La tradición en movimiento - Semanario Brecha
Ali Farka Touré

La tradición en movimiento

El guitarrista maliense, fallecido en 2006, volvió a la escena discográfica a través de Voyageur, un compilado que recoge temas inéditos de su autoría grabados entre 1991 y 2004. Con este material, no solo reaparece una música de gran interés, sino también varias preguntas acerca de la relación entre la música africana y el resto del mundo.

Hablar acerca de la identidad de una música por su procedencia, tanto continental como nacional, es de lo más habitual. Sin embargo, la música africana es una bolsa que engloba todo el continente. Por más que haya millares de discos que vislumbran diferencias entre distintas regiones, aún nos seguimos refiriendo a ellas como si fueran una sola cosa, sin distinción alguna. Solo cuando hay un interés económico aparece la necesidad de ser más específico. De esta manera, aunque notemos instrumentos, ambientes, narrativas y otros elementos diferentes, todo ello es atraído por la fuerza homogeneizadora de nuestra concepción de la música africana: puro ritmo y las raíces del mundo.1

Si uno busca información sobre Ali Farka Touré, rápidamente encuentra cosas como «guitarrista y cantante de Mali, una de las figuras más importantes de la música africana». No de Mali, sino de África, el continente entero. Por más que esto sea cierto –como podríamos decir que Luis Miguel es de las figuras más importantes de la música latinoamericana–, nuevamente se concibe a África como una sola gran masa, sin fronteras, sin límites culturales, sin historia, sin identidad. Tal vez podamos hilar más fino.

Ali Farka Touré fue un guitarrista y cantante de Mali, y su importancia no se explica solamente por su popularidad global. Fue una figura de enorme relevancia cultural, por su personalidad, su música, su lealtad a sus tradiciones. Por decirlo de alguna manera, Ali fue para Mali lo que Zitarrosa fue para Uruguay, aunque sea una analogía un poco forzada. Pero hay algo en común: personas que pasaron a ser emblemas culturales y que, a partir del folclore de su país, lograron cambios que trascienden a la música y a la propia persona, como una idea que tomó forma en un cuerpo.

Su carrera empezó en los años sesenta con varias grabaciones en radios locales, pero despegó a partir de su disco Ali Farka Touré, de 1988, editado a través de World Circuit Records, uno de los principales sellos de la denominada world music (‘música del mundo’). Desde ahí hasta su muerte, en 2006, editó varios discos, se presentó en vivo en muchos países y logró establecerse como una de las figuras musicales más importantes del continente africano.

Ahora acaba de editarse Voyageur, un compilado que recoge temas inéditos que grabó entre 1991 y 2004. De los nueve temas, cuatro ya habían aparecido en discos previos con otras interpretaciones y músicos. El resto son novedades completas.

Además de la reconocible y distintiva guitarra y el cantar de Ali, nos encontramos con otras importantes figuras de la música maliense, como los cantantes Oumou Sangaré y Afel Bocoum, Bassekou Kouyaté y Mama Sissoko en ngoni, y extranjeros, como el saxofonista estadounidense Pee Wee Ellis. Entre temas con guitarra acústica o eléctrica, calmos o danzables, netamente malienses o con claros aportes anglosajones, es un disco que atraviesa buena parte del abanico musical del artista.

Una gran mayoría notará reminiscencias de blues en la música de Ali. De hecho, desde su primer lanzamiento por World Circuit, se lo ha nombrado como «el padre del blues africano» y, por ende, presupone que la música africana es el ADN del blues. Por un lado, denominar algo a partir de otra cosa de manera retrospectiva, más allá de las acusaciones de colonización cultural, denota algo más profundo: la lógica que hace a la teoría musical occidental es la misma que lee músicas de otras culturas y tiempos históricos. ¿Una música se define netamente por su materialidad? Y si lo planteamos desde lo material, ¿es esa materia siempre lo mismo? ¿No podría ser otra cosa al estar en otro contexto? Por otro lado, Ali, al principio de su carrera, viajó a Europa y conoció la música de John Lee Hooker, uno de los bluesmen más importantes del género, y lo ha nombrado como gran influencia. ¿Eso significa que la música de Ali es blues o que tiene algo de ello? Pues sí y no.

En una ocasión, Ali retrucó: «Para mí, el blues es una especie de jabón en polvo, mi música es más antigua que el blues». Aquí entra en juego nuestra relación y concepción acerca de la tradición. ¿La música de Ali fue desarrollada, entre otras cosas, a partir del blues? Sí, pero no por ello dejaba de ser la música tradicional de su tierra. El interés que hay por esta música es por la búsqueda de lo exótico, la expansión inconsciente de una lógica y una romantización de las supuestas raíces de esa música según una concepción lineal de la historia: si África estuvo primero –esto se basa, en gran parte, por establecer a África como un continente subdesarrollado, o sea, que todavía no llegó– y su música tiene algo de blues, entonces el blues viene de ahí. Pero al enterarnos de que Ali efectivamente tuvo contacto con el blues, concluimos que su música no es del todo pura y que ya ha sido infectada y conquistada. Misión fallida: estábamos en busca de la tradición en su estado bruto para salvarla y hacer de ello un acto de reconocimiento e inclusión.

Pero Ali no parecía tener este problema, no sentía haber sido colonizado ni que lo suyo fuera menos puro. Él sentía, y también sus correligionarios, que su música seguía la tradición e incorporar algo nuevo o moderno no la corrompía. A diferencia de este lado del mundo, la tradición no se evidencia solo en algo material y, más aún, no es algo congelado en el tiempo. El cambio no es algo que incorpora, transforma o siquiera expande la tradición, pues ella es algo en constante movimiento, nunca algo estable. Tampoco habría que caer en otra romantización: que su concepción de la tradición es totalmente diferente y, por ende, otra pureza. Mali es un país, con un gobierno, una política económica, una inserción global y, por lo tanto, tiene bastante en común con nosotros. Pero parecería que, para la lógica dominante, eso no reviste aún el grado de relevancia que tiene.

En cualquier otro lugar, Ali habría sido el creador de un estilo, de una nueva forma de tocar la guitarra y, aunque esto se adoptara en toda la música de su país, él seguiría siendo el autor de ello. Pero, en Mali, Ali Farka Touré no fue un creador ni quien incorporó una novedad a la música, sino alguien que supo continuar con la tradición, ayudarla a seguir moviéndose.

1. De haber interés en profundizar varias de estas ideas, recomiendo leer Orientalismo, de Edward Said, transpolando el orientalismo al africanismo.

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