«Manini siguió siendo comandante en 2018 por el respaldo de Pepe y Lucía» - Semanario Brecha
Con el exdirector de Defensa Claudio Alonso

«Manini siguió siendo comandante en 2018 por el respaldo de Pepe y Lucía»

Alonso fue director en el Ministerio de Defensa durante siete años y ahora, desde el Partido Socialista, reivindica la gestión del fallecido ministro Jorge Menéndez, destituido en 2019, luego de la crisis de los tribunales de honor a Gavazzo. Narra que Guido Manini Ríos resultó «empoderado» por el mujiquismo y no fue relevado antes a pesar de cuatro advertencias que Menéndez le hizo a Tabaré Vázquez a raíz de las insubordinaciones y agresivas opiniones políticas del militar. Aquella historia traumática y el futuro abordaje de la defensa en el FA fueron dos de los ejes de esta entrevista.

Claudio Alonso. HÉCTOR PIASTRI

—Usted ha analizado que el actual gobierno volvió a fortalecer la presencia de los militares en la gestión del Ministerio de Defensa y ha reducido la cuestión de la defensa al «factor militar».

—Sí, creo que se interrumpió un proceso de democratización en la conducción de las Fuerzas Armadas [FFAA] y de robustecimiento del mando civil. En 2005, cuando asumió Azucena Berrutti, los únicos cargos civiles eran el ministro y el subsecretario. El director general de Secretaría, el tercer cargo en la línea de mando, era un coronel del Ejército –hay que pensar que los dos únicos ordenadores del gasto son el ministro y ese director–. Por tanto, los ministros anteriores trabajaban en consulta con este director. A partir de marzo de 2020, se comenzó a desandar ese camino de fortalecimiento del mando civil en las FFAA. No es menor tampoco que la Dirección de Recursos Humanos y la de Formación Militar recaigan en manos de militares retirados, porque es todo un mensaje para quienes obedecen a una lógica de pensamiento que no es cualquiera y es la del Ejército. Porque todos los cargos de los que hablamos son del Ejército y no de la Armada o la Fuerza Aérea, que pueden llegar a tener otras visiones. Todos los avances que hubo, con mayor aceleración o más lentitud, se desandaron: por ejemplo, en el mensaje de la nueva ley orgánica que busca transformar la que se aprobó en 2019 o en la ley de presupuesto, en la que se volvieron a aumentar los cargos de coroneles y generales.

—La Ley Orgánica Militar aprobada por el Frente Amplio [FA] en 2019, después de mucha discusión interna, bajaba el número de coroneles en el Ejército de 190 a 130 y el actual gobierno los volvió a subir a 156.

—Sí, el gran problema que vemos es que todo esto es parte de un acuerdo político que le permitió a esta coalición llegar al gobierno. Hubo un toma y daca, y allí se restituyó ese número de coroneles, dos generales más para el Ejército y algo similar en la Armada y la Fuerza Aérea. La ley orgánica se dio dentro de un proceso: cuando asumió Jorge Menéndez como ministro, en 2016, lo primero que le pidió al Estado Mayor de la Defensa [Esmade] fue que hicieran un preproyecto. Les dio dos meses para trabajar, pero ese proceso se fue a seis. Menéndez analizó ese borrador y vio que se mantenía casi toda la ley que venía de los tiempos de la dictadura. Y encima, en la entrevista que tuvo con los distintos comandantes, le dijeron que no compartían el espíritu con el que el Esmade había hecho el borrador. El Esmade estaba a cargo del general Juan José Saavedra. Y, bueno, si los comandantes desautorizan un trabajo que venía desde el lugar que tenía que venir, se termina sabiendo que no tenía respaldo alguno. Ante esta situación, Menéndez decidió tomar el tema y hacer un trabajo riguroso. Fue una ley que, por primera vez en la historia de Uruguay, se generó en un ámbito cien por ciento civil.

—¿Estos retrocesos tienen que ver con la incidencia ineludible de Cabildo Abierto [CA] o también están mediados por la visión histórica del herrerismo sobre la cuestión militar?

—Si uno va a los aspectos históricos, cuando el Partido Nacional gobierna –los dos colegiados, el gobierno de Lacalle Herrera y el actual gobierno– hay una impronta, en particular del herrerismo, de pretender meter una cuña dentro de las FFAA. Está el cuento de que en 1958, cuando le iban a hacer una venia al presidente del consejo de gobierno, mandan a la casa a la mitad de los oficiales del Ejército y de la Armada en medio del desfile por su pretendida filiación batllista. En el gobierno de Lacalle Herrera hubo muchos problemas, y ahora también hay una campaña hacia la interna con la pretensión de ganar votos o adeptos. El fortalecimiento de lo militar se ve en la propaganda –porque no cabe otra expresión– en lo que fue todo el tema de las vacunas contra el covid, que le costó un helicóptero a la Fuerza Aérea y por suerte no costó la vida de ninguno de los pilotos. Eso fue inexplicable, como también el uso de los Hércules para llevar cosas que se podían llevar perfectamente por vía terrestre.

