Ni uno más - Semanario Brecha

Ni uno más

El martes 4 se cumplió un año del asesinato de Sergio Lemos. Según supo Brecha, el lunes 3 la fiscal del caso pidió siete años de penitenciaría para el agente de la Republicana que le vació el cargador en la espalda. El sumario policial iniciado a los otros siete agentes involucrados sigue abierto.

El sol parece una pelota brillante a las ocho de la noche, bajando lento hacia la costa oeste. Las motos arrancan haciendo ruido y le dan la espalda. Son todos gurises. Algunos llevan unas telas negras, marcando el luto. Salen de la Terminal de Santa Catalina, remontan hacia la principal seguidos de un centenar de vecinos y doblan a la derecha, rumbo a la fatídica esquina que hace un año fue escenario del asesinato, frente a los ojos de muchos de ellos.

Pasa la marcha y otros botijas la miran. La miran los vecinos desde sus portales, desde sus azoteas bajas. La miran los más de siete patrulleros apostados frente a la comisaría que vino a instalarse en el barrio: tres grandes contenedores blanquísimos, metidos como una cuña en el predio de la escuela.

Pasa la marcha frente a algunos carteles también blanquísimos en que potentes letras negras dicen: “La Policía reprime, el Estado la financia”, “Basta de abuso policial”, “Ningún botija más muerto por una bala policial”.

Pasa la marcha frente a la mirada de Sergio y su gorrita de visera naranja, delineada su cara sonriente sobre un muro de la principal de Santa Catalina. Pasa por la esquina del almacén que sirvió de excusa para que el agente liberara su intención contra la motito que circulaba, alejándose. Así lo entendió la fiscal del caso. Según pudo averiguar este semanario, Ariel Cancela entregó la acusación a la jueza María Helena Maynard con un cambio de carátula: de homicidio simple a homicidio intencional. No fue un accidente, eso vino a decir. Marcó como atenuante para la pena que el policía no tenía antecedentes penales, y como agravante que los disparos fueron hechos con su arma de reglamento. Pidió a la jueza en su acusación que se lo pene con siete años de penitenciaría.

Si se hace un poco de memoria, se recordará cómo un grupo de agentes manipuló la escena, en un intento de hacer creer que Sergio Lemos traía un arma y había disparado primero. Esa versión policial, difundida por los medios y respaldada por el Ministerio del Interior (MI), sobrevivió pocas horas. En conferencia de prensa, el 13 de noviembre del año pasado, Eduardo Bonomi pidió disculpas y anunció el inicio de sumario a siete agentes (cinco de la Republicana y dos de las seccionales de la zona oeste: la 19 y la 24) con responsabilidad en el hecho y en el encubrimiento. Desde la Unidad de Comunicación del MI se informó a Brecha que los sumarios no han concluido aún, que estiman que lo harán en el correr de un mes, y que no podían precisar si los siete seguían o no en funciones, si hoy están trabajando.

Con el mar a lo lejos, pasó la marcha frente al cartel de “Se vende” colgado en la reja del almacén en cuestión. No se detuvo. Siguió el rastro del amigo, dobló a la izquierda en el piso de balastro rumbo a los pasajes donde Sergio cayó baleado en la otra esquina, junto a la cuneta. Ahora el lugar lo ocupa una moto a la que el resto rodea. No es la de Sergio. La suya, maltrecha pero funcionando, la lleva un amigo con su retrato pegado de frente. El silencio se impone en forma casi automática por un minuto. “No olvidamos, estamos de pie, que la bronca salga roncando con las motos”, cierra una vecina.

Más tarde, cuando la marcha vuelve sobre sus pasos, aparecerán los relatos. Sí, sigue habiendo problemas con la Policía. Los padres empezaron a estar atentos y logran dar testimonio. Una ya fue dos veces a buscarlo cuando le detuvieron al botija en la mismísima puerta de su casa. “Nos corren de la calle, entonces ya no se da ese contacto de generaciones”, explica él, altísimo y fino. Habla enfundado en gorra y capucha por encima.

En la terminal la marcha se reúne. La familia agradece el apoyo, el barrio los abraza. “Así como supimos que lo de Sergio iba a ocurrir, que se podría haber evitado, seguimos diciendo que los abusos policiales continúan. Eso es algo que no podemos callar. No podemos aceptar que los insulten, que los amenacen con que los van a violar, que les peguen. Aun si cometieron un delito. No los pueden denigrar. No nos podemos acostumbrar a que los traten así.”

La luna parece una pelota brillante a las diez de la noche, subiendo lento sobre la costa oeste.

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