La dictadura global - Semanario Brecha
Respuesta a «Los negacionistas», de Marcelo Aguiar Pardo

La dictadura global

LA RETÓRICA

Marcelo, junto con otros progresistas, niega la existencia de la dictadura, lo que implica, necesariamente, tachar de negacionistas a Hoenir Sarthou, Aldo Mazzucchelli, a mí y a otros, por enfrentar a la dictadura.

Adjetivar es una buena cosa, pues, cuando el escritor adjetiva, se la juega, el problema radica en los adjetivos que uno elige y, sea el que fuere el origen del adjetivo negacionista, está demasiado vinculado al discurso del colonialismo sionista, que trata de negacionista a todo aquel que enfrenta la victimización que ha establecido el sionismo como cobertura de su política racista e imperial. Negacionista está asociado a nazi y, como recurso retórico, no sólo es increíblemente pobre, sino que, moralmente, es un recurso despreciable.

Hablando de cuestiones de retórica, conviene no hablar de lo que no se sabe. No es, como dice Marcelo, que el capitalismo se haya congelado aunque, de forma marginal, hayan ganado los vendedores de alcohol en gel. Lo que ha habido es un corrimiento del punto de gravitación del capital, al tiempo que se ha producido una inaudita concentración de riquezas, una concentración de riquezas como nunca jamás había ocurrido.

Para que Marcelo y los demás progresistas se hagan una idea, ya que desconocen desde la e hasta la a, incluyendo el tilde, todo lo que implica la palabra economía, los tres magnates de la tecnología, en los primeros seis meses de «pandemia», incrementaron sus riquezas en 115.000 millones de dólares y el índice de multimillonarios Bloomberg, este añito pandémico transcurrido, ha alcanzado su récord, lo que significa que los ultramillonarios son más ricos que nunca y vienen, por intermedio de su dictadura, por más riquezas y más poder.

Cuando uno se larga a este juego de la retórica, debe conocer sus reglas, y una de las reglas de la retórica indica que no conviene incurrir en falacias, las falacias ya analizadas por la retórica, pues, en ese caso, el contrincante puede hacerte pedazos.

Una de las falacias más famosas es la falacia de autoridad o ad verecundiam, que significa, en cuestiones de verdad, apelar a la autoridad, que tal cosa es cierta porque tal autoridad lo dice. Para el caso, sería la autoridad médica o la autoridad de la industria de la medicina, que, como no podía ser de otra manera, anatematiza a los médicos y científicos herejes.

Para su instrucción, le recuerdo a Marcelo que el número de creyentes no agrega nada en cuestiones de verdad. La humanidad entera puede creer una cosa y eso no significa que lo que diga sea verdadero. La verdad se demuestra, y se defiende, por sus propios méritos, y esos méritos remiten a palabras, no a números.

LA DICTADURA

El progreso, ese gran mistificador, le ha hecho creer a los progresistas que las libertades conquistadas son eternas, pero las libertades, a despecho de la fe progresista, dependen de las circunstancias históricas, y son las circunstancias históricas las que nos hacían vaticinar, hace ya un buen tiempo, que se preparaban las condiciones para el inicio de una nueva era de la humanidad que llamábamos la era oscura.

Aquellos vientos trajeron estas tempestades. Asistimos a la instauración de una dictadura de nuevo cuño, una dictadura que, por su profundidad, dejará pálidas a todas las dictaduras del pasado, pues la nueva dictadura será global, no sólo en términos geográficos, sino en todo lo que refiere a lo humano.

La operación política, como puede ver quien mire la realidad sin culpas, tiene varias facetas.

Como primer punto, la aceleración del proceso de acumulación de riquezas, lo que incluye la extinción de buena parte de la clase media y la reducción de la masa laboral. Este detalle es crucial para la dictadura, pues los trabajadores, incluyendo en este concepto a los productores de alimentos, tienen, por su función social, una dosis de poder que perderán y, en cuestiones de política, cuando un actor pierde un poder, otro actor lo absorbe.

Segundo, digitalización de la vida, incluyendo, claro está, la economía. Los contactos humanos, reales, se disipan y emerge una nueva realidad, la realidad virtual, lo que significa, antes que nada, la realidad asexual. Este asunto se ramifica. Por ejemplo, la educación vía virtual no sólo educa en su asexualidad, que es su principal característica, sino que permite, al mismo tiempo, unificar el discurso, desde que vamos hacia un solo curso dictado por una sola persona, y permite controlar, en línea, lo que se dice en clase, de un lado y de otro.