—Igual seguimos viendo pujas muy fuertes protagonizadas por CA y un logro reciente como la bonificación en el cálculo de los años trabajados en la reforma jubilatoria, por ejemplo.

—Toda la reforma que hizo el FA, que fue tibia, pero reforma al fin, se deshizo. Y eso es parte de las presiones que hay. Eso va a seguir implicando una asistencia millonaria a la caja militar, porque vuelve a aumentar el número de los retirados, en una lógica que no es saludable. Es el único caso en el mundo en el que un militar cuando pasa a retiro obtiene un mejor ingreso del que tuvo durante su carrera.

—Ahora, resulta ineludible volver a los procesos traumáticos que ocurrieron en el último período del FA. Es sobre el final de la presidencia de Vázquez cuando el «empoderamiento» de Manini Ríos se sale de cauce –así lo describió en un trabajo académico1–, después de un largo historial de insubordinaciones debido a estas reformas.

—Fue un proceso de elección y de empoderamiento de Manini, de motivar una confianza por parte del ministro Eleuterio Fernández Huidobro. Eso venía ya desde la época en la que Manini estuvo al frente del Hospital Militar, donde le permitieron dar opiniones políticas que estaban al borde de transgredir lo que tenía permitido constitucionalmente. Y después hubo una relación muy tensa desde el día uno en que asumió Menéndez, a tal punto que el ministro le planteó al presidente Vázquez, en tres ocasiones, una por escrito, que no le tenía confianza a Manini. Había permanentes insubordinaciones por parte de él. Y cuando asumió Menéndez le dijo a Manini que para conceder entrevistas tenía que pedir autorización, y eso comenzó a ocasionar ruidos también con otras cuestiones de la gestión.

—El historiador Gerardo Caetano dijo en su momento que la falta de visión del FA tuvo como resultado un «caudillo militar» en las puertas de la campaña electoral.

—Comparto. No se supo leer a tiempo o, cuando se prendieron las señales de alerta, no se hizo caso a algunas solicitudes puntuales. En definitiva, había algunos respaldos que tenía Manini.

—¿Esto tuvo que ver con las distintas concepciones que hay de las FFAA dentro del FA?

—Sí, eso depende de la visión que cada uno de los sectores podemos tener respecto a las FFAA. El FA llega a consensos de cómo hay que manejar los temas de defensa, pero luego hay elementos puntuales no claros: desde dirigentes políticos que quieren unas FFAA que sean frenteamplistas hasta los que seguimos sosteniendo que queremos fuerzas defensoras de la Constitución, democráticas y que cuiden los derechos humanos. Prefiero que sean buenos profesionales y no que haya una partidización, porque nunca se llega a buen camino cuando se tienen FFAA partidarias de uno u otro lado.

—Ahora, más allá de Fernández Huidobro, la concepción a la que usted alude engloba al sector vinculado a lo que fue la guerrilla tupamara, sobre todo al Movimiento de Participación Popular.

—Sin duda. No descubrimos la pólvora al llegar a esta conclusión. Hay sectores del Frente que tienen determinada postura, y otros que tenemos otro análisis. Los socialistas aprendimos de habernos equivocado con los comunicados 4 y 7, de haber creído posible aquello que decía Lenin de que la revolución no se detenía en las puertas de los cuarteles. Uno puede entender algunas lógicas de pensamiento, pero lo que realmente ocurre es que lamentablemente a un porcentaje de la población de Uruguay las cuestiones de defensa le pasan por el costado. Y es por eso que Uruguay tiene un Ejército tan grande y unas FFAA tan sobredimensionadas.

—¿El expresidente Vázquez fue injusto con la destitución de Menéndez?

—Yo creo que con Jorge, y acá no puedo ser objetivo, se fue muy injusto. La relación que tuve con él, desde mi ingreso de 2013, se basó en el trabajo, pero terminó como una amistad personal hasta el final de su vida.

—Fue una crisis muy importante la que ocurrió con la difusión de los tribunales de honor a José Gavazzo en marzo de 2019. Usted dijo que el ministro le hizo advertencias a Vázquez.

