Conceptos como los
de autor, autoría, obra y representación, trastornan, desde hace décadas, las
capacidades de análisis. Quizá, porque uno de los espacios privilegiados para
analizar la manera en que una sociedad piensa –o se piensa– es la
individualidad. O porque, cuando a fines de los sesenta, Roland Barthes, Michel
Foucault y Jacques Derrida proclamaron la crisis de la autoría, la vincularon a
la crisis del yo. Las obsesiones sobre la originalidad de la literatura
imponen la presencia de un sujeto único, cuya voluntad se materializa en cada
texto. Pero, de cierta forma, el autor renuncia a sí mismo cuando escribe, ya
que nunca lo hace a partir de cero, sino mediatizado por lenguajes anteriores,
propios y ajenos. La identidad de un autor, o de una autora, y los espejismos
que se tejen e...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate