—¿Cómo evalúa el desempeño del Frente Amplio [FA] como oposición?
—Estamos viviendo circunstancias extremadamente difíciles con el crecimiento exponencial de casos de covid-19, 50 o 60 compatriotas que fallecen todos los días de muertes inesperadas, lo que está pasando en los CTI, donde los colegas médicos me dicen que ya tienen que estar tomando decisiones que trascienden su responsabilidad en función de la disponibilidad de camas. En medio de eso, lo primero que el FA ha demostrado es, como siempre señalaba Liber Seregni, la ética de la responsabilidad. Es decir, la generación de espacios de diálogo en la fuerza política, en la sociedad, con la academia, los científicos, los médicos, los trabajadores de la salud, que están desde el primer día en la primera línea. En segundo lugar, el planteo de medidas que tienen que ver con la ética de la solidaridad. Solidaridad con los uruguayos que están viviendo momentos sumamente difíciles no sólo por lo sanitario, sino también por lo económico y lo social. Solidaridad en las ollas populares, en las diferentes formas de apoyar a la gente que hoy está sin trabajo y que no puede salir a trabajar. El FA ha planteado la renta básica, ha planteado una serie de medidas de apoyo a los sectores más perjudicados, a las pequeñas y medianas empresas, a los artistas, a la cultura, a los pequeños comerciantes. Hay que buscar una solución que implique, desde el punto de vista del gobierno, brindar los fondos –que los puede tener– para apoyar este año. Y, al mismo tiempo, [debemos] continuar con la campaña de firmas [para derogar 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC)] para llegar a julio con la defensa de los derechos conquistados.
A su vez, el FA apunta a su plenario y su congreso que, por la pandemia, se postergarán hasta setiembre u octubre. Tenemos que prever que en octubre, fecha probable del congreso, estaremos a 36 meses de las elecciones de 2024 y nuestro objetivo debe ser: «Volveremos». No por una postura sólo del FA, sino para bien de nuestro pueblo. Debemos tener claro que ese es nuestro objetivo como la principal fuerza política del país. ¿Volveremos para qué? Para avanzar en una república de derechos, reconociendo lo que hicimos, lo que nos faltó, los errores y las cosas a corregir, pero dando una perspectiva de que continúa y avanza una propuesta de república de derechos que defina este primer cuarto del siglo XXI, como lo definieron en su momento períodos fundacionales, como el artiguismo y el batllismo. Junto a esos grandes períodos fundacionales están los períodos de neoliberalismo. En 1958, con el primer gobierno del Partido Nacional y la reforma de [Juan Eduardo] Azzini; en la década de 1990, con el planteo del herrerismo, claramente privatizador. Hoy hay que pararse firme contra las propuestas neoliberales que fueron concretadas en la LUC. El FA debe plantearse en esos tres planos: la ética de la responsabilidad, la ética de la solidaridad y la defensa de lo conquistado.
—¿Qué diferencias hay entre ser oposición antes y después de ser gobierno?
—Uruguay tiene tres grandes fortalezas. En primer lugar, una sociedad organizada potente y pujante. Me refiero a los movimientos por los derechos de igualdad de género – que trascienden a los movimientos de las mujeres–, los movimientos de derechos humanos –que ya no sólo se limitan al 20 de Mayo, sino que los propios jóvenes se han apropiado del tema a partir de los sitios de la memoria, de la verdad y la justicia–, los movimientos por la diversidad.
En segundo lugar, una clase obrera, una central de trabajadores que han mostrado su independencia, que pelearon durante los 15 años de nuestro gobierno por los derechos y conquistaron derechos muy importantes.
La tercera fortaleza es nuestra propia fuerza política. El FA representa hoy a la mitad de los uruguayos, pero es mucho más que eso. Es el FA en los barrios, en los comités de base, en el interior del país. Su mayor fortaleza es el frenteamplismo, ese que apareció entre octubre y noviembre, desde los profesionales, la cultura, el interior, a dar vuelta aquel primer resultado –y casi lo damos vuelta–.
