responsabiliza.

EXPLOTANDO LA DESESPERACIÓN. El miércoles 13 se conoció un comunicado de Al-Qaeda en el que critica la hipocresía de Occidente por encubrir la matanza de inocentes y llama a los musulmanes de Arakhan (Rakhine) a la guerra santa. Debido a la inferioridad numérica y material de los rohingyas, pide a los musulmanes de India, Pakistán, Bangladesh y Filipinas que se pongan en marcha para ayudar a sus hermanos de Birmania y se preparen para luchar contra la opresión que sufren los rohingyas. Además exige castigo para Birmania, lo que se puede interpretar como una invitación para acciones violentas no sólo dentro del país, sino en delegaciones oficiales birmanas en el extranjero y templos budistas, como ha sucedido en países del sudeste asiático.

Son muchos los grupos vinculados al integrismo en Malasia, Indonesia y Filipinas que han desarrollado y desarrollan acciones de gran violencia, como está sucediendo desde hace tres meses en la ciudad filipina de Marawi, donde un grupo vinculado al Estado Islámico (EI) todavía resiste en el corazón de la ciudad, a pesar de las operaciones militares que ya han arrasado con prácticamente el 70 por ciento de los edificios.

El EI, prácticamente derrotado en Siria e Irak, ha mostrado muchísimo interés por asentarse en el sudeste asiático, como ha quedado claro con su acción en Marawi. Ahí ha exhibido no sólo un alto nivel en su poder de combate sino también su preparación estratégica y capacidad logística. Rakhine, donde más de un millón de musulmanes no tienen otra opción que luchar por su supervivencia, sería un lugar perfecto para intentar establecer una cabecera de playa, con el valor agregado de tener a sus espaldas a Bangladesh, una nación musulmana con 160 millones de habitantes, donde podría encontrar muchos simpatizantes y donde cuenta con su filial Jamaat-ul-Mujahideen Bangladesh (Jmb), que protagonizó en 2016 el ataque al Holey Artisan Bakery, en el centro de Daca, que dejó 20 civiles muertos.

Finalmente, hay que señalar que, dado que Birmania es un fantástico balcón de 2.200 quilómetros sobre China, para el Pentágono es un aliado fundamental y mucho más si la escalada de violencia con Corea del Norte sigue en aumento. Por lo que finalmente la cuestión de los rohingya se convierte en insignificante una vez más.

(Esta nota fue publicada originalmente en Rebelión con el título “Rohingyas: entre Califato y Corea del Norte”.)

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