—Sí, la primera advertencia fue en 2017, si mal no recuerdo, y la última de esas tres fue en 2018. Y la cuarta fue en la que se pidió la destitución de Manini.

—¿Y en qué radicaría la injusticia del relevo de Menéndez?

—Yo entiendo que hizo todas las cosas como debían hacerse. Conociendo a Jorge, me consta que Manini no le hizo mención alguna a la declaración que hizo Gavazzo en el tribunal de honor. El sábado previo a su fallecimiento, yo estuve con él en Durazno, en su casa, y se lo preguntamos. Él era consciente de que le quedaba muy poco tiempo de vida. Siempre fue un tipo muy educado para hacer los planteos, cuidando las formas, pero era muy honesto. Se lo preguntamos directamente y nos dijo que «de ninguna manera».

—¿Pero Menéndez le advirtió a Vázquez que en ese tribunal se admitía un crimen de lesa humanidad?

—El día que Manini vino con el expediente en mano, en febrero, yo estaba reunido con Menéndez –que ya estaba en tratamiento oncológico–. Me fui para mi oficina y ellos estuvieron reunidos. Cuando hablo con el secretario de Menéndez, me dice que Jorge se había ido, porque le trajeron un expediente, lo leyó en partes, se descompuso, se sintió muy mal y se fue. Es claro que no tenía conocimiento previo, si no, no habría reaccionado de esta forma y no hubiera encargado el informe de dos asesores –el doctor [Alfredo] Maeso y la doctora [Josefina] Nogueira–. En un Consejo de Ministros en Durazno, Menéndez le dijo a Vázquez que tenía que hablarle de algo urgente y quedaron en reunirse en Suárez. Eso es de público conocimiento: luego de esa conversación, Tabaré habla con [Miguel Ángel] Toma y le dice que el ministro de Defensa va a llevarle unas cosas. Eso queda en manos de Toma o de a quien Toma le dio el expediente. Qué pasó en ese mes no lo sé, yo no conocía el expediente.

—Esa cuarta advertencia usted la cuenta en su artículo publicado por el centro Friedrich Ebert Stiftung. Usted escribió que hubo un Consejo de Ministros en 2018 en el que Menéndez propuso destituir a Manini por sus agresivos comentarios contra jerarcas del gobierno, y que incluso leyó un informe. Pero el presidente, en acuerdo con la vicepresidenta Lucía Topolansky, resolvió la sanción de los 30 días de arresto a rigor.

—Indudablemente Manini tenía un respaldo político detrás de quienes lo habían puesto como comandante. Manini asumió el 1 de febrero de 2015, cuando todavía era presidente José Mujica. Fue el comandante que más tiempo estuvo al frente del Ejército y eso responde a los respaldos. Y sí, hubo un respaldo de Eleuterio, después de Pepe y, por supuesto, de Lucía. Y, es más, cuando Tabaré habla con Lucía, ella estaba de viaje a China. Es cierto que Menéndez sugirió la destitución de Manini. Con el diario del lunes, es fácil tratar de ver escenarios posibles. Lo cierto es que los hechos se dieron como están. Hoy tenemos a Manini dentro del ámbito político, con los comportamientos que ya vemos que tiene. Es alguien que se presenta como un outsider de la política y que termina haciendo la vieja política, la de los acomodos, la de la corrupción. Pero, volviendo al tema, creo que podría haberse ido antes, sin dudas, porque tampoco es que haya sido un buen comandante. Tampoco transformó al Ejército. Hoy el despliegue territorial del Ejército responde en su mayoría a 1904. Hoy se requiere analizar qué cuarteles pueden ser útiles, cuáles dan un servicio como corresponde, que los oficiales de esos cuarteles tengan personal adecuado. Se tiene que hacer una planificación de qué FFAA se quieren de acá a 15 años. Eso va a permitir una racionalización del presupuesto y un enfoque adecuado. Hoy muchos de los cierres previstos de algunos cuarteles son resistidos por los diputados del interior, que dicen: «Son fuentes de trabajo que se pierden». Hay que pensar seriamente qué FFAA se quieren, pero no dependiendo del partido político que gobierne, sino con un debate nacional, como el que produjo la Ley Marco de Defensa Nacional, votada por unanimidad en el Parlamento en 2010.

—Se ha dicho históricamente, incluso lo han analizado militares frenteamplistas, que la izquierda no conoce mucho de defensa o no tiene cuadros preparados. ¿Se está tomando en el FA este tema con prioridad a la luz de estos hechos?

