¿Qué cultura popular queremos? - Semanario Brecha
Varones Carnaval y después

¿Qué cultura popular queremos?

Las mujeres e identidades no hegemónicas vienen trazando otras posibilidades y lógicas para los distintos ambientes de carnaval. Este trabajo de militancia, comprometido, doloroso y silencioso adquirió gran trascendencia en ámbitos institucionales tras las denuncias públicas en redes.

Punto Violeta en el anfiteatro Canario Luna. Intendencia departamental de Montevideo

En las estructuras del Concurso Oficial de Carnaval, Murga Joven y Carnaval de las Promesas se abrieron grietas profundas en los últimos meses, pero las gotas vienen cayendo silenciosas y pacientes desde hace años. Cada paso inédito en esta coyuntura es una posibilidad de reconfigurar las lógicas de los espacios institucionalizados o, en paralelo, generar otro tipo de encuentros ajenos a la lógica de la competencia.

La cuenta de Instagram Varones Carnaval (@varonescarnaval) fue la explosión de una olla a presión. Los relatos, que se publicaron por centenas, pusieron en el debate público la violencia de género dentro del ambiente carnavalero. Hay testimonios que refieren a diversas formas de violencia sexual, abuso y acoso. Hay historias recientes e historias antiguas. Hay un crisol inmenso de hechos, personas y conjuntos involucrados. Hay mujeres, niñas, niños y adolescentes que sufrieron violencia. El anonimato de las placas evitó que se señalara, como suele suceder, a las víctimas. La cantidad de historias y los nombres repetidos lo volvieron innegable: este es un problema sistémico.

La aparición de Varones Carnaval fue un hito movilizador, hizo ruido, tuvo un gran alcance dentro y fuera de las redes. Llegó, unos días después, a la agenda de los medios. La clase política debió hacer declaraciones, las instituciones tuvieron que responder. La indiferencia no fue una opción. Analía Fraigola, del Encuentro de Murguistas Feministas (EMF), aseguró a Brecha que con la aparición de las placas «hubo una especie de clic», que también pudo suceder gracias a «procesos largos y de mucho esfuerzo» que vienen haciendo distintos grupos y colectividades de mujeres e identidades no hegemónicas. Algo se fisuró. La impunidad se resquebrajó. Hay más preguntas que respuestas, pero eso también significa que se abrieron nuevos caminos.

AGUANTAR EL MOSTRADOR

El suceso de Varones Carnaval logró generar movimientos institucionales, efecto que no suelen tener los escraches de este tipo. La Fiscalía actuó de oficio para vehiculizar algunas de las denuncias en el ámbito formal y habilitó un teléfono para que las denuncias se realizaran directamente allí. «Es fuerte ver enunciada esta realidad con tanta claridad», expresó Solana Quesada, directora de la Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo (IM), en diálogo con Brecha. Frente a las denuncias, desde la IM tenían «la certeza de que había que hacer algo para darles garantías a las mujeres que participan de los ámbitos culturales».

La IM ya venía trabajando, explicó Quesada, con una fuerte perspectiva de género en políticas culturales. Sin embargo, esto evidenció que en el ámbito de carnaval «lo que hicimos no alcanzó, tenemos que hacer más para transmitir que la violencia machista en estos espacios la IM no la va a avalar, no es algo que aplauda, es algo que va a combatir con todos los actores involucrados».

Para pensar soluciones, la IM se reunió con distintas colectivas organizadas y mujeres del ámbito carnavalero. Participaron la Comisión de Género de SUCAU (Sindicato Único de Carnavalerxs del Uruguay), el Encuentro de Murguistas Feministas, la Colectiva de Técnicas de Carnaval formada recientemente, Más Músicas, gestoras y mujeres del ámbito no nucleadas. En ese espacio de articulación entre el movimiento social y la institucionalidad departamental se propusieron diferentes acciones. Quesada afirmó que algunas pudieron llevarse a cabo a corto plazo «y otras tenemos que pensarlas más porque requieren otros procesos».

María José Hernández, integrante de la Comisión de Género de SUCAU, expresó que el sindicato, por contar con el respaldo del PIT-CNT, tiene una gran posibilidad de incidencia en la protección de las trabajadoras. Aseguró que la Asesoría de Género de la IM está dando respuestas allí donde, usualmente, los feminismos se encuentran con la indiferencia estatal, y remarcó como un hecho político trascendente «que haya mujeres sindicalistas negociando con el Estado respuestas ante estas violencias».

