Pese a la caída de la cúpula policial, de las altas jerarquías del Ministerio del Interior y de la mayoría de los jefes departamentales, persiste la idea de la «mano dura». Los cambios en la cartera bajo el mando de tres ministros no derivaron de una definición política, pero con las obligadas remociones que generaron los casos Astesiano y Marset, entre otras denuncias de corrupción policial, empezó a colarse cierta apelación a la prevención del delito y al saber técnico en la gestión de la Policía, que sigue produciendo choques a la interna.
↑ Luis Lacalle Pou, junto a todos los jefes de Policía del país, presentando las Nuevas Medidas de Seguridad en la Torre Ejecutiva, en el año 2020. HÉCTOR PIASTRI
Cuando Jorge Larrañaga emitió su discurso protocolar de asunción como flamante ministro del Interior, el 2 de marzo de 2020, quizás no previó la eventualidad de ser defraudado. «Venimos con el objetivo de restituir el orden, el respeto y el imperio de la ley como base de convivencia», dijo entonces, pleno de convicción, ante el auditorio integrado por jerarcas y funcionarios del nuevo gobierno. Seguido de un aplauso cerrado, prometió: «Vamos a defender dentro de la Constitución y la ley a la gente que trabaja, que lucha y que quiere vivir en paz en nuestro país».
En cierto sentido, la foto de Larrañaga secundado por una corte marcial de oficiales de alto rango y prometiendo restitución de la «autoridad» resulta lejana en el tiempo. La idea de «respaldo» y «respeto» a la Policía también hab...
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