Peter Burke en Uruguay: Poética de la vida cotidiana - Semanario Brecha
Peter Burke en Uruguay

Poética de la vida cotidiana

La semana pasada la Universidad de la República logró llevar a cabo uno de los eventos culturales y políticos más destacados de los últimos años: el ciclo de conferencias «Burke en Uruguay: una semana para la historia de la cultura». La historiadora brasileña María Lucia García Pallares-Burke brindó el seminario «Gilberto Freyre y su impacto en la historia intelectual de Brasil y América Latina», mientras que el historiador británico dictó dos conferencias abiertas al público que llenaron –y dejaron pequeña– el aula magna de la Facultad de Información y Comunicación.

Peter Burke. UCUR UDELAR, JUAN MARTÍN XAVIER

Peter Burke estudió la Licenciatura y la Maestría en Historia Moderna en la Universidad de Oxford. Formó parte de la Escuela de Estudios Europeos de la Universidad de Sussex y trabajó como investigador y profesor en varias universidades de Europa y América. Se jubiló de la Universidad de Cambridge, pero actualmente se mantiene allí como catedrático emérito de Historia Cultural. Además, a sus 86 años, como miembro de las academias británica y europea sigue ampliando sus investigaciones y brindando conferencias alrededor del mundo.

En su oratoria del martes 5 de marzo,1 Burke comenzó hablando sobre su temprano interés por estudiar y redefinir la historia cultural. En Oxford, su estudio quedaba relegado a una materia optativa del último año sobre la historia del Renacimiento italiano. La problemática que encontró tras dedicarse a este período fue la definición misma de cultura en la que se centraba su trabajo: lo que se entendía por cultura y lo que hoy admiramos de ese período tan prolífero fue nada más la cultura de unos pocos artistas e intelectuales que se concentraban en nuevas ciudades-estado como Florencia, Milán y Venecia. Esta fue, durante mucho tiempo, considerada la «alta» cultura, la que aparecía como digna de estudiarse y «pasar a la historia».

Tras esa toma de conciencia sobre los límites del concepto, Burke decidió poner su foco en la cultura de la mayoría de la población. Sin embargo, la delimitación del campo temático aún presentaba un problema. Para sortear esta dificultad, muchos estudiosos de la cultura popular optaban por buscar un equivalente de esa cultura de la élite –pintura, música, libros– en la cultura del pueblo, pero Burke entendió que, con este proceder, moldeaba un objeto de estudio con los criterios impuestos por el anterior, en lugar de adaptar su estudio al nuevo objeto. Fue así como decidió estudiar la historia de la poética cotidiana, entendiendo poética como las reglas y los principios de la vida cotidiana.

El historiador adoptó un sentido antropológico para su trabajo: cultura son las redes de significados y representaciones que se comparten dentro de una sociedad. Para indagar en ese sentido, tomó prestadas metodologías de varias disciplinas, y es en este enfoque interdisciplinario donde reside, en gran parte, la riqueza de sus trabajos y la profundidad que explica la amplia influencia de sus conceptualizaciones sobre estudios de figuras posteriores. Es que el efecto Burke produce una trasgresión de los límites conceptuales propios de la historia tradicional y una ampliación de sus horizontes, situándolo como un teórico fundamental para distintas áreas de las humanidades y las ciencias sociales. Esta apertura interdisciplinaria lo empujó a la consideración de nuevas fuentes. Con respecto a esto, el historiador destaca su admiración por el trabajo de su contemporáneo, el sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien estudia la sociología de la casa, analizando qué nos dice la división de las habitaciones entre hombres y mujeres sobre sus hábitos y el lugar que se les designaba socialmente. Con esto, la historia vuela del papel y adopta una dimensión plástica. Además, demostrando que hablar de cultura cotidiana no excluye a las bellas artes, no deja de mencionar la investigación que el historiador francés Roger Chartier hizo sobre la temática del libro, ya que las lecturas preferidas y el consumo cultural de una sociedad lo ayudaban a describirla, a descubrir la evolución de sus gustos.

