Aline Kominsky-Crumb: No es lugar para los débiles - Semanario Brecha
Aline Kominsky-Crumb

No es lugar para los débiles

Las historietas de Aline Kominsky-Crumb son del tipo de las que, de caer en manos de alguien no muy habituado a leerlas y que ignore la historia del cómic underground estadounidense, provocan una mezcla de estupor, odio y pavor tal que seguramente desemboque en un irrefrenable deseo de afiliarse a los Proud Boys. Pero empecemos por el final: Aline está muerta.

↑ Querido Callo, de Aline Kominsky-Crumb. Traducción de Montse Meneses Vilar. Epílogo de Hillary Chute. Reservoir Books, Barcelona, 2023. 215 págs.

Y tal vez es porque Aline está muerta que Reservoir Books, un sello de la muy mainstream Random House decidió, en febrero de 2023, publicar su antología Querido Callo (Love That Bunch), algo que probablemente tampoco habría hecho si Aline Kominsky, nacida Goldsmith, no hubiera estado casada con Robert Crumb, que es, probablemente, el historietista estadounidense vivo más importante (o al menos a la par del one hit wonder Art Spiegelman). Sean cuales sean las razones por las que el espantoso dibujo de Kominsky aterrizó en grueso papel apresado entre dos contundentes tapas duras, bien merecido lo tiene. Y digo espantoso con el mismo ánimo que los españoles llamaron a sus historietas subterráneas la línea chunga, en evidente contraposición a la muy inofensiva y francobelga línea clara que tan larga escuela ha dejado. Y chunguísima es la línea de Kominsky-Crumb, tanto que hasta a un manco le daría ánimos para ponerse a dibujar historietas. Pero ¡alto!, que lo que parece fácil es difícil y lo feo, a poco de habitarlo, empieza a ser la mar de interesante.

Las historietas de Aline son siempre autobiográficas, explícitas, escatológicas y, más bien, indignas. Se diría que la autoestima textual y gráfica de Kominsky llega a la altura de un zócalo y que no le ahorra al lector el detalle de sus humillaciones, taras y variadas asquerosidades corporales mientras desgrana sus aventuras y desventuras en torno al sexo, la maternidad, la gordura, el arte y las más variadas excrecencias. Pero cómo sorprenderse de que así sea, tratándose de una mujer que pudo permanecer 30 años casada con Robert Crumb, pionero y maestro en esa área. Querido Callo tiene varias virtudes, y la primera de ellas es la de ser una antología extensa de su obra en solitario, es decir, la de una Kominsky descrumbizada. La segunda es el largo rango de fechas que cubre: desde los setenta hasta bien entrados los dos mil. La tercera es que dicho rango permite no solamente reconstruir una vida, sino presenciar consistencias y evoluciones.

Pero lo verdaderamente fundamental de conocer de primera mano la obra de Aline Kominsky-Crumb tiene que ver, cómo no, con el hecho de ser ella una mujer en la contracultura y en el ámbito del comix,1 además de permitirnos reconocer la inmensa influencia que ha tenido en las creadoras de historieta de la época actual. Para empezar, la obra de Aline parecía, en principio, impublicable. Aun dentro de la, bueno, zarpadez que habían instalado revistas como Zap Comix, en la que aparecían historietas como la de «Joe Blow», en la que se representaba a una familia tipo estadounidense, dibujada al estilo cartoon para niños, en la que el padre de familia vuelve a su hogar después de una dura jornada laboral y lo que sucede dentro de ese hogar es una serie de relaciones incestuosas. La Justicia no vio la evidente sátira a la hipocresía que es la imagen de la familia perfecta estadounidense y la realidad de lo que ocurre en demasiados hogares cuando se cierra la puerta, sino, bueno, la obra de un desviado. Sin embargo, los cómics de Kominsky molestaban incluso más que los de quien sería más tarde su esposo, porque, mientras que los de Crumb eran rechazados por aquellos defensores del modelo de sociedad a los que su historieta satirizaba, los de Aline eran resistidos, por su incorrección, por los mismos defensores del modelo de sociedad que ella defendía; entre ellos, algunas notorias feministas y mujeres pioneras en la industria del cómic, como Trina Robbins. La obra de Kominsky es un eslabón imprescindible en esta historia, tanto en la de los comix, en general, como en la de la historieta feminista, en particular. Sus páginas permiten comprender, por ejemplo, la obra de Phoebe Gloeckner, pero también las de Lynda Barry, Alison Bechdel o Julie Doucet y, más ampliamente, la tradición de la historieta autobiográfica escrita y dibujada por mujeres, en la que entran también autoras latinoamericanas, como Power Paola, Sole Otero y muchas otras.

Salvo la edición de Háblame de amor,2 escrita y dibujada a cuatro manos con Robert Crumb, la obra de Aline Kominsky-Crumb no se había publicado en español. Por algo se había autoproclamado «la Yoko Ono del cómic», una definición bastante certera, aunque mucho menos por estar junto a un gran artista como por ser una por mérito propio, importándole un comino lo que los demás pensaran de ella.

1. Denominación usada para distinguir específicamente a la historieta underground.

2. La Cúpula, Barcelona, 2011.

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