Para Carlos Maaz Coc aquella noche de pesca había sido rutinaria y escasamente provechosa. Esto venía haciéndose algo común pues en la última década compañías mineras comenzaron a verter contaminantes en los cauces de agua que luego se trasladaban hasta el Lago de Izábal, ubicado en el departamento guatemalteco del mismo nombre. Naturalmente, esta acción repercutía dramáticamente en su faena como pescador artesanal, oficio que a la vez había abrazado no sólo por necesidad sino también por constituir una herencia ancestral para aquel descendiente maya-quiché de 27 años. Carlos Maaz formaba parte de comunidades que históricamente veneraron y crecieron en el entorno del Lago de Izábal. A él y a muchos otros habitantes del lugar, la contaminación creciente de la base principal de su sustento l...
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