No queda claro si este disco1 se llama Los Mosquitos o si Los Mosquitos sería el nombre del “proyecto” que firma el disco. Como sea: Javier Alves Bellini es el principal responsable, compositor, cantante y guitarrista en la mayoría del material grabado (él se aventura también con guitarrón, flautas y clarinetes). Entre los antecedentes de Bellini, fue integrante del Cuarteto del Amor y tiene un disco solista previo, subido a Bandcamp.
Hay dos ámbitos entrelazados en este disco. Uno son las canciones cantadas por Bellini, casi todas entre lo criollo y la típica, con extensiones a terrenos adyacentes. El otro es súper diversificado y aparece alternado con el primero: grabaciones caseras, montajes escénico-sonoros, sonidos electrónicos, intervenciones solistas de otros músicos, pedacitos de diálogos. La estructura recuerda un poco la del disco de Limonada (1971), en que los temas iban alternados con viñetas. Sólo que, en este caso, las viñetas pueden llegar a ser prácticamente surcos enteros, como es el caso del precioso y profundo tema que canta, con la intensidad habitual, Alessandro Podestá con un increíble arreglo de flautas y guitarra.
Las canciones del tronco principal son mayormente satíricas, con letras ingeniosas que comentan elementos de la vida urbana moderna de la clase media globalizada. Abordan el consumismo, los escapismos new age, la ansiedad por el ascenso social, el conformismo. Esos asuntos de por sí generan una disonancia conceptual con los estilos musicales (tango, milonga bailable, gato) asociados a otras épocas y otras ambientaciones, y eso es parte de la gracia. Escuchamos cosas como “Y hoy Paquito es intendente/ llegó adonde tanto quería/ hizo lo que pretendía/ y ahora curte la moda/ de por la tarde hacer yoga/ y por la noche tai chi/ para asegurarse así/ su remanso espiritual/ y liberarse del mal/ después de currarme a mí”. Las letras son muy buenas, pero quedan aun mejor en la voz de Bellini, que las interpreta con convicción, garra, incluso con algo de drama (si él fuera un actor cómico, sería de esos que nunca se ríen). Está totalmente metido en el espíritu de los estilos musicales añejos que cultiva, y es más, debe estar entre los mejores cantantes de tango vivos (dicho esto por alguien que ama a Gardel, pero detesta a prácticamente todo cantante que haya usado gomina después del desastre de Medellín).
Algunos surcos emplean la formación clásica (a lo Gardel y Zitarrosa) de guitarrón y guitarras tocadas con púa. En la mayoría de los casos Bellini toca todos esos instrumentos, y lo hace en forma desprolija, pero con canyengue y fibra. En el tango-tango “Energía” la base es de una sola guitarra y la toca Julio Cobelli (¡fuah!, palabras mayores). Los terrenos estilísticos adyacentes a los que aludí son de dos tipos. Por un lado, hay canciones con un estilo más yanqui, como cuando los tangueros viejos querían incluir un componente internacional en el repertorio (cosas entre foxtrot y jazz manouche). Por otro lado, hay alusiones a algunos maestros del Canto Popular. “Hipermercado” usa muchos procedimientos específicos de las canciones satíricas de Jorge Lazaroff (en especial “Hoy sopa hoy”, “Ley de probabilidades” y “Común aroma del lugar”). En forma menos precisa, noto en “Los mosquitos” algo del espíritu del Trochón de la última etapa de Los que Iban Cantando. “Tiembla el mundo” es un claro tributo a Dino –casi un ejercicio de estilo, en música y letra–, tanto así que, en su tono serio y su brevedad, queda como un puente entre las canciones satíricas y las del otro grupo diversificado.
Es un trabajo fresco, gracioso, alimentado por raíces rioplatenses y potenciado por un espíritu irreverente, de invención, independiente de cualquier modismo.