La selección se hizo con criterio amplio. Predomina esa zona sin nombre que se define por no atenerse a géneros (que se cristalizó con el Canto Popular en cuanto fusión entre el espacio roquero y el folclorismo, con aportes de tango y Carnaval): Estela Magnone, Bonaldi, Galemire, Eduardo Rivero, Di Pólito, Roos, Darnauchans, Larbanois-Carrero, Rubén Olivera, Klísich, Cabrera, Ubal, Schellemberg, Bordoni, Gastón Rodríguez, Ferradás, Daniel Drexler. Hay ejemplos insertados en espacios más delimitados, incluidos los afluentes que confluyeron en el citado espacio no-genérico: folcloristas (Zitarrosa, Viglietti, Los Olimareños, Carbajal, Darvin) y roqueros (Dino, Rada). Hay también roqueros de la posdictadura (Los Traidores, La Tabaré, Níquel, La Banda de la Luna Azul), murgas (La Reina de La Teja, Contrafarsa), candombe liso (La Calenda Beat), una troupe (Un Real al 69), tango (Gardel, Elsa Morán, Gustavo Nocetti), pos jazz (Popo Romano, el trío Mora-Etchenique-Ibarburu), tropical (Gerardo Nieto), y hasta el reprocesamiento de lo “sin género” en un nuevo género (la “Mpu” de Tabaré Cardozo). Es una nómina desigual pero impresionante, que asumo dará una idea de la cantidad de excelentes composiciones, letras e interpretaciones contenidas en este lanzamiento. Hay otros grandes nombres representados como autores interpretados por algunos de los músicos citados (por ejemplo Soliño, Collazo, Mateo, Hugo Fattoruso, Daniel Amaro y otros). Si a una retirada de murga se le puede llamar “canción”, son casi todas canciones, aunque hay un par de instrumentales incluidos en función de sus títulos (“Montevideo” y “Rápido por la rambla”), lo cual es bastante pertinente. La amplitud es, además de estilística, temporal: desde 1927 hasta 2011.
Con estilos y enfoques tan variados, quizá lo de Montevideo no sea más que un pretexto para disciplinar la selección, antes que una unidad que opere en forma especialmente fuerte en la escucha; porque además el propio concepto de “Montevideo” es múltiple (aquí hay homenajes genéricos, intentos de síntesis holística, temas dedicados a barrios específicos, a nichos culturales –como la concentración de cultura afrodescendiente en el barrio Sur–, a paisajes y hábitos paisajes y hábitos –la rambla–). El hecho es que ese pretexto engendró una recopilación preciosa que da un panorama muy rico de la música uruguaya (y no sólo montevideana, porque varios de quienes la cantan son de otros departamentos).
La obligada brevedad de esta nota no permite abordar estos 159 minutos de música tan diversa. El paquete trae, como un importantísimo extra, un texto extenso (21 columnas) de Elbio Rodríguez Barilari. Aunque yo dispusiera del mismo espacio no podría soñar con equiparar el conocimiento directo que tiene Elbio de mucha de la música plasmada aquí, su vivencia de la ciudad misma y su modo de observar, que es de músico y también de escritor. Su texto va colando observaciones que son, obligadamente pero también convincentemente, elogiosas sobre cada uno de los surcos, mientras aborda la multiplicidad de Montevideo y de las formas de vínculo con la ciudad, el hervidero de tendencias musicales, las herencias culturales y las clases sociales (todo con abundantes notas explicativas).
El cancionero sobre Montevideo es mucho más amplio que esta selección. Algunas ausencias importantes están pautadas por un afán de representatividad: Fernando Cabrera tiene muchas más canciones espléndidas que refieren a aspectos de Montevideo, pero quedaron excluidas en nombre de la variedad, que impuso no más de dos canciones de un mismo intérprete, ni más de dos de un mismo autor. La ausencia más llamativa es la de Leo Maslíah y su clásico entre clásicos “Biromes y servilletas”. La antología hubiera sido aun mejor si se hubiera podido contar con algunas de las canciones sobre Montevideo que grabaron Pippo Spera, Mateo, Asamblea Ordinaria, Alberto Wolf, Mariana Ingold, Jorge Drexler, Rossana Taddei o Jorginho Gularte.