Cuando la pandemia llegó a Uruguay, el 13 de marzo, el gobierno dejó claro que no estaba ordenando una cuarentena obligatoria. Lo que sucedió en los hechos fue algo materialmente indistinguible de una cuarentena masiva: se detuvo casi totalmente la actividad del país y se mantuvo detenida hasta bien entrado mayo, en una muestra extraordinaria de disciplina colectiva. El eslogan del gobierno y de una gran campaña multimediática era «Quedate en casa». El perjuicio económico de este parate no se sintió menos por que la cuarentena no fuera formalmente obligatoria, y la ayuda económica del gobierno no fue suficiente. Pero la cuarentena no obligatoria tuvo éxito. La curva de contagios se aplanó, la primera ola no se materializó y el país llegó a mitad de año en condiciones de retomar gradualment...
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