En 1974, el poeta Enrique Fierro recibió una beca para ir a México, como si fuera un encubierto salvoconducto para que él y su mujer, Ida Vitale, sortearan el peligro y pudieran introducirse en ese contradictorio país, entrevisto en libros, revistas, películas. Allí permanecieron diez años. A los 95 años, después de recibir una cascada de premios, como ningún otro escritor (o, menos, escritora) natural de Uruguay, Ida Vitale ofreció su versión actual sobre esa década en un relato ambulatorio, fascinante, polémico.
COTIDIANO ASOMBRO. Por evidentes razones, hay pocas memorias escritas a cinco o seis años de cumplirse el centenario de una vida. No conozco ninguna en que el proceso de selección y recreación de lo vivido –eso es, al fin, una memoria autobiográfica– disponga de este modo su torn...
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