En 1900, Paulina Luisi ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) y en 1908 fue la primera mujer que obtuvo un título universitario en Uruguay. «Los testimonios sobre las dificultades que enfrentó en sus estudios de Medicina hablan de una guerra sin cuartel que le habrían hecho sus compañeros varones.»1 Cuando Paulina Luisi estudió Medicina en la Udelar, no existía una noción de acoso o discriminación. Ciento veinte años después, por primera vez una denuncia de acoso sexual, además de ser escuchada, concluye con el pedido unánime del Consejo de una facultad para la destitución de un docente. Con este acto, se hace efectivo que, hoy, para «[…] la Universidad de la República no son admisibles las conductas de violencia física o psicológica, el trato denigrante, irrespetuoso o discriminatorio y todos aquellos comportamientos que por provocar humillación, ofensa injustificada, temor, daño físico o emocional puedan contribuir a crear un ambiente de trabajo o estudio intimidatorio, ofensivo u hostil, así como tampoco tolera comportamientos de acoso sexual, laboral o en las relaciones de estudio».2
El paso del tiempo muestra cuánto cuesta modificar las sensibilidades y concretar derechos, pues hasta que no se vuelve sentido común, una idea debe batallar largamente hasta instalarse en los hechos, en las normas y en las prácticas. Un conjunto de actos institucionales colaboró en este proceso. En 2001, se instaló la Red Temática de Género de la Udelar. En 2013, se creó la Comisión Central sobre Prevención y Actuación ante el Acoso y la Discriminación (CPAAD), que definió un procedimiento para procesar denuncias de acoso, violencia y discriminación provenientes de sus trabajadores y estudiantes. El 22 de diciembre de 2020, el Consejo Directivo Central aprobó una nueva ordenanza de actuación ante casos de violencia, acoso y discriminación, que comenzó a regir el 5 de abril de 2021.
En agosto de 2019, Martín Sambarino, docente grado 5 del Centro de Matemática de la Facultad de Ciencias de la Udelar, fue denunciado por Adriana da Luz ante la CPAAD. Adriana era, en el momento de la denuncia, estudiante de doctorado. Más de dos años después, el 23 de setiembre de 2021, la Dirección General de Jurídica de la Udelar concluyó en un sumario administrativo que la denuncia era creíble y verosímil. El 7 de octubre de 2021, el Consejo de la Facultad de Ciencias resolvió por unanimidad pedir la expulsión de Sambarino en razón de las denuncias de acoso que se formularon en su contra. El hecho es un hito sin precedentes en la Udelar.
El Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias (CECIEN) manifestó en un comunicado del 7 de octubre su apoyo a la destitución. Pero la comunicación va más allá. Señala que no parece acertado pensar que la resolución tomada por el consejo pondrá punto final al proceso iniciado en agosto de 2019, dado que este abrió paso a la presentación de las denuncias de varias académicas.
Ha pasado mucho tiempo entre la denuncia de Adriana da Luz y su resolución final. Tiempo tortuoso al cabo del cual primaron la escucha y la atención a la demanda, lo que establece un sentido instalado por la Udelar que puede ampliarse a diversos ámbitos en que el descrédito hacia las y los denunciantes actúa como factor ideológico fundamental para la desestimación de sus denuncias. Pues a todo ejercicio de derecho subyace un operador cuyas ideología y sensibilidad pueden (y suelen) llevar a silenciar y manipular las pruebas y evidencias que dan sustento a las denuncias.
Y, en este caso, el Consejo de la Facultad de Ciencias hizo justicia y la Udelar es hoy un espacio más justo. Con ello, contribuye a disminuir el horizonte de indefensión de sus estudiantes, docentes y funcionarios, ya que denunciar es exponerse al juicio de la propia comunidad y muchas veces lleva a la exclusión de quien levanta la voz. Entonces, frente a los relatos que, como señala el CECIEN «describen una realidad hostil para mujeres y disidencias», ¿qué más hacer?
