La población de Israel está disminuyendo. La Oficina Central de Estadísticas afirma que en 2024 el crecimiento de la población disminuyó del 1,6 por ciento al 1,1 por ciento respecto al año anterior y considera que esta «migración negativa» es consecuencia de la «situación incierta» que vive el país. Es de suponer que el funcionario público que le atribuyó el aumento de la emigración a una «situación incierta» estaba pensando en las manifestaciones masivas contra el gobierno, la certeza de que el primer mandatario está siendo investigado por varios crímenes, las guerras, la crisis económica, el aislamiento internacional causado por los crímenes de guerra de su gobierno y el aumento del antisemitismo.
Según el Instituto de Estudios de la Seguridad Nacional, unas 68 mil personas evacuadas del norte y sur del país desde hace un año y medio todavía no habían podido o querido regresar a sus hogares y las frecuentes alarmas obligan a millones de personas a correr hacia los refugios cada vez que los yemeníes disparan un misil contra Israel. Miles de empleos han desaparecido en la agricultura y el turismo, los repetidos llamados a reservistas para hacer servicio militar interrumpieron proyectos personales de trabajo, de estudio o de negocios y mucha gente sufre estrés crónico y pérdida de sueño por las alarmas aéreas, la inseguridad y la violencia. La situación se complica por la profundización de los conflictos internos. Arrecian los enfrentamientos entre políticos, jueces, fiscales y militares, entre el gobierno y la población, entre quienes quieren poner fin a las guerras y quienes quieren continuarlas.
UN DETERIORO CONTINUO
Todo esto acelera el deterioro de la educación, que había comenzado años atrás. En las pruebas PISA de 2023, por ejemplo, Israel descendió 14 puestos en matemáticas y ciencias. La situación continuó empeorando a causa de la evacuación masiva de decenas de miles de niños y jóvenes, porque no pudieron asistir a clase normalmente durante varios meses. Algunas reformas impuestas por los fanáticos religiosos agravan la situación. Hace unos días, por ejemplo, el ministro de Educación presentó un plan de reforma escolar llamado «Raíces: Programa nacional para las identidades judías y sionistas», cuyo objetivo declarado es imponer estudios religiosos en todas las escuelas de Israel. En vez de fortalecer el estudio de las matemáticas y otras ciencias, se estudiará la Biblia. Poco antes el parlamento había comenzado a discutir un proyecto de ley propuesto por una parlamentaria de un pequeño partido del extremismo religioso, Limor Son Har-Melej, que de ser aprobado permitirá la segregación por sexo en los cursos universitarios de posgrado. Esta parlamentaria promueve también una reforma que obligaría a las escuelas estatales a ofrecer distintos planes de estudio para niños y niñas, lo que consolidaría la creciente discriminación por sexo.
La educación universitaria, que ya había sufrido por recortes presupuestales, menor afluencia de estudiantes extranjeros y creciente aislamiento por boicot internacional, se resintió debido al ingreso masivo de estudiantes y docentes al servicio militar, las interrupciones y las demoras de clases y exámenes, y la reducción de fondos causados por la guerra. «Las consecuencias de la guerra han sido gravísimas», aseguró Daniel Chamovitz, rector de la Universidad Ben-Gurión y presidente de la asociación de líderes universitarios de Israel. «De un total de 300 mil estudiantes inscriptos en la educación superior, unos 70 mil fueron citados a presentarse para hacer el servicio militar.» La «guerra» en Gaza también ha propiciado un clima de autocensura y restricciones de la libertad académica y la libertad de expresión, necesarias para el buen desarrollo de la vida académica, el debate democrático y la investigación científica.
La «situación incierta» también ha reducido las oportunidades en investigación científica e innovación tecnológica. Muchos jóvenes han emigrado. Por supuesto, una disminución del crecimiento de la población del 1,6 por ciento al 1,1 por ciento anual no es tan grave como para considerarla en sí misma una catástrofe, pero en este caso se pueden observar dos agravantes: su rapidez, porque ocurrió en pocos meses, y su selectividad demográfica, ya que muchos de los migrantes son jóvenes con un alto nivel educativo, activos en las empresas del sector de innovación y alta tecnología.
