La pesadilla de Colonia y la negligencia de Europa - Semanario Brecha

La pesadilla de Colonia y la negligencia de Europa

Las agresiones masivas a mujeres en la fiesta de fin de año de Colonia han supuesto un impacto dramático en la política alemana. Eso es indudable. Lo que ha sucedido es una ofensa a la ley y a la integridad de los ciudadanos que es intolerable en una ciudad europea. Lo sería en cualquier sitio, pero en Europa aun más.

Movilización contra la violencia sexual frente a la Catedral de Colonia, donde se produjeron los ataques / Foto: AFP Roberto Pfeil

Los titulares en muchos medios alemanes lo denominan un momento decisivo de la historia reciente de Alemania. Der Spiegel lo ha descrito como algo que “ha cambiado a Alemania”. Angela Merkel anuncia reformas legislativas y abandona su costumbre de dejar pasar el tiempo hasta tener todos los datos y calibrar todas las posibles consecuencias. Sectores de su partido confían en que los hechos de Colonia cambien una política favorable a la acogida de refugiados, a la que se oponían. Los gobiernos de Europa del este comienzan a utilizar lo ocurrido en favor de sus declaraciones xenófobas.

Las agresiones masivas a mujeres en la fiesta de fin de año de Colonia han supuesto un impacto dramático en la política alemana. Eso es indudable. Lo que ha sucedido es una ofensa a la ley y a la integridad de los ciudadanos que es intolerable en una ciudad europea. Lo sería en cualquier sitio, pero en Europa aun más. Supone un fracaso colectivo de las fuerzas policiales que demostraron una incapacidad inaudita para hacer frente a la amenaza. Y también incide directamente en un debate que no está cerrado en la sociedad de ese país sobre la aceptación de inmigrantes y refugiados. El miedo a la “invasión” de extranjeros, vendido con éxito por la derecha del continente (excepto hasta ahora en Alemania), se convierte actualmente en una imagen bien conocida en Estados Unidos: la caracterización del otro (el sujeto de otra raza) como un depredador sexual que amenaza a las mujeres blancas.

Pero antes que nada es imposible analizar los hechos sin conocerlos de verdad, o al menos lo que se sabe de ellos. No pueden quedar en un simple brote de violencia. En un artículo de Der Spiegel se describe la escena que tuvieron que sufrir muchas mujeres. Rodeados por una multitud de hombres jóvenes que se les echaron encima, tres estudiantes, dos mujeres y un hombre, se vieron inmersos en una pesadilla.
“Las manos aparecían de todas las direcciones para agarrar los cuerpos de las mujeres. Siempre intentaban tocarlas entre las piernas. Los intentos de Paul de protegerlas no servían. Proteger a una dejaba a otra sin más opción que defenderse por sí misma. ‘Era una mano tras otra’, dice Jeanette. Pudo derribar a un agresor ‘de forma violenta tirándolo a un lado’, con una llave de judo. Ninguno de los tres estudiantes puede contar con seguridad quién los atacó. Sin embargo, todos están de acuerdo en que los hombres que los rodeaban hablaban el mismo idioma, y que sonaba a árabe.”

Decenas de mujeres pasaron por esta situación. Su número real es imposible de conocer. Podemos imaginar que cualquier mujer que haya transitado en esos momentos por la plaza frente a la estación de ferrocarril pasó por esa humillación. Sí sabemos que 170 personas presentaron denuncias en los días posteriores. Muchas fueron por asalto sexual, otras por robo, o por ambas cosas. La policía se vio completamente superada, pero pudo detener a 31 personas. Pronto se supo que había entre ellos 19 solicitantes de asilo. Entre las nacionalidades facilitadas: nueve argelinos, ocho marroquíes, cinco iraníes, cuatro sirios y un iraquí.

Cuatro sirios detenidos en una multitud cercana a las mil personas escasamente suponen un porcentaje significativo. La relación directa de esta agresión multitudinaria con la crisis de los refugiados es lo que identifica a los que quieren manipular esta historia en favor del cierre de las fronteras a todos aquellos que huyen de las guerras.

