
Escribir sobre un artista que nos ha marcado esconde el riesgo de terminar en un ejercicio autobiográfico menor. El truco es simple: uno suelta un par de frases sobre el homenajeado como excusa para luego explayarse en anécdotas personales, dignas de un diario íntimo. «¡Basta!», diría el lector, «A nadie le importa si cuando mataron a John Lennon estabas armando el arbolito de Navidad». En fin, ¿qué podemos esperar de una época en que la gente va a un concierto y se graba a sí misma cantando, con la banda de fondo? Todos quieren ser protagonistas.
1982
A quienes piensan que hoy Montevideo es un punto marginal para los circuitos culturales globales, hay que llevarlos a la década del 80. Eso sí que era marginal. Vamos a ponerlo de este modo: McCartney cuenta que en sus inicios, él y John escucharon que al otro lado de Liverpool había un tipo que sabía el acorde B7, crucial para tocar blues y rock. Así que se tomaron dos o tres ómnibus para encontrarse con el misterioso guitarrista y aprenderlo. A principios de los ochenta, quienes empezábamos a formarnos como músicos en Uruguay no estábamos muy lejos de esa etapa evolutiva. La información era fragmentada, el acceso a discos e instrumentos, costoso,
y la posibilidad de ver en vivo a las grandes bandas, nula.
En ese páramo sin McDonald’s ni YouTube, nos movíamos detrás de tesoros varios: alguien había conseguido las fotocopias del libro de Jaco Pastorius; en la casa de un vecino había una guitarra eléctrica; estaba el primo de alguien que sabía canciones de Pink Floyd, y todo por el estilo. Una tarde, después del liceo, fuimos con mi amigo Mauris a lo de Danilo, un pibe que tenía una batería espléndida, de acrílico transparente. Lo otro que había en esa casa era una gran colección de discos. Ahí escuchamos American Garage, de un tal Pat Metheny. El álbum empieza con el teclado tocando una figura rítmica similar a un tambor chico de candombe. Nos impresionó mucho. Ya habíamos tomado contacto con el jazz del Hot Club y con bandas de fusión, pero esto era distinto. En sus arreglos y estructuras, los temas tenían un formato de canción pop/rock con muchas capas armónicas, ritmos intensos y melodías cantables.
El siguiente disco que cayó en mis manos fue Travels (1983). Este doble en vivo se abre con «Are You Going with Me?», tal vez el tema que inauguró el sonido característico del Pat Metheny Group (PMG). Originalmente grabada para el álbum Offramp (del año anterior), la canción tiene todos los ingredientes que se encontrarán en los posteriores trabajos de la banda: una melodía sutil sobre un ritmo símil bossa, que crece gradualmente hasta llegar a los solos de teclado/armónica y guitarra sintetizada. A la dupla compositiva de Metheny y el pianista Lyle Mays se incorporaron Steve Rodby en contrabajo y Nana Vasconcelos en vocales y percusión. Offramp se ubicó en el número 50 de la lista de Billboard (excepcional para un disco de jazz) y fue el primero de los varios Grammy de la banda.
Luego vinieron First Circle (1984), Still Life (Talking) (1987) y Letter From Home (1989), la llamada Trilogía Brasileña. Discos que, a pesar de algunos cambios en la formación (el ingreso de Pedro Aznar en vocales e instrumentos varios, el baterista Paul Wertico y el percusionista Armando Marçal), mantienen una continuidad en el sonido de la banda con la inclusión de secciones vocales, instrumentos electrónicos y ritmos latinos.
Antes, durante y después del PMG, Metheny emprendió proyectos solistas y colaboraciones con otros grandes músicos de jazz: Jaco Pastorius, Ornette Coleman, Michael Brecker, Charlie Haden, Jack DeJohnette, Brad Mehldau y tantos más.
También participó en discos de artistas tan variados como Joni Mitchell, Carlos Santana y David Bowie. Además, tiene una fuerte conexión con Brasil, donde vivió varios años y grabó con Tom Jobim, Milton Nascimento y Toninho Horta.
Lo más cerca de Uruguay que estuvo Pat Metheny en esa década fue en la cortina del programa Tiempo de cristal, de Verónica Peinado, en Alfa FM.
1990
«La luz del Mediterráneo es única.» La frase me rebotaba en la cabeza mientras subía las escaleras del metro. Alguien había dicho eso la noche anterior, hablando de pintura o de fotografía. De momento, la famosa luz del Mediterráneo no tenía mucho de especial para mí. En todo caso, era una claridad hostil bajo la que vagaba buscando algún trabajo de inmigrante.
Saqué el papelito arrugado en el que los tipos que pegaban carteles me habían anotado la dirección. En la oficina me atendió el encargado que, al constatar que yo no tenía permiso de trabajo, entró en pánico y me pidió que saliera por el depósito para no comprometerlo. Intuí que no tendría el empleo, así que me demoré un poco entre las estanterías llenas de afiches. Uno de ellos me llamó la atención: «grec festival d’estiu – Pat Metheny / Herbie Hancock / Jack DeJohnette / Dave Holland. 19/07/90». El show era esa misma noche.

Volví al apartamento deprimido por partida doble. A pesar de haber viajado 10 mil quilómetros para estar cerca de donde pasan las cosas, andar sin plata en el bolsillo era lo mismo que quedarse en Montevideo. Además, el verano es una estación horrenda para la melancolía: todo el tiempo uno se cruza con gente feliz, familias y, sobre todo, turistas.
Para mi sorpresa, el mismísimo Mauris estaba esperándome en la puerta del edificio. Gracias a una martingala con los pases de prensa que falsificaba Arquitectura para sus viajes de egresados, terminamos esa noche en el velódromo, al lado del escenario.
El show fue tremendo y no podíamos creer estar ahí, a unos metros de esos monstruos y, sobre todo, de Metheny, el tipo que estuvimos escuchando por una década y apenas habíamos visto en las fotos de los discos.
2022
El PMG había estado en Uruguay en 1996, en uno de los peores lugares para la música: el Palacio Peñarol. Afortunadamente no fui, pero algunos afirman que esa noche aún resonaban en el nefasto recinto las reverberaciones de las guitarras de los Ramones, que habían tocado un par de años antes.
En octubre del 22, se repitió la visita, pero esta vez en el Auditorio del SODRE. En cuarteto, junto con Antonio Sánchez, baterista de la última formación del PMG, el pianista Gwilym Simcock y la bajista Linda May Han Oh, Pat hizo un recorrido por todas sus etapas, incluidos varios bises con guitarra acústica.
No imaginé que llegaría a ver músicos uruguayos (una especie bastante insensible) emocionarse hasta las lágrimas en un concierto de jazz.
A la salida, para variar, me encontré con el inefable Mauris. Una noche redonda.
2025
Pat Metheny vuelve a Uruguay con material nuevo. En 2023 editó su disco Dream Box y en la gira de presentación incorporó una guitarra barítono de su luthier Linda Manzer, de cuerdas de nylon. Por su afinación y posibilidades sonoras, Pat la describe como «tres instrumentos de dos cuerdas». El amor fue inmediato, a tal punto que, en un alto de la gira, tuvo el impulso de grabar Moon Dial, íntegramente con la nueva guitarra. Catorce temas entre standards, versiones de los Beatles, Chick Corea y temas propios. «Música para insomnes», como él mismo la define.
El martes escucharemos parte de esos dos trabajos junto con versiones acústicas de sus clásicos. Promete ser una velada excelente y apostaría a que el amigo Mauris andará por ahí.









