Julio de los Santos, trabajador de Arrozal 33, está gravemente enfermo. Andar con él el camino que lo llevó hasta acá pone en evidencia irresponsabilidades varias en el manejo de agroquímicos, además de dejar alguna pincelada sobre ciertas maneras de tratar al personal. También revela, inesperadamente, cómo prácticas industriales vistas con mucho menor recelo que los fitosanitarios siguen dañando a la par.
“En Rivera le dicen fueguito”, recordó Julio ante el churrinche que nos miraba desde el alambrado que separa su casa de la del vecino.
En los inmensos playos que bajan hacia la laguna Merín, lo que no falta son aves. Son campos arroceros. En cada canal hay al menos un juan grande acechando bagres y tarariras que trae el agua. Escuadrones de zancudos de menos porte, que acá llaman “mazari...
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