Sobre esos pilares, el FA debe salir con cercanía, sensibilidad y una dirección con fuerte respaldo político de sus partidos y, sobre todo, de sus bases. La dirección tiene que tener tres patas fundamentales de equilibro: de género, territorial y generacional. Hoy hay condiciones de renovación. Vaya si tenemos que abrir las puertas a los jóvenes en ebullición, como dice el compañero Martín Couto.
—Sin embargo, en el recientemente conformado «grupo de acompañamiento»1 a la presidencia del FA son todos hombres y, en su mayoría, de la capital.
—Yo creo que hay una etapa de transición, que es en la que estamos ahora, pero creo que debemos apuntar hacia el congreso de octubre en esa perspectiva.
—¿Cuál es su posición en el proceso de autocrítica del FA tras los tres períodos de gobierno y la derrota en las últimas elecciones?
—Reafirmo que la clave, en lo autocrítico y, sobre todo, en proyección, es la relación con la sociedad organizada. El diálogo, aunque tengamos posturas diferentes. Y también el diálogo con los compañeros frenteamplistas. Cercanía, sensibilidad y trille, mucho trille, en diálogo con todo el país. A veces los frenteamplistas miramos el interior como una cuestión homogénea y no lo es. Son los interiores y no el interior. Hay compañeros en todo el país que emergen con mucha fortaleza. Hay experiencias que no valoramos lo suficiente.
Empezamos el primer gobierno con ocho intendencias frenteamplistas. En el segundo período hubo cinco y, más allá de que tuvimos excelentes gestiones, como las de Río Negro, Paysandú o Rocha, ahora tenemos tres. Ahí hay que analizar detenidamente. La derecha lo ha hecho, se ha coaligado no sólo a nivel nacional, sino a nivel departamental y eso nos obliga a una reflexión muy serena. Es uno de los grandes temas.
—En lo que va de abril, hubo varias disonancias en el accionar del FA. Me refiero, por ejemplo, al pedido de renuncia del ministro de Salud Pública planteada por el diputado Felipe Carballo, a las marchas y contramarchas en la interpelación a la ministra de Economía promovida por el Partido Socialista y a las declaraciones de Rafael Michelini sobre la recolección de firmas para derogar la LUC. ¿Son síntomas de una desorientación de la fuerza política?
—Antes que nada quiero saludar y reconocer el trabajo que vienen haciendo nuestros legisladores en cada uno de los frentes. Han actuado con mucha altura, con propuestas para lo sanitario, lo económico y lo social. En lo demás, yo soy un frenteamplista de los viejos. Entiendo que el análisis de cada actuación siempre debe ser procesado a través de los organismos propios del FA con la franqueza, la solidaridad y, sobre todo, el afecto que debemos tener entre compañeros. No soy de expresarme sobre los problemas o los desafíos que tiene el FA a través de la prensa, sino a través de los organismos correspondientes.
—Sin embargo, esta semana Danilo Astori dijo que le pareció exagerada la decisión de destituir a Rafael Michelini de la secretaría política.
—Yo no quiero entrar… Como dije, entiendo que tenemos los espacios para tratarlo dentro del FA, como corresponde y como ha correspondido siempre.
—¿Sigue en pie su candidatura a la presidencia del FA?
—Yo soy un militante del FA y toda mi vida he asumido las distintas responsabilidades desde esa convicción. En este caso, entiendo que todos los frenteamplistas nos tenemos que abocar a que, sobre estas bases, el FA genere esas instancias de responsabilidad y solidaridad, pero fundamentalmente a defender lo conquistado y a volver para el bien de la gente. En ese marco, yo estaré siempre dispuesto a lo que el colectivo resuelva, no como una aspiración personal, sino de acuerdo a lo que el FA entienda conveniente.
1. Integrado por Alejandro Sánchez (Movimiento de Participación Popular), José Carlos Mahía (Asamblea Uruguay), Daniel Marsiglia (Partido Comunista), Mario Bergara (Fuerza Renovadora), José Nunes (Partido Socialista) y Marcelo Melo (Vertiente Artiguista). El País, 4-IV-21.