La tramitación en el Senado del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo demostró el poder que sigue teniendo la Iglesia en Argentina, el enorme potencial de movilización que tienen los derechos de las mujeres, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, y el alcance trasnacional de la batalla por el aborto legal en el país. La Cámara alta rechazó asegurar este derecho a las mujeres y cuerpos gestantes, pero el proceso que llevó a la votación parlamentaria del jueves es irreversible.
Había que ser 2 millones en las calles. Ese fue el llamado de los feminismos durante la última semana; frente a un panorama adverso en el Senado, y las amenazas y presiones que sufrieron varios senadores en los últimos días, la consiga fue duplicar la presencia y que el grito colectivo resonara. Parecía difícil superar la épica del 13 de junio, cuando el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo (Ive) obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados, tras una vigilia histórica, pero se logró. La lluvia tenaz desde la tarde, el viento que hacía volar paraguas y el frío helado de la noche no impidieron que Buenos Aires y gran parte del país viera marchar, acampar, cantar y llorar a 2 millones de personas durante 16 horas, tiempo que duró el debate en Senadores. Pasadas las dos de la mañana, se confirmó lo que ya se sabía: no se había aprobado el proyecto de ley y no hubo sorpresas en las votaciones de los senadores. En contra de la Ive votaron 38 senadores, a favor 31 y hubo dos abstenciones y una senadora ausente en lo que fue una discusión en general pobre de argumentos y que por momentos resultó anacrónica. El debate en el Senado en la sesión del miércoles contrastó enormemente con lo que sucedía fuera de sus muros. Desde los movimientos feministas y la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito –la gran impulsora de la ley en los últimos 13 años– repetían: “La calle ya votó”, “ganamos en las calles”, “la historia se hizo acá afuera”, frases que recogen el espesor de una lucha y movida que desde hace meses tiene a gente en todo el mundo mirando con mucha atención. Desde la teórica de género Judith Butler hasta la actriz Susan Sarandon, pasando por el presidente de España, Pedro Sánchez, quien lamentó en Twitter el desenlace de la votación. Desde las kurdas revolucionarias hasta las uruguayas, chilenas, peruanas y francesas (y más) que se movilizaron frente a las embajadas de Argentina en sus países.
LA IGLESIA CONTRATACA. Pero el entusiasmo global no fue suficiente. Si bien la “marea verde” ya cambió para siempre el destino de las nuevas generaciones argentinas, en estos últimos dos meses quedó clarísimo el peso que tiene también la Iglesia Católica, la otra red global, en la sociedad y política argentinas. Y eso también se reflejó en las calles, donde la presencia de los autodenominados “defensores de las dos vidas” se multiplicaron con respecto a la vigilia que organizaron para la votación en Diputados el 13 de junio pasado. El ala reservada de la Plaza del Congreso a los representantes del pañuelo celeste (el símbolo que enarbolaron) esta vez fue mayor. Llegaron al miércoles más visibles y más virulentos. Se los vio caminar en grupos por las “zonas verdes” y tuvieron mayor presencia mediática. Después del 13J la Iglesia se despertó y redobló esfuerzos. Las Ong religiosas pusieron primera y el dinero evangelista fluyó con ganas. A la capital argentina llegaron decenas de ómnibus del interior, y las marchas y fetos gigantes se sucedieron. Esto mismo hizo que durante las semanas previas, y este miércoles en particular, los vendedores de pañuelos ampliaran su gama de colores a tres: los verdes, los celestes y los naranjas, que representan la lucha por la separación entre la Iglesia y el Estado, que según una creciente parte de la población, es el próximo paso a seguir.
Después de las declaraciones del papa Francisco –que comparó las prácticas de abortos con el nazismo–, las argumentaciones políticas cargadas de razonamientos religiosos dejaron muy claro el problema que arrastra Argentina desde su fundación. El naranja llegó para quedarse.
La inmensidad de jóvenes (muy jóvenes, al igual que durante las movilizaciones del 13 de junio) que colmaron las calles adhirieron a la campaña de secularización.
