Mujeres en skate en Afganistán: Por fuera de la sharia - Semanario Brecha
Mujeres en skate en Afganistán

Por fuera de la sharia

Una foto. Tres gurisas. De arriba abajo: velo, pollera y skate. “El 40 por ciento de los skaters afganos son mujeres. El 100 por ciento de ellas son duras como el acero.” Skateistan es la organización dueña de esas palabras publicadas en su Facebook. “Somos una ONG internacional sin fines de lucro, promoviendo el skate y programas educacionales en Afganistán y Camboya.” Otro link hacia su propia web: Skateistan.org.

El loguito es precioso. Una patineta en medio de un círculo decorado con la filigrana típica del mundo islámico. Luego, los datos. “Casi” 40 por ciento de las beneficiadas son nenas, en un universo que va entre los 5 y los 18 años. La mitad de los pibes que participan de lo que Skateistan organiza y enseña trabajan en la calle. La última pestaña de la web anuncia el libro Skateistan, la historia del skate en Afganistán, compre ahora.

Se trata de una especie de trampa a la tradición. Las mujeres tienen prohibida la bicicleta en el país, pero en el skate se encontró un nicho. El que lo impulsó, en realidad, fue el skater australiano Oliver Percovich. La imagen está a la mano. El gringo blanquísimo de ojos azules, tocado por gorrita de visera plana, llega a las calles de una Kabul tercermundista en 2007. Puede que haya sido rodeado por una banda de pibitos callejeros que oscilan entre la vergüenza y la excitación total ante las ruedas de la patineta del forastero que no ruedan bien en la tierra sin asfalto. Puede que hayan sido ellos los que le señalaron la fuente Mekroyan para que los deleitara con sus piruetas.

Lo cierto es que el gringo recolectó el dinero necesario de las embajadas de Alemania, Noruega, Dinamarca y Canadá, y a fines de 2009 había creado la ONG para regentar un skatepark cerrado de 1.700 metros cuadrados.

Las clases son gratis, las patinetas también. “Aprendiendo y divirtiéndose juntos, los jóvenes construyen confianza y entendimiento mutuo a pesar de sus diferencias.” En realidad, las clases duran una hora, una vez a la semana, cuestión que puede matizar el alcance de lo antedicho. Aun así, sostienen una certeza que el mundo adulto tiende a olvidar: que no hay relato que sustituya la experiencia, que el propio cuerpo es la única manera de vivir realmente, que ahí está la base del compromiso.

De todas formas, como buena ONG, funciona a partir de donaciones y voluntarios. Y ya cosechó un segundo skatepark en el país, en Mazar-e-Sharif, la cuarta ciudad en tamaño, con unos 400 mil habitantes. El terreno fue donado por el gobernador de Balj –provincia en la que se encuentra– y el Comité Olímpico afgano.

Eso sí, las nenas van un día y los nenes van otro. No es cuestión de que las barreras se derrumben por arte de magia. La memoria nos retrotrae a una imagen vista días atrás. Un picadito en la Plaza 2, la que está sobre General Flores, antes del mediodía de un día cualquiera. Los ojos hacen un paneo por la juventud que disfruta la vida disipada como sólo puede hacerse en la adolescencia. De repente, una sorpresa. En el fondo, bien parada en sus championcitos blancos y su vaquerito azul, una nena de pelo atado. La única que juega entre los varones. Entonces se entiende. Los muros siempre empiezan a romperse a partir de rajaduras minúsculas.

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