Yates tenía 25 años en 1951, cuando se mudó a París para seguir los pasos de sus escritores admirados. Ya conocía Francia, aunque de una forma muy diferente: había pasado allí varios meses como soldado luego del final de la Segunda Guerra Mundial, convaleciendo de tuberculosis en un hospital militar. Visto en retrospectiva, su regreso a París anuncia la clase de error al que sus personajes se verán enfrentados una y otra vez: aunque realicen los movimientos aparentemente correctos en dirección a sus sueños, más tarde o más temprano comprenderán que estuvieron yendo hacia un sueño fantasmal.
Una vez en París, sin trabajo y valiéndose de ahorros, Yates se abocó a ejecutar su plan de escribir cuentos a razón de uno por mes, venderlos a revistas y vivir menos de las magras ganancias que de la ...
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