Mi primo Luis Secco trabajaba para la Unesco proyectando escuelas. Al volver de Suazilandia, que queda al sur de África, frente a Madagascar, contó que lo habían invitado a almorzar un guisadito riquísimo servido sobre un mantel de cucurucho, del que iba partiendo trozos que hacían de cuchara hasta concluir guiso y mantel al mismo tiempo. Su madre escuchó, revolvió su té con una cucharita Christofle y suspiró: «¡Ah, esa gente… cuándo entrará en vereda y vivirá como Dios manda!».
El shock cultural se siente en los viajes, pero podemos volver a «esa cosa tan de siempre, tan dulce y tan conocida». El shock del futuro es acelerado y sin retorno.
En 1974, Alvin Toffler escribió El shock del futuro «para la gente que se siente abrumada por los cambios». Leí ese libro justo cuando nació mi hijo m...
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