—¿Cómo te enteraste de las filmaciones de José Pedro Díaz y qué te llevó a querer transformar esas imágenes en un documental?
—A través de un llamado de Ignacio Bajter, de la Biblioteca Nacional, que me contó que aparecieron esas películas y me ofreció la posibilidad de verlas. Y fue impresionante. Primero, solo por el poder de las imágenes, sin ningún tipo de referencia, porque hay que tener en cuenta que mi primer contacto con lo que estaba filmado era sin saber nada, sin conocer a las personas que aparecían. Entonces, la primera pregunta que te hacés es: ¿qué es esto: un registro familiar, cine doméstico? Pero cuanto más miraba, más descubría claves que lo alejaban de eso: era y no era eso al mismo tiempo.
—¿Qué es lo que, a tu juicio, lo despega del cine doméstico?
—Ciertas intenciones...
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