Es evidente que la formación audiovisual en nuestro país no ha dejado de crecer en los últimos diez años. El aumento considerable en la cantidad de producciones uruguayas –tanto de las que nacen apoyadas por los fondos del Estado como de las independientes– es una clara consecuencia de ese interés que manifiestan los y las jóvenes por acceder al conocimiento profundo de las imágenes y los sonidos.
Aprender audiovisual de una forma reflexiva, sostenida en el tiempo, es cada vez más necesario para lograr en cualquier estudiante una interacción comunitaria plena y estimular su pensamiento crítico. La comunicación social y artística del presente está asociada a la exploración ficcional y documental de este lenguaje y a la adquisición cabal de las herramientas teóricas y prácticas que lo integran. La calidad de la realización e interpretación de los materiales que circulan en los diversos dispositivos y plataformas podría crecer de manera exponencial si el aprendizaje cinematográfico dejara de ser potestad de algunas elites dentro de la sociedad. Sin embargo, en la demostración de un atraso considerable, el currículum obligatorio de primaria y secundaria apenas se hace cargo de la importancia que tienen hoy estos contenidos. Es posible afirmar que el lenguaje audiovisual ha sustituido a la palabra en un montón de funciones, y muchas veces la ausencia de formación al respecto, así como la imposibilidad de acceder a ciertas técnicas profesionales debido a su costo, continúan impidiendo el desarrollo democrático de saberes hoy básicos para la mayoría de la población.
A pesar de ese vacío inicial, tanto en la educación pública como en la privada, los espacios terciarios que se dedican a la formación fílmica y sonora se llenan cada año de gurises ansiosos por zambullirse en el cine y sus promesas. Además de que podemos llamarlo, sin miedo a exagerar, el lenguaje de una generación, estudiar audiovisual supone acceder a procesos de aprendizaje en los que, al contrario de lo que sucede en otras instituciones que ofrecen carreras vinculadas a lo artístico, el foco preponderante no está puesto en aprender la historia o teoría de una u otra disciplina (teoría literaria, historia o análisis del cine, etcétera), sino en desarrollar la imaginación y el ingenio, entrenarse en la solución de problemas artísticos prácticos o explorar en colectivo las diversas etapas del yo creador. En ese sentido, el Festival Internacional de Escuelas de Cine, que llega este agosto a su edición número 21, puede resultar una excelente muestra de los resultados que vienen logrando, en el mundo entero, las nuevas generaciones de cineastas y realizadores.
Una de las muestras objetivas de que el estudio del lenguaje audiovisual está realmente en auge es que, este año, 18 estudiantes y docentes de la Escuela de Cine del Uruguay (ECU) seleccionaron la programación del festival enfrentándose a un récord de convocatoria: les llegaron alrededor de 2.200 cortometrajes de 104 países. Después de un arduo trabajo, el equipo decidió que la selección final de 2021 incluyera 62 cortos de ficción, no ficción y animación realizados por estudiantes de 59 escuelas de cine de 36 países, incluido Uruguay. Un dato a tener en cuenta es que el festival vuelve a mantener, este año, la paridad de género: entre los realizadores hay 33 hombres y 33 mujeres. Las instituciones educativas uruguayas que tienen cortometrajes dentro de la programación son la Escuela de Artes Visuales A+, Dodecá, la Facultad de Información y Comunicación de Universidad de la República, la Tecnicatura en Audiovisuales de la Universidad del Trabajo del Uruguay, la Universidad Católica del Uruguay y la propia ECU.
Además de la proyección de los cortometrajes, el festival contará con actividades paralelas que incluyen dos importantes encuentros gratuitos a través de Zoom: uno con el realizador español Jonás Trueba (Todas las canciones hablan de mí, Los exiliados románticos, La virgen de agosto) y otro con la directora y guionista paraguaya Paz Encina (Hamaca paraguaya, Ejercicios de memoria). Por otra parte, los estudiantes tendrán espacios de diálogo entre ellos, ellas y elles, que servirán para tender puentes y fomentarán el intercambio de experiencias, consejostécnicos, impresiones y reflexiones.
Para quienes gusten de realizar o visionar cortometrajes –ese formato particular al que solemos darle tan poca bola– asistir a este festival es una oportunidad preciosa. Además del aprendizaje cultural que supone admirar tan enorme diversidad de estilos, miradas, inquietudes y esquemas de producción, si nos proponemos conocer los materiales de las principales escuelas de cine del mundo, también es probable que estemos, sin saberlo, asistiendo a las primeras películas de esos nombres que algún día llenarán las marquesinas, los catálogos de Cannes o las páginas de streaming del futuro cercano.