En Israel este sector creció durante varios años y alcanzó un tope a principios de esta década, y en 2022 empleaba al 11 por ciento de la fuerza laboral total del país y generaba el 50 por ciento de las exportaciones. Luego se estancó y ahora ha comenzado a contraerse. Una encuesta hecha en 2024 a directivos de 200 organizaciones de 35 sectores industriales reveló que solo una pequeña minoría (el 2 por ciento) de las organizaciones israelíes están trabajando en innovación disruptiva. Según el Instituto Israelí por la Democracia, uno de los frenos ha sido que el sector público no incorporó masivamente las innovaciones tecnológicas.
Un informe de la Autoridad de Innovación de Israel publicado en abril identifica algunas causas de la involución del sector innovador: disminuyeron las inversiones privadas, se cerraron algunos mercados, se aplazaron o abandonaron muchos proyectos de start-ups y algunas empresas abandonaron Israel. Un ejemplo reciente es la decisión de la empresa eBay de despedir a sus 200 empleados y cerrar su «hub innovador» en junio. Miles de empleados y empresarios del sector no han podido trabajar durante varios meses porque debieron hacer uno o más períodos de servicio militar. Esto último es particularmente grave en el caso de empresas pequeñas y nuevas, que exigen mucha dedicación y que son una parte importante de esta industria.
Pero el problema más grave para el sector de innovación en alta tecnología es la gran emigración de jóvenes ingenieros, programadores y expertos en tecnologías de vanguardia. La agencia estima que solo en los primeros nueve meses desde que comenzó la guerra en Gaza el sector perdió más de 8 mil expertos debido a la emigración. Muchos de ellos continúan trabajando en las filiales que estas empresas tienen en el extranjero, pero el hecho de que tantos especialistas abandonasen el país en tan poco tiempo no solo es un problema por la reducción de la fuerza laboral altamente capacitada, sino porque al reducirse el tamaño de esa comunidad los más jóvenes tienen menos oportunidades de aprendizaje, supervisión y apoyo al comienzo de sus carreras. Esto se agravará aún más porque, a consecuencia de las guerras y la crisis económica, los científicos y tecnólogos israelíes están trabajando en condiciones más difíciles, según informaba una encuesta hecha a principios de 2024 por la revista Science.
La Agencia de Innovación informa que a principios de 2024 emigraron entre 800 y 900 especialistas por mes. Considerando que Israel sigue manteniendo varios frentes de guerra simultáneamente, que la cadena de suministros está perturbada por el bloqueo yemení del mar Rojo, que las exportaciones han sido afectadas por las nuevas tarifas de Estados Unidos, que aumentaron los casos de boicot a negocios y convenios con empresas israelíes, que muchas aerolíneas suspendieron temporalmente sus vuelos a Tel Aviv y, en fin, que el país se ha hundido rápidamente en la crisis social más grave de toda su historia, se puede pronosticar que el retroceso de este sector continuará.
Los autores del informe creen que se podría revertir la tendencia negativa si se pudiese frenar la fuga de cerebros, aumentar la financiación estatal, mejorar la educación en matemáticas e inglés, y resolver algunos otros problemas. Estas propuestas no han recibido fuerte apoyo del gobierno, que, por el contrario, parece empecinado en mantener al país en la actual «situación incierta». Según la prensa israelí, el gobierno pretende continuar las guerras o incluso extenderlas, ocupando Gaza permanentemente, prolongando la ocupación de Siria, y tal vez también abrir un nuevo frente atacando a Irán, todo lo cual impide pronosticar un rápido retorno a la época en que los éxitos en innovación y alta tecnología le daban a Israel motivos de orgullo, su ingreso económico más importante y una excusa para que la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación de Uruguay) abriese su primera oficina de innovación en una ciudad israelí abrumada por los disturbios religiosos, el terrorismo y la injusticia social de la discriminación sexual, étnica y religiosa, y, para colmo, cuando el retroceso del sector de innovación y alta tecnología había echado raíces y se nutría de las consecuencias nefastas de las guerras.
Es sorprendente que Uruguay haya decidido comenzar ese proyecto cuando los factores demográficos, políticos, empresariales, sociales y educativos mencionados aquí apuntaban claramente a que no era un momento adecuado. La decisión le impuso a una iniciativa que podría haber sido conveniente y productiva en otro momento una alta probabilidad de terminar siendo un fracaso. Pero si el proyecto responde solamente a motivos políticos, sin la convicción de que se podrán lograr los objetivos enumerados por el gobierno, el análisis de las condiciones concretas no es necesario, porque cualquiera sea el resultado práctico de la oficina, poco o mucho o ninguno, habrá cumplido su objetivo político a corto plazo.
Con el tiempo, se verá.