Desterrar las prácticas y lógicas de exceso de poder propias de la dominación patriarcal no depende únicamente de un marco normativo. Las dinámicas del «estar juntos» cuando somos, pensamos y, sobre todo, vivimos diferente ponen día a día a prueba la convivencia en las instituciones. En esa convivencia se trata de defender el derecho a pertenecer. A ello alude Jana Rodríguez Hertz3 cuando menciona que el acoso afecta el sentimiento de pertenencia de aquellos que desean integrar la comunidad. Excluye y lleva a la migración de parte valiosa de los recursos humanos de nuestra comunidad académica. Muy poco ha sido estudiada, de hecho, la migración de mujeres por la violencia institucional y el acoso. Tampoco han sido analizadas las prácticas masculinas de manejo del poder en la Udelar. En 1979 Latour y Woolgar desvendaban que la «vida en el laboratorio» imprime lógicas sociales en la selección de temas científicos a investigar. Es momento de indagar la «vida en la universidad» y las modalidades de control y poder que van más allá del acoso sexual, una forma visible de dinámicas más sutiles y silenciosas de cooptación, anulación y silenciamiento.
Este cambio requiere también de una nueva pedagogía para que los conflictos y las disputas por el acceso a los espacios de poder no terminen cooptados por prácticas abusivas en la institución y en la sociedad. Y para que las mujeres no reproduzcan dinámicas de acoso y lógicas patriarcales. Las pedagogías son la puesta en práctica de valores y principios, y su importancia es crucial para determinar cómo se constituye y proyecta una institución. Hablamos de la formación, del currículo y también de la ética en las prácticas profesionales, reclamando su imprescindible enseñanza.
Así, si el objetivo es alterar las dinámicas que años de dominación masculina han introducido en todos los intersticios del vínculo social, es hora de valorar los marcos proactivos que habilitan otras formas de relacionarse y educar en ellos, proyectando un cuerpo de profesionales que, en el país, sostengan –en el difícil encuentro con el ámbito profesional y sus lógicas capitalistas y patriarcales– prácticas que interpelen e impidan fenómenos de violencia institucional y social. Que retrocedan dinámicas de corrupción, de humillación o la frecuente sordera del Poder Judicial ante la violencia contra las mujeres depende de la difusión y la expansión de las pedagogías, prácticas y contenidos curriculares que educan en derechos humanos, pues la Udelar es un espacio de poder que forma a quienes dirigen las instituciones.
Es preciso reivindicar la activación de las herramientas que existen en diversos niveles, tales como el Plan Nacional de Educación en Derechos Humanos. Educar las sensibilidades y formar a docentes y profesionales universitarios que tengan marcos de comprensión de las prácticas y conductas discriminatorias a que se van a enfrentar es imprescindible para que la convivencia en un marco de respeto a los derechos humanos se garantice sin activar, día tras día, los mecanismos punitivos y de castigo.
En definitiva, de la expansión de estas pedagogías depende que se construya un horizonte en que el respeto por el otro sea hegemónico y que las prácticas de opresión, acoso y exceso de poder de cualquier signo retrocedan. Este es el único modo que tenemos de lograr que la lucha sea exitosa más allá del ámbito punitivo. Reivindicar las garantías es fundamental, pero seguir ampliando las prácticas y las dinámicas que impiden la reproducción de las violencias es estratégico. Terminar con el acoso sexual –un tipo de violencia machista presente en la Universidad y en la sociedad– depende de un cambio de sensibilidad del cual la resolución de la Facultad de Ciencias es la primera expresión objetiva en la Udelar.
1. Graciela Sapriza, «Paulina Luisi. Liderazgo, alianzas y desencuentros de las sufragistas». Disponible en www.1811-2011.edu.uy.
2. «Política institucional de la Universidad de la República sobre violencia, acoso y discriminación». Udelar, 2019. Disponible en www.universidad.edu.uy
3. «Denuncias de acoso y abuso de poder en la comunidad matemática de Udelar», En perspectiva, 4-IX-19.