En este artículo nos proponemos esbozar, de manera sintética, algunos de los cambios que ha sufrido el mundo del trabajo en las últimas décadas. Estos cambios aparecen indisolublemente unidos a tendencias profundas en el desarrollo de las sociedades modernas, que establecen parámetros de organización diferentes a los que edificaron a la sociedad industrial clásica. En este plano, muchos autores han mostrado cómo el riesgo y la incertidumbre se presentan, en la fase actual de la modernidad, como componentes permanentes en las relaciones sociales que se establecen en campos tan diversos como el trabajo, la familia o la educación.
Los procesos de individuación que se producen en un marco de creciente desigualdad, la pérdida de referentes colectivos como los de clase o nación, la menor centralidad de las organizaciones como estructuradoras de los recorridos laborales y de la estratificación social, la incapacidad de la ciencia para controlar los efectos secundarios del desarrollo tecnológico y el surgimiento de modelos productivos centrados en la flexibilización del proceso de trabajo y de las relaciones contractuales, constituyen una ruptura de los pilares centrales sobre los cuales se edificó la sociedad industrial clásica: racionalidad, organización, orden y jerarquía.
En el plano laboral, la crisis del modelo taylorista-fordista de organización del trabajo y la recomposición de las relaciones laborales forman parte constitutiva de estos procesos. Entre los innumerables cambios que se producen en el plano laboral y social se pueden resaltar los siguientes:
La empresa pierde centralidad como unidad en la construcción de conocimientos y de carreras laborales. En el modelo anterior, las carreras laborales y las competencias se asociaban íntimamente al recorrido que realizaban los individuos por la empresa en tanto organización burocrática. En el nuevo contexto productivo las competencias se construyen en torno al recorrido individual que realiza cada uno, que puede incluir el pasaje por diferentes unidades productivas o por formas de trabajo unipersonal.
La posición laboral no determina las formas y estilos de vida de las personas, las cuales se diferencian de manera creciente a partir de los intereses subjetivos y de las situaciones de vida de cada una. Las estructuras fijas, como las de clase o categoría profesional, pierden su coherencia y su sentido para el individuo, que gana una nueva libertad y un sentido de individuación y de subjetivación que no estaban presentes en las formas sociales precedentes. Ahora tiene la posibilidad de elegir diferentes historias de vida y darle diferentes sentidos a su acción, sin quedar fijado a sus orígenes sociales y a sus formas primarias de socialización. Su contracara es el aumento de la incertidumbre y el riesgo en el plano individual.
El modelo taylorista de organización de la producción industrial es un ejemplo de racionalización y de organización jerárquica del proceso productivo, con una fuerte apuesta a la ciencia y a la técnica como motores del desarrollo. La crisis del modelo se expresa en las dificultades para lograr una producción de calidad y una mayor motivación de los trabajadores hacia el producto de su trabajo.
En función de lo anterior, las formas de organización colectiva que se dieron los trabajadores, los espacios institucionalizados de negociación y su incidencia en el escenario político son sustituidos por formas cada vez más individualizadas de acción social, por la fragmentación de situaciones y la heterogeneidad de respuestas. El proceso de cambio gradual de un sindicalismo inclusivo, centralizado y altamente politizado, por modalidades de sindicalismo más despolitizado, fragmentado y corporativo, es un ejemplo de esta nueva tendencia.
Como corolario de este proceso, aumenta la incertidumbre como componente central de las relaciones sociales. En el campo laboral, se expresa en la proliferación de los contratos a término, la sustitución de la relación asalariada por el trabajador unipersonal, la fuerte rotación, el desarrollo de formas de empleo precarias y el desempleo crónico.
Las transformaciones en el mundo del trabajo expresan tendencias irreversibles de la modernidad que deberán enfrentar las diferentes políticas de desarrollo que se pretendan implementar en nuestro país. En el caso uruguayo, la transformación del modelo taylorista-fordista se ve impulsada por la difusión y aplicación de herramientas de gestión, derivadas de la necesidad de obtener mayores niveles de calidad para colocar la producción en los mercados regionales e internacionales. La difusión y globalización de determinadas herramientas de gestión, tales como los modelos de calidad total, las normas de certificación internacionales sobre calidad y seguridad de la producción, y la certificación de competencias, entre otras, se inscriben en el proceso de difusión de los nuevos modelos productivos en el marco de la globalización de las economías. Sin embargo, estas herramientas de gestión se aplican en contextos productivos que tienen sus especificidades en términos de culturas de trabajo, racionalidades empresariales, relaciones laborales y poder sindical.
En este sentido, los procesos de trabajo en Uruguay parecen inscribirse en formas postayloristas específicas que conviven con formas clásicas de organización del trabajo, lo que amortigua las tendencias esbozadas más arriba. Por otra parte, las nuevas formas de trabajo no se ven acompañadas siempre del desarrollo de nuevas posibilidades de incorporación de las capacidades cognitivas y comunicativas de los trabajadores, sino que refuerzan, en muchos casos, los componentes de flexibilización de las formas contractuales de empleo. Esto hace que en la sociedad uruguaya coexistan, simultáneamente, las tensiones clásicas de la sociedad industrial, que todavía no están resueltas, con las tensiones y conflictos derivados de las transformaciones de la modernidad. Esta doble tensión agudiza los desafíos y los problemas que debe enfrentar la realidad productiva del país.
El desafío que se les presenta a los actores laborales y políticos es decidir qué tipo de estrategias deben desarrollar frente a estos parámetros sobre los cuales se desarrolla actualmente el mundo laboral, partiendo de la base de que la defensa de las formas tradicionales de trabajo parece utópica y poco deseable. Una posibilidad es buscar profundizar las transformaciones del modelo taylorista rescatando los aspectos más positivos para los trabajadores en términos de desarrollo de sus potencialidades en el proceso de trabajo, si bien los componentes de riesgo e incertidumbre difícilmente desaparezcan. La otra variante, también incierta y compleja, es la apuesta a un cambio global de la sociedad sustentado en otros parámetros diferentes a los expresados, pero que en la actualidad no cuenta con modelos históricos de referencia.
En definitiva, las transformaciones de la modernidad se plantean como un desafío concreto, tanto para los especialistas y técnicos como para los actores colectivos e individuales. Estos cambios no sólo impactan en el mundo del trabajo, sino que inciden en campos tan diversos como las políticas sociales, la salud y la seguridad. Hasta dónde ha sido afectada la sociedad uruguaya por estos cambios y cuáles serán sus rumbos son temas que requieren amplias investigaciones, no sólo en el campo de la sociología del trabajo, sino en numerosos y diferentes terrenos.
* Profesor titular del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales (Udelar). Integrante del Área de Sociología del Trabajo de ese departamento.