Para Burke, la historia cultural no es un campo, sino un enfoque. Todo puede estudiarse desde un punto de vista cultural: desde el deporte hasta los nombres de las calles. En este sentido, podríamos pensar que las formas de habitar una ciudad son una ampliación del ejemplo de la casa para Bourdieu: las estatuas, las plazas y la accesibilidad de los distintos barrios son un reflejo de las creencias, las costumbres y la capacidad de inclusión de su población. Construir y habitar el espacio es, entonces, una manera de hacer historia, y para repensarla necesitamos, como plantea el historiador, diferentes perspectivas y puntos de partida.

LA HEGEMONÍA CULTURAL Y EL PROYECTO COLECTIVO

Burke mencionó también la figura del polímata, aquella persona que maneja diversas disciplinas y, por tanto, posee diversos enfoques, e idea fácilmente soluciones nuevas a problemas viejos. En su extenso libro sobre el tema, efectúa una historia y una clasificación de esta figura y explica que, actualmente, se encuentra en decadencia debido a dos cosas: el exceso de información y la especialización. El caldo de cultivo de esta figura era, históricamente, la universidad, pero debido a la creciente especialización de la educación terciaria y la separación de las humanidades y las ciencias ya no se genera un ambiente propicio para su surgimiento. Además, el creciente flujo de información hace cada vez más difícil estar al día con más de una disciplina: el exceso funciona en detrimento de una lectura lenta y crítica que nos permita «cocinar» los datos, que llegan «crudos». El uso de internet ha permitido más accesibilidad al conocimiento, sin embargo, muchas veces este está supeditado a los mecanismos de los motores de búsqueda, cuyo objetivo suele ser el comercio y, al mismo tiempo, extraer nuestros propios datos. El conocimiento está ahora segmentado y vigilado: Burke sostiene que no está en contra de la especialización en sí misma, sin la cual muchos descubrimientos no hubieran sido posibles, sino que le preocupan los especialistas «que no pueden ver más allá de su campo».

Otro concepto que mencionó fue el de hegemonía cultural, término acuñado por el político italiano Antonio Gramsci, quien explica que el poder de una clase social dominante se sostiene y se ejerce por su capacidad para establecer y mantener una hegemonía cultural. Dicha clase ejerce influencia sobre los valores y las normas de una sociedad, y hace que su posición de poder parezca natural y legítima. Por lo tanto, un punto crucial para develar lo que se entiende como natural es buscar distintos enfoques y perspectivas, como lo son el feminismo y el orientalismo. Burke afirmó que, para contrarrestar dicha hegemonía, las feministas han hecho una revisión cultural desde el punto de vista de la historia de la mujer y su lugar en la sociedad. A su vez, los orientalistas han puesto en tela de juicio el lugar pasivo que se le otorga a Oriente con respecto a la cultura occidental, revindicando su gran influencia. Burke hizo hincapié, además, en la importancia que han tenido los exiliados en la vida académica de las universidades, ya que «lo ordinario varía de una cultura a otra» y las metodologías de investigación están supeditadas a lo que cada cultura entiende como ciencia y proceder científico. Así, el intelectual británico dejó claro que el trabajo de investigación debe ser llevado adelante de manera colectiva, desde un grupo multidisciplinario y multicultural, porque de otra forma el conocimiento siempre será limitado. Esta es una nueva forma de pensar el estudio –actividad que en las humanidades parece tan solitaria– desde lo comunitario, desde la colectividad.

Los estudios de Burke son relevantes para pensar diversas inquietudes que nos plantea la cultura contemporánea: identidad cultural, medios de comunicación y metodología de la investigación, entre otros. Para comprender su trabajo, necesitamos entrenarnos en ser capaces de hacer un proceso de «digestión» de lo que leemos y aprendemos, como también un entrenamiento centrado en contemplar perspectivas múltiples y opuestas; apostar a discusiones lentas que permitan la verdadera apertura a nuevas ideas y, finalmente, a perseguir el saber. No por el saber mismo, sino porque es lo que nos hace libres.

1. «Estado actual del campo de la historia de la cultura», conferencia en la Facultad de Información y Comunicación.

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