Como primera medida, se generaron cambios en el llamado Carnaval de las Promesas, porque «le da un carácter más preocupante a las denuncias» que haya niños, niñas y adolescentes involucrados. La asociación civil El Paso tuvo instancias con Adicapro (Asociación de Directores del Carnaval de las Promesas), con los padres y referentes del espacio, y redactó un informe con una serie de recomendaciones a mediano y largo plazo, entre las que estuvo la transición de Promesas hacia una muestra no competitiva en los próximos años. En este 2020, de hecho, se modificó la lógica de los jurados, que fueron rebajados de seis a tres para homologar la experiencia a lo que sucede en la Movida Joven. Además, se pusieron ciertas condiciones con respecto a la premiación de los técnicos adultos, para que no fueran ellos el centro de la competencia.

Quesada aseguró que comenzaron a elaborar un protocolo para actuar frente a situaciones de acoso o abuso en Promesas que funcionará articulado con el sistema interinstitucional de respuesta a la violencia contra niños, niñas y adolescentes, además de un servicio específico de acompañamiento psicosocial y legal.

Otra de las iniciativas que se llevaron a cabo en coordinación entre la IM y el movimiento social fue la de generar un Punto Violeta en cada escenario: «Un espacio cuidado, de información y asesoramiento, donde las gurisas que tengan dudas puedan ir a evacuarlas». Esos puntos se materializaron en mesas señalizadas con elementos violetas a la entrada de los lugares donde se desarrollaron los eventos. Las mujeres organizadas del carnaval sostuvieron el espacio; los materiales, estructura y remuneración fueron brindados por la IM.

A su vez, se creó el servicio Cultura Libre de Violencia, una experiencia piloto de tres meses para acompañar a las mujeres que sufren violencia en los ámbitos de la cultura; la gestión está a cargo de El Paso. No es un lugar de denuncia, sino de escucha y acompañamiento. Quesada relató que, en este tiempo, desde el servicio se ha acompañado a diez mujeres de forma individual y también se han generado modalidades grupales de talleres de capacitación y reflexión sobre la violencia de género.

TODA TRANSFORMACIÓN ES UN PROCESO

Habitar el carnaval siendo mujeres implica enfrentarse a la violencia; es un aspecto naturalizado de su estructura. «Nuestra geneaología del carnaval, si pensamos desde el 1900 hasta ahora, es totalmente machista, patriarcal. Las demostraciones de masculinidad en público son muy fuertes, hay una gran escenificación de la violencia y se dan lógicas de masculinidades depredadoras en manada», explicó Hernández. Es muy fuerte, también, la idealización e idolatría a los varones que suben al escenario, una jerarquización simbólica que ayuda a sostener la impunidad.

Pero el carnaval no fue siempre lo que es ahora. «La fiesta sin límites temporales, irrenunciable y universal» la llamó el historiador José Pedro Barrán en Historia de la sensibilidad en el Uruguay: la cultura «bárbara». En el 1800, el carnaval era «un juego de masas, casi nadie se sustraía de él»: se caracterizaba por la libertad y el desenfado del cuerpo y del alma.

Para Hernández, es esencial volver a la sensibilidad del juego, que te permite ser otra u otro por un día. El problema, señaló, es que «se piensa que la fiesta es patrimonio o propiedad de los varones, entonces cualquier mujer a la que le guste y esté presente en esos ámbitos va a estar marcada y va a ser violentada». En ese contexto, hace años que las mujeres se organizan para reclamar su derecho a participar en el carnaval desde el lugar que deseen.

El EMF viene haciendo un esfuerzo colectivo en esa línea desde finales de 2017. Fraigola contó que tuvieron que hacer «un proceso de identificarnos como murguistas» y, en un ámbito «machista y heteropatriarcal», pensar que existen otras formas de hacer murga. El EMF es un espacio alejado de las lógicas del concurso en el que mujeres e identidades no hegemónicas confluyen en un lugar para mostrar su trabajo, dialogar, debatir y construir carnaval de otras maneras. Desde su conformación, en el EMF vienen pensando cómo actuar frente al acoso, el abuso y la violencia de género que es tan conocida y callada dentro del carnaval, pero Fraigola afirmó que todavía no le habían «