El primer encuentro de quien escribe con Uli Piel se dio en la antesala de la presentación de Intimidad de lo común, obra de Silvio Lang presentada el pasado sábado 9 de setiembre en el Festival Internacional de Danza Contemporánea de Uruguay (FIDCU). La siguiente charla se vio inevitablemente atravesada por las vivencias de ese día.
—Intenso lo del FIDCU, ¿no?
—¡Salado! Tal vez la obra no apuntaba a las emociones, pero ese día yo venía sensible, me puse a llorar. Había tenido un cruce con una persona mientras caminaba por 18 de Julio. Es que el problema no es solo la diversidad sexual, sino también la cultural. Ven en mí una feminidad que no les deja ver su propia disidencia… Ser queer es, en fin, ser raro. La gente no se enfrenta a ciertas expresiones artísticas porque están cargadas de sexualidad. Todo queda en la estética y no llega a lo personal.
—¿Qué reflexión te despertó la obra de Lang?
—Que falta movimiento en las personas. Estamos acostumbrades a ver a la gente caminando por la calle con el celular en la mano, pero cuando asistimos a un espectáculo protagonizado por disidencias, es como un show. Las disidencias, para mí, terminamos siendo un show.
—Suena feo, pero lo que decís me hace pensar en un zoológico…
—Y sí. Una vez que mis predecesoras hicieron camino en el mundo del arte, tampoco las han podido sacar de ahí. Es un lugar común para que nos puedan entender, y es un viaje, porque no todas las trans trabajamos en el arte. Yo conozco trans que trabajan en tecnología e información y dicen que eso es más fácil porque no tienen contacto con la gente, es todo digital.
—¿Cómo es tu vida laboral?
—Hace diez años que escribo, aunque no es algo remunerado como para sobrevivir. Soy DJ para montajes de fiestas y escenarios. Ahora estoy con unas obras de teatro, ya más guionadas. Mi vínculo con el trabajo siempre es artístico, y eso es difícil, como le pasa a cualquier artista.
—Qué intenso, porque estás resistiendo en dos luchas a la vez: por tu identidad y por ser artista.
—Estuve en una larga búsqueda de qué quería hacer y qué quería ser. Vine de Maldonado a Montevideo a los 18 años a estudiar. Estudié Geología un semestre, luego Ingeniería en Computación dos años, después Licenciatura en Letras un semestre, después otro en Corrección de Estilo. Esto último fue lo que más me ayudó para escribir. Necesitaba recursos para entender la lengua antes de poder reconstruirla a mi manera. Cuando llegué a Montevideo era un chico hetero, y en esa búsqueda de qué hacer, aún no sabía bien quién era.
—Buscando qué querías hacer fuiste encontrando quién querías ser.
—Claro, porque al inicio la escritura estaba en un segundo plano. Antes de transicionar, no me consideraba escritora. Una vez que asumí mi identidad como chica trans, recién ahí pude llamarme escritora. Une piensa que para ser algo tenés que estar en una institución o que [necesitás que] alguien te forme, y la transición me ayudó a ver que una misma puede formarse. Soy transbiana (trans lesbiana), y no tenía una referencia muy presente.
—¿Considerarías, entonces, tu escritura como escritura trans?
—Ya no. La temática trans siempre está porque es lo que vivo, pero el contenido ya no es solo eso. Pensé que había una forma de militar allí, y la hay, pero si te enfocás mucho en eso pierde sentido hacer literatura, creo. Es seguir enfocándome en lo conocido y no ir más allá.
—¿Qué sería para vos lo conocido?
—La experiencia del día a día, la protesta de los lugares comunes. Hay que ir más al fondo. Esta obra del 17 es un lugar desconocido para mí. Cuando escribo, siempre busco el movimiento para poder hacerlo, pero cuando recito, es un lugar muy fijo. Voy, me paro, digo lo que voy a decir y listo. Estoy intentando buscar otros canales de comunicación.
—¿Estás buscando generar otro ambiente para tu poesía?
—Exacto. Cuando soy DJ, aunque hago lo mío, hay ciertos consensos con el tipo de evento. «Soy una DJ y esto es una fiesta»… Siempre hay límites. Esta es una oportunidad para mezclar lo que hago y ver qué sale de eso, porque el público va a ver una creación viva. Por más que ensaye, no sé qué pasará.
—¿Cómo lo estás ensayando?
—Lo que estoy preparando es música que no tenga voz y que tampoco sea de fondo. Mis amigues me han enseñado que no solo se trata de seleccionar o producir cosas, sino de narrar algo con lo que una hace, y eso va bien con la literatura. Quiero que las dos cosas se complementen y dar a los textos movimiento. Eso va a ser complementado con otras cosas que he hecho, más de performance. Tengo un personaje que se llama la Comedora de Ojos, que lo he desarrollado en redes…, vengo sacándola de la virtualidad.
—Por más que el evento se anuncie como poesía y música, hay un tercer arte allí que es la performance.
—Sí, aunque no quiero subestimar a quienes ponen el cuerpo para leer, porque eso también es performático. También soy diseñadora, trabajo con objetos reciclados, cosas que encuentro y me donan, y los transformo en prendas utilizables. Este trabajo busca integrar estas disciplinas que he investigado.
—¿Cuál dirías que es el objetivo del espectáculo?
—Siempre busqué una buena comunicación con quienes me vinculo, pero he encontrado expresiones e ideas que quieren ser dichas más allá del grupo más cercano. Cosas que quieren ser escuchadas por otras personas, ciertas perspectivas sobre la vida que no pueden quedar en lo endogámico. Busco afectar tanto a quienes estén cerca como a quienes no pueden estar en el Solís para escuchar.
—¿Y has logrado generar esa escucha amplia en alguna ocasión?
—La primera vez que fui DJ, en una fiesta organizada por Música de Trolxs, empecé el set con un audio de María Clemente, una diputada mexicana que se estaba quejando porque era, además, trabajadora sexual y la querían sacar por eso. Ahí había algo para ser escuchado más allá de su país. Así que les obligué a escuchar eso antes del baile.
—¿Y cómo resonó?
—Fue bien recibido, y me gustó poder descontextualizar esa entrevista. Tal vez me habría gustado que a alguien le molestara.
—Intentás llegar a personas fuera de tu círculo, y mencionaste que es posible salir del lugar trans más común e ir más profundo. ¿Qué se mueve en vos al conjugar todo eso?
—Ver la transición en otras personas. Se cree que las únicas personas que transicionan somos las trans, y todes lo hacemos. Cinco años atrás tenía miedo de contarles quién soy a mis viejes, al pensar en cómo lo recibirían. Hoy por hoy me acompañan: elles también transicionaron. La descontextualización no sé si es un nuevo lugar, pero te puede llevar a otros, deseados, imposibles.