—Yo creo que sí. Ha quedado establecido en el borrador del programa, que se va a terminar de aprobar en el Congreso. Hay elementos interesantes. Los temas de defensa han sido temas esquivos para la izquierda desde el vamos. En 1922, Emilio Frugoni llegó a proponer la disolución del Ejército, de forma provocadora. Más acá en el tiempo, hubo algunos militares perseguidos y encarcelados, como Pedro Montañez o Pedro Aguerre padre, que se vincularon con el Partido Socialista, y un sinnúmero de militares constitucionalistas, que estuvieron presos durante la dictadura, como [Víctor] Licandro. El primer paso que dio el Frente fue decir «tratemos los temas de defensa y salgamos de lo que fue la cuestión militar». Porque pensar en la cuestión militar es un reduccionismo de lo que es la defensa nacional. Hay elementos que hemos aprendido. Se ha volcado esa experiencia para ver cuáles son los grandes desafíos que tiene el FA en un futuro gobierno. Veremos qué es lo que decide la ciudadanía en 2024, pero si somos gobierno, necesitamos tener muy claro el programa, las tareas pendientes y la forma en que profundizamos ese fortalecimiento del mando civil. No es menor todo un proceso que se hizo, lento y a veces demasiado lento, pero que se dio al fin. No olvidemos que desde 1985 a 2005 no se tocó prácticamente nada del sistema de defensa, nada. Pero sin dudas que el Frente tiene muchísimos más cuadros formados en temas de defensa ahora que en 2005. Y creo que, aunque se cometieron algunos errores, se aprendió.

1. «Uruguay y las reformas en el sector defensa. Avances y estancamiento», en Militares y gobernabilidad. ¿Cómo están cambiando las relaciones cívico-militares en América Latina?, Wolf Grabendorff (editor), Friedrich-Ebert-Stiftung, Bogotá, 2021.

Los reservistas propuestos en el programa del FA

«Hay que ver qué voluntad política hay»

—En las bases programáticas del FA se propone crear un sistema de reservistas y de movilización.

—Se inspira en la ley de reservistas originaria, que se dio en pleno contexto de la Segunda Guerra Mundial. Se plantea la posibilidad de tener reservistas voluntarios en una eventualidad de activar otros recursos del sistema de defensa.

—Eso a las FFAA mucho no les va a gustar, ¿no? Porque implica capacitar a civiles en defensa y es una forma de reducir presupuesto.

—Suecia históricamente hizo un ejército pequeño y profesional con un gran número de miles de reservistas, hasta el punto de que tienen fusiles en su casa. Acá lo que se plantea es llegar a tener un determinado número de reservistas. De por sí, hoy por hoy las reservas de las FFAA son los militares retirados. Hay que ver qué voluntad política hay.

—¿Y ve viable que eso quede en el programa?

—Honestamente, lo ignoro, porque no sé cómo vendrán las negociaciones puntuales.

Un cuadro socialista

Claudio Alonso, de 45 años, es minucioso cuando se le pregunta cómo llegó a trabajar con Jorge Menéndez. El especialista reconstruye que, en 2013, cuando quedó vacante la dirección de Asuntos Internacionales y Cooperación del Ministerio de Defensa Nacional, el entonces subsecretario entrevistó a tres personas antes de dar con él, tras la sugerencia de la entonces presidenta del Frente Amplio, la también socialista Mónica Xavier. Recuerda que hasta entonces solo se habían visto una vez, en un comité central del partido. A la semana –precisa Alonso que fue un jueves de agosto–, lo invitó a ocupar el cargo, que mantuvo hasta 2018. Ese año, ya con Menéndez como ministro, pasó a presidir la dirección de Política de Defensa, en la que se desempeñó hasta 2020.

En setiembre de 2019, seis meses después de la muerte del ministro –y tras pedirle permiso a su familia para el uso de su nombre–, Alonso decidió, junto con otros compañeros, fundar la Agrupación Socialista de Estudios de Defensa Nacional Doctor Jorge Menéndez, de la que es secretario ejecutivo. Este centro tiene como fin generar una suerte de «masa crítica» que estudie en profundidad y aborde de forma integral los diversos asuntos vinculados a defensa. Como precedente de su creación, menciona los aportes de los exlegisladores José Pedro Cardoso y José Korzeniak, y del general Pedro Montañez, cuyas visiones, entiende, sentaron las bases para un cambio en el pensamiento en la materia. A modo de síntesis, define este cambio como una mirada que deja atrás la cuestión meramente militar y empieza a pensar en la defensa nacional de forma íntegra, con el objetivo de definir las FFAA pretendidas por el Partido Socialista, la izquierda y las que necesita el país.

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