Tercero, ruina de las democracias y de los Estados soberanos ante el empuje de las transacionales y, en particular, ante el empuje de la industria de la medicina, los laboratorios, la tecnología aplicada a la venta y la comunicación, y la banca. La idea de república pierde un espacio que ganan los magnates disfrazados de filántropos, al tiempo que el libre pensamiento pierde un espacio que ganan los sirvientes de los magnates, disfrazados de científicos «honorarios».

El reciente discurso de Álvaro Delgado relativo a la vacuna que se negocia en secreto, reeditando la progresista negociación secreta con UPM, reveló más de lo que pretendía al decir que los políticos deben dejar el espacio a los científicos. Esto es, en criollo, la instauración de una tecnocracia en perjuicio de la democracia.

La ruina de los Estados soberanos también implica la ruina del derecho interno ante el derecho internacional, la ruina de los Estados soberanos ante el gobierno global. En este sentido, y desde hace tiempo, el progresismo, fiel siervo de los globalistas, viene laborando bajo el escudo de la lucha por los derechos humanos, llamados así para erosionar el concepto derechos constitucionales.

Cuarto, debilitamiento del carácter soberano de los Estados frente a la lógica del capital, pero incremento del rol represor y controlador del Estado, con su consecuente intromisión en la vida privada y la pérdida de libertades y derechos de los ciudadanos. Las constituciones se diluyen, paso previo a su desaparición. Se instaura un régimen de facto, pues nuestras «antiguas» leyes se evaporan como una gota en la plancha al rojo de la histeria pandémica.

Quinto, establecimiento de la nueva fe, constituyéndose la Ciencia en la nueva religión y los científicos en los sacerdotes de la nueva fe. Los científicos, al igual que los sacerdotes, cumplen órdenes a cambio de un sueldo, pero ese asunto, incuestionable, es un detalle menor, pues lo que importa es la sustitución, en la cabeza de la gente, de las antiguas religiones por la nueva fe. Sea la que fuere la nueva religión llamada a imponerse, estará vinculada a la noción de salud triunfante. La culpa ha sido el alimento de las religiones represivas, más ahora, la culpa y su hija, la enfermedad, alcanzan un nuevo estadio para enfermar aún más al hombre.

Sexto, ninguna concentración de las riquezas, ninguna concentración del poder, ningún fortalecimiento del carácter intrusivo del Estado puede nada si el hombre es rebelde, pues el tiempo en que pueda prosperar una dictadura depende del grado de rebeldía de la gente que deba soportarla. Erosionar la rebeldía del hombre se traduce en disciplinamiento, un proceso este, el disciplinamiento, de larga data, pero ahora que se ha acentuado a niveles inconcebibles. Jamás ninguna dictadura había logrado disfrazar y aplicar un tapabocas a toda la población mundial, ocluyendo no sólo su respiración y su habla, sino, mecanismo perverso del disciplinamiento, aniquilando el erotismo.

Séptimo, desde el trasiego hacia la economía virtual hasta la creación, por vía de la repetición mediática, de los decretos inconstitucionales y del ubicuo tapabocas de una pandemia inexistente, se trata de llevar a cabo la sustitución de la realidad. Esto incluye nuestra modalidad de lectura, en tanto el libro desaparece, la música, en tanto la remasterización elimina los «errores de la voz humana», lo que comemos, en tanto avanza la ingeniería de tejidos, e incluye una cantidad de realidades hasta llegar al dinero, ejemplo supremo de la sustitución de la realidad. Sustituido su poder creador, sustituida su capacidad de transformar las cosas, sustituida su realidad, el hombre pasará a una nueva forma de esclavitud.

El lema de la dictadura es todo en función de nada,pues si paro el mundo, destruyo las instituciones políticas y disciplino a toda la humanidad en función de un virus que, en el mejor de los casos, ha eliminado al 0,02 por ciento de la población, incluyendo en este 0,02 por ciento a los muertos por cáncer, infartos o gripes que se tipifican como muertos por coronavirus; si logro todo eso en función de nada, obtengo un poder que no hubiera conseguido si cimentara todo lo logrado en función de algo.

Ahora bien, el segundo lema de la dictadura es divide y reinarás, lo que significa dividir a un hombre del otro, como siempre ha sucedido, y, además, virtud de la crisis que arroja nueva luz sobre los viejos proverbios, significa dividirnos de nosotros mismos.

Atomizado el hombre, quedará sin asidero, sin atributos, definitivamente inerme y en caída vertical al abismo, cosa que sucederá si los negadores de la realidad siguen, de forma frívola, negándola, aunque uno tiende a comprenderlos: el aplauso fácil a la sombra del poder debe de ser harto gratificante.

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