Más que nombres - Semanario Brecha
No solo musas, en el Museo de Historia del Arte

Más que nombres

Con el marco temático de este mes, el museo ha exhibido durante marzo una selección de piezas de su acervo donadas por mujeres. Es una propuesta curatorial original en el panorama museístico local, que desplaza su eje de interés del objeto expuesto para ponerlo en las personas que hicieron de nexo entre cada pieza y el museo.

INTENDENCIA DE MONTEVIDEO

En Uruguay, el dato de procedencia suele ser omitido en las cartelas de exhibición de las obras (omisión mayor en los museos de arte que en los de historia). Esto continúa sucediendo pese a la significación que tiene esa información para el estudio de lo que la historiografía francesa ha llamado la fábrica patrimonial, es decir, las operaciones a partir de las cuales una sociedad define el pasado que será retenido en el futuro.

Existe un capítulo, un prólogo no estatal en los procesos de selección de aquellos bienes que decidimos conservar y enseñar a las nuevas generaciones. Más allá de las adquisiciones que el Estado siempre hizo, lo cierto es que los acervos museísticos se nutrieron en gran medida de donaciones y legados de coleccionistas, de custodios de reliquias familiares y de los propios artistas y sus herederos, que vieron en ese traspaso una vía de consagración o perpetuación, y, en el caso del coleccionismo, un ejercicio de hegemonía cultural. Sin embargo, ese origen privado del patrimonio público ha sido muy poco atendido por las instituciones que lo cuidan y lo muestran.

En la exposición No solo musas, la procedencia es el eje curatorial y está pensado para visibilizar el aporte de las mujeres al acervo del Museo de Historia del Arte (MUHAR). Según el texto que recibe con letras violetas al visitante, la muestra se propone «resignificar a la mujer no ya como musa inspiradora de arte, sino como coleccionista y conservadora de piezas, que luego por diferentes motivos decide entregar al colectivo para disfrute de todas y todos». A partir de allí, la exposición exhibe en vitrinas y colgadas en paredes una selección de piezas cuyo común denominador es haber ingresado al museo a partir de una donación de una mujer. Son unos 30 objetos (líticos, textiles, cerámicas y de orfebrería) de diverso origen (culturas americanas, africanas y asiáticas remotas y contemporáneas), y muy diversos usos o funciones (desde prendas de vestir y joyas hasta objetos ceremoniales, de culto y uso cotidiano).

Cada pieza es presentada junto a una cartela que informa, en primer lugar, el nombre de la donante, el número de inventario y la fecha de ingreso de la pieza, y, luego, datos descriptivos (características, materiales, cultura a la que perteneció y datación del objeto en cuestión).

Así sabemos que los objetos expuestos surgen de donaciones protagonizadas por 31 mujeres. Son piezas que ellas mismas atesoraron, procedentes de colecciones de un familiar o un ser querido o de conjuntos que reunieron junto con sus maridos. Tal el caso de la túnica china de la dinastía Qing, bordada a mano en seda y punto satén e hilo metálico con diseños de dragones, donada por Ana María Cherubini e ingresada al museo como procedente de la colección Holjevac-Cherubini; el cinturón otomano legado por Julia Larrainci Granieli, que perteneció a su hermana Irma; las piezas de la colección formada por la profesora Isabel Grandola, donadas en 2011 y 2014 por la arquitecta Virginia Toma (se exhibe el tawashap o tocado de plumas de pájaros de la cultura shuar de la Amazonía de Ecuador).

Entre los nombres de las donantes resalta el de Carmen Ánderson, investigadora, especialista en Asia, curadora y restauradora del MUHAR, fallecida en 2021. De ella proceden algunos de los objetos exhibidos, como la réplica de máscara songye en madera tallada y pintada del Congo, que donó en 2000 en homenaje a su madre, Julia Patiño. También son de ella varias de las descripciones de las piezas en exhibición, como la del poncho de lana balandrán, vestimenta eclesiástica boliviana, donado por Mercedes Silva. Asimismo, un telar que integra la muestra y que fue hecho con fines didácticos para mostrar la técnica de telar de palitos, tradicional de los textiles andinos, constituye una donación de la arqueóloga y restauradora de textiles Paula Larghero (del área de conservación del Museo Histórico Cabildo) en homenaje a Ánderson.

El marco temporal de las donaciones de las que proceden las piezas que integran la muestra va desde 1975 hasta la actualidad. Fue en aquel Año de la Orientalidad cuando el MUHAR, que había sido inaugurado como tal en el Palacio Municipal en 1971, logró ampliarse y sumar el segundo subsuelo, destinado a piezas de arte precolombino y arte colonial. Precisamente de esos años son algunas donaciones de piezas prehispánicas, de las que se exhiben, entre otras, una botella de cerámica negra de la cultura chimú (Perú), donada por Greta Doregger de Sors, o la cerámica con apéndice antropomorfo de la cultura manteña (Ecuador), cedida por Adriana Crespie en 1977.

El listado de esas 31 mujeres donantes figura al lado del texto curatorial de la muestra, sobre un fondo violeta que delinea un rostro femenino. La imagen es significativa: lo que tenemos de esas mujeres son sus nombres. En ese sentido, si bien se trata de un esfuerzo de visibilización ponderable, sería deseable profundizar en las características de esas mujeres donantes y en su relación con esos objetos y con el museo. Sabemos que algunas eran coleccionistas, que otras adquirieron las piezas como recuerdos de viaje y que algunas las valoraban como documentos de culturas lejanas. ¿Qué vínculos entablaron esas mujeres con esos objetos? ¿En qué circunstancias se hicieron de esas piezas y qué significado tenían para ellas? ¿Las tenían en exhibición en sus casas, las prestaron para ser reproducidas, estudiadas o exhibidas previo a su donación al museo? En el caso de las coleccionistas, ¿cómo se insertan esas piezas en el conjunto de sus colecciones? ¿Por qué decidieron entregar sus posesiones al museo? ¿Eran acciones puntuales o un gesto más dentro de preocupaciones mayores por la cultura, la educación y el acervo público?

El esfuerzo iniciado podría ser así continuado por nuevas exposiciones con curadurías que, junto a los objetos, puedan exhibir otro tipo de materiales documentales que acerquen al público la historia detrás de esas piezas. Correspondencia, recibos, fotografías, publicaciones pueden dar cuenta de esos derroteros y visibilizar aún más a aquellas mujeres que tanto contribuyeron al patrimonio museístico del país.

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