CONTRA EL VIENTO, LA MAREA. Mara, de 17 años, vestida toda de verde y con glitter en los ojos, se vino desde Villa Ballester con sus primos y una caja llena de cintas anaranjadas y verdes. La lleva colgada del cuello con un cartel que dice: “compañera, agarrá tus cintas contra el aborto clandestino”. “Fui a un colegio católico privado como muchos chicos de clase media, porque están subvencionados por el Estado y son más baratos que otros privados. Son mediopelo, pero a muchas familias les da seguridad, aunque no sean católicas. Entonces vos estás ahí y te están bajando línea religiosa cuando te tienen que estar educando. Empecé a militar con mis primas por el Ni Una Menos y ahora ya no pienso parar hasta que salga la ley del aborto y la Iglesia no forme más parte del Estado”, dice a Brecha. Mara está parada en la esquina de Corrientes y Callao. Son las cinco de la tarde, pero llegó pasado el mediodía. Llueve y se resguarda junto con decenas de personas bajo el techo de una pizzería.
A partir de esta hora, prácticamente no se puede circular y eso que faltan ocho cuadras para el Congreso y como siete horas para que se termine el debate. Las carpas y escenarios con nombres de militantes feministas históricas, como Dora Coledesky, Diana Sacayán o Lohana Berkins, están atiborradas y allí habrá actividades durante 12 horas: conciertos, charlas, entrevistas públicas, lecturas de poesía, llenando de contenido a la vigilia. Otros lugares funcionan de refugio y centros de reunión. Así, el hotel Bauen, autogestionado por sus trabajadores desde la crisis de 2001, recibió en su bar y lobby durante toda la tarde y noche a miles de personas e integrantes de movimientos sociales, sobre todo aquellos que viajaron desde otras provincias y necesitaban recargar teléfonos, agua para el mate o descansar un poco de la intemperie. Hay una pantalla gigante y, sentadas en mesas y en el piso, jóvenes militantes, familias, niños y grupos de amigas siguen lo que pasa adentro del Senado. Los abucheos se alternan con los cantos de “ahora que estamos juntas/ ahora que sí nos ven/ abajo el patriarcado/ se va a caer/ se va a caer” que irrumpen en oleadas y retumban en el espacio cerrado.
Entre esa multitud está Nina Brugo, abogada laboralista y militante histórica del movimiento de mujeres, con su pañuelo y la cara pintada con brillantina violeta y verde. “Estoy impresionada porque estamos golpeando y dando puñetazos al patriarcado. Y seguiremos así hasta que el feminismo sea una realidad total en una historia de Argentina y América Latina”, asegura a Brecha.
“CUERPOS GESTANTES.” Entre las feministas históricas y el activismo más joven se coló con fuerza en la discusión la perspectiva de la diversidad sexual, que aporta complejidad conceptual y pliegues a la discusión del aborto y la autonomía de los cuerpos. Así, el debate se enriqueció gracias a la visibilización de los varones trans y sus “cuerpos gestantes” (la expresión aparece en el proyecto de ley de Ive) y a la reivindicación del rol de las lesbianas y su militancia aguerrida por el aborto legal. También las personas trans tuvieron cosas que decir sobre la clandestinidad y un Estado que proscribía sus cuerpos y deseos. “No son solamente las mujeres que tienen la capacidad de gestar: la gran batalla es contra la Iglesia y la moral cristiana. Las diversidades sexuales históricamente hemos dado esas batallas”, comentó a Brecha Mariana, una militante joven de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt) desde uno de los stands.
VIRULENCIA EN EL SENADO. Mientras afuera todo fue manifestación pacífica y proclama, adentro del Senado primó la virulencia, el autoritarismo y la prepotencia. Varias periodistas fueron revisadas y se les prohibió la entrada con pañuelos verdes. A los fotógrafos se les pedía “por orden de Michetti” (la vicepresidenta de Argentina y presidenta del Senado) que mostraran sus imágenes antes de salir, relataron a Brecha varios periodistas. Al grupo de diputadas de distintos bloques que militaron por el aborto legal (autodenominadas “las sororas”) se les negó la entrada al recinto y tuvieron que escuchar el debate en la calle. A la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas, con 88 años y en silla de ruedas, también le prohibieron entrar. Cuando el senador Fernando “Pino” Solanas, en un discurso encendido con fuerte contenido feminista, le achacó esto a Michetti, la vicepresidenta dijo que saludó a Cortiñas y habló con ella diez minutos. Pero no la dejó pasar y Solanas le tuvo que prestar su despacho. El dispositivo de seguridad ordenado por Michetti se condijo con su apuro en terminar temprano la sesión y sus declaraciones de semanas anteriores. En una entrevista a La Nación (1-VII-18), mandó parir a las mujeres violadas (“no sé, que vayan al psicólogo”). También hizo todo para obstaculizar el debate. Quiso enviar la ley a la Comisión de Presupuesto (presidida por Esteban Bullrich, el senador que escribió un poema desde la perspectiva de un feto) y quiso evitar la trasmisión en vivo de las audiencias. Pero fue el senador peronista de Salta Rodolfo Urtubey el que se llevó el primer puesto, al afirmar que en las violaciones intrafamiliares no hay violencia: “Hay algunos casos donde la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, sino que a veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene una inferioridad absoluta de poder frente al abusador, por ejemplo, en el abuso intrafamiliar, donde no se puede hablar de violencia, pero tampoco se puede hablar de consentimiento”. A los minutos, sus declaraciones ya eran titulares de todos los portales de noticias.
