“Mis obras son como postales que hiciera un viajero que recorre mundos de ficción, con una infinidad de fauna y flora coloridas, de seres extraños. Una combinación inusual entre lo biológico y lo mecánico, como si un ingeniero/científico loco de la época victoriana metiera mano en el engranaje interno de la naturaleza.” Así define su arte Facundo Pérez, un alumno de sexto de bachillerato artístico del Instituto Miguel C Rubino del departamento de Durazno, quien acaba de cumplir 18 años.
En esta exposición llamada Reiniciar, que se ofrece en el Espacio de Artistas Emergentes de la Cátedra Alicia Goyena, Facundo explora diferentes formatos y técnicas, desde el dibujo a tinta y lápiz de color hasta la pintura acrílica, pasando por esculturas en papel maché y máscaras armadas con objetos reutilizados. La dispersión de intereses es natural a su edad y dadas las búsquedas que debe emprender todo artista. Y los resultados son desparejos, como debe ser. Pero la posibilidad de montar una exposición en Montevideo –apoyado por sus profesores Leonardo Aldama y Martín Álvarez– y de ir definiendo un camino personal funciona como un rito de pasaje que el joven también debe atravesar.
Lo cierto es que Facundo posee un verdadero talento para el dibujo. Una aptitud que no se relaciona tanto con la destreza técnica como con la pasión que les imprime a sus tanteos. Esa fuerza se advierte en la intensidad del trazo, remarcado con ahínco pero también con precisión, que compone sin saturar, dejando espacios de la hoja en blanco o con apuntes mínimos para lograr el equilibrio. Y como no es un virtuoso de la línea, ante sus dibujos no nos distrae el preciosismo: va directo al hueso. Un caballito de mar cadavérico que luce como una especie de escafandra, una araña con un reloj incrustado en su cuerpo, diferentes clases de batracios fantásticos, un gorrión sentado en cuclillas en un entorno escolar –mezcla de ave y niño– observa pasar un avioncito de papel: todas las obras están imaginadas con detalle y generan una atmósfera propia.
No es casual que el joven feche con día y hora sus estudios. El compromiso es notorio en su trabajo, así como una incipiente conciencia sobre el proceso de investigación. Está lejos de dominar el color y en sus pinturas no alcanza la ensoñación que propician sus bocetos. Aún no ha descubierto el potencial cromático y parecería que en algunas composiciones el color cumple una función de relleno. Será cuestión de tiempo y de trabajo para que avance en ese terreno.
Consultado sobre sus referentes, responde que además de sus profesores le han influido Joseph Yerka y el Bosco: “De ellos he tomado elementos de su extensa producción de mundos increíbles y fantásticos”. Cabría agregar al Hayao Miyazaki de El increíble castillo vagabundo y, en general, a todas aquellas producciones del estudio Ghibli, que son recorridas por la imaginación surrealista de los paisajes y las máquinas voladoras. Pero los influjos no importan tanto en esta etapa como la potencia expresiva. Acaso, en este momento, Facundo esté reseteando todo su background de conocimientos e influencias, y como el título de su muestra lo sugiere, esté dando inicio a una nueva etapa que nos deparará, a no dudarlo, más sorpresas.