Lo que es indudable es que la costumbre europea de dejar que ciertos problemas se solucionen por sí solos no hace pensar en nada bueno. Los demás países europeos han abandonado a su suerte a Alemania –que ha recibido a la mayoría de los refugiados que entraron en el territorio de la UE– y a Italia y Grecia, los países que se encuentran en la periferia. A pesar de las decisiones de los gobiernos confirmadas en una cumbre, ¿cuántos refugiados han sido realojados formalmente en otros países?: 272. Habían prometido aceptar a 106 mil.

Al mismo tiempo, cada país afronta sus propios problemas. ¿Es extraño que grupos numerosos de extranjeros, solicitantes o no de asilo, hayan engrosado las filas de la marginalidad o la delincuencia? En absoluto, sobre todo si llevan tiempo en Europa. Ya ocurre en muchas ciudades del continente, no tanto en España, donde miles de extranjeros son presa fácil de los peores instintos. Algunos han solicitado asilo pero tienen pocas opciones de construir una nueva vida; a otros se les ha negado o carecen de papeles y sin ellos están condenados a la marginalidad. No es necesario que pase mucho tiempo antes de que decidan que si no reciben nada de nadie no le deben nada a nadie, ni a la comunidad ni al Estado.

No han faltado comentarios de los que recuerdan que las agresiones sexuales generalizadas son habituales en otras grandes concentraciones de gente, como la Oktoberfest y otras, en las que el consumo de alcohol es como mínimo bastante alto. Sería un sarcasmo pretender que el desprecio por los derechos de la mujer es compartido sólo por los jóvenes procedentes de Oriente Medio y el norte de África. Se ha citado como precedente lo que ocurrió en muchas ocasiones en la plaza Tahrir, en El Cairo, durante los días de la rebelión contra Mubarak. Esa ola de agresiones tenía un componente político, porque la policía dejó que grupos de delincuentes camparan a sus anchas en varias zonas de la ciudad. Les convenía dejar claro que Tahrir no era un lugar seguro. Algunos de ellos fueron también utilizados como fuerza de choque en los primeros días contra los manifestantes.

En noviembre el Ministerio de Interior alemán difundió las conclusiones de un estudio sobre criminalidad, según el cual los delitos cometidos por refugiados eran similares en número a los de la población alemana. En los abarrotados centros de acogida de refugiados sí se producían delitos, en general robos, pero no en un número alarmante. La intención de hacer públicos esos datos era precisamente despejar rumores y comentarios que relacionaran la llegada de extranjeros con un posible aumento de la delincuencia. Siempre ocurre lo mismo. Los de fuera son los que alteran una ficticia paz anterior.

La acogida de refugiados cuesta dinero, y esa es una de las razones por la que los gobiernos europeos miran para otro lado. No consiste sólo en dar papeles y alojamiento durante un breve espacio de tiempo. Un hombre joven de 20 o 30 años sin trabajo o posibilidades de tenerlo, sin conocer el idioma o poder integrarse, es un riesgo potencial en cualquier sociedad. No esperará hasta que la décima cumbre europea encuentre una solución en la que pocos gobernantes están interesados.

La aplicación de la ley exige que los delitos sean castigados y que las fuerzas de seguridad se dediquen a vigilar los lugares potencialmente peligrosos. En el mismo día en que el gobierno alemán temía un atentado en Múnich, la policía mostraba una total falta de competencia y previsión en Colonia ante una multitud de delincuentes que aprovecharon el ambiente de fiesta y la presencia en la calle de miles de personas para cometer sus delitos. Este error de seguridad supone una evidente merma de credibilidad para el gobierno de Merkel, y tendrá que enmendarlo en las próximas semanas o meses.

Políticamente, deberá decidir si se pone del bando de los euroescépticos y ultras, que quieren convertir los sucesos de Colonia en un procesamiento colectivo de los refugiados. No pasará mucho tiempo hasta que a la turba criminal de acosadores y violadores le suceda una turba racista. De las reacciones de los políticos dependerá que los segundos consigan su objetivo.

(Tomado de Eldiario.es.)

    N de R: Las denuncias de agresiones crecieron hasta más de 400 en Colonia y 160 en Dusseldorf. El Ministerio del Interior alemán dijo este lunes que se trató de “asaltos” organizados por las redes sociales. Fue también en las redes sociales que se concertaron unas 20 personas para “cazar” a siete inmigrantes en Colonia en los últimos días.

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