A los dichos de Urtubey se le sumaron la gran mayoría de las declaraciones en la Cámara alta, que, salvo escasas excepciones, estuvieron faltas de argumentos y cargadas de falacias –datos inventados, conspiración internacional, síndromes inexistentes–. También abundaron las referencias locales; a la supuesta “opinión” de las respectivas provincias de los senadores. Pero sobre todo las declaraciones de los legisladores fueron largas. Prácticamente todos los senadores se excedieron en el tiempo de exposición, lo que hizo que quienes se encargaron del cierre (destacó el discurso secular de Miguel Ángel Pichetto y la adhesión al feminismo de Cristina Fernández) arrancaran bien pasada la medianoche.
A las dos y media de la mañana, cuando se pasó a la votación y no se logró la aprobación de la ley, estallaron los fuegos artificiales de los militantes celestes. Aún con el micrófono abierto, se escuchó a Michetti exclamar: “¡Vamos todavía!”.
La marea verde se fue dispersando mientras se cantaba que tarde o temprano el aborto legal sería ley. Marta, una vecina del barrio de Balvanera, cansada y empapada no se sentía triste. Se veía venir el resultado. “Ya sacamos el debate a las calles. Tenemos más de 70 años y hoy vinimos con nuestras hijas y nietas. Tres generaciones militando por nuestros derechos. Esto antes era impensado”, comentó a Brecha.
EL DEBATE EN NÚMEROS. Del total de votos en el Senado del Frente para la Victoria, el 89 por ciento lo hizo a favor y el 11 por ciento en contra del proyecto de ley. Días anteriores a la votación, la senadora Silvia García Larraburu, de la provincia de Río Negro, se dio vuelta y no votó en bloque. Del oficialista Pro, el 40 por ciento de los senadores votó a favor y el 60, en contra; del Partido Justicialista, el 39 por ciento a favor, el 50 por ciento en contra y el 11 por ciento sin definir. La Ucr, a contrapelo de la defensa de los derechos civiles, votó con 73 por ciento a favor y 27 por ciento en contra. El resto (Frente Renovador; Pares, Frente Popular; Frente Cívico y Social, y proyecto Sur) votaron 38 por ciento a favor del proyecto de ley, 54 por ciento en contra y 8 por ciento de sus senadores no se definieron.
Durante el debate por la ley Ive, que empezó en Diputados el 10 de abril, pasaron por el Congreso 770 expositores. Según el relevamiento de la organización Economía Femini(s)ta, más de la mitad fueron médicos y abogados. En ambos casos se presentaron más en contra que a favor.
Según un informe del Centro de Estudios Sociales y Legales (Cels), que toma cifras del Ministerio de Salud de la Nación y el Conicet, en Argentina se practican entre 460 mil y 600 mil abortos clandestinos cada año. En los hospitales públicos de todo el país se registran 53 mil internaciones por abortos al año. Del total, alrededor del 15 por ciento corresponde a adolescentes y niñas menores de 20 años, y aproximadamente el 50 ciento a mujeres de entre 20 y 29 años.
La Constitución prevé, en su artículo 81, que todo proyecto de ley desechado por una de las Cámaras sólo podrá volver a tratarse durante las sesiones del año siguiente. El año que viene seguirán los mismos legisladores que el jueves de madrugada rechazaron el aborto legal. Pero 2019 será un año electoral y hay que ver qué impacto real tuvieron estas sesiones parlamentarias en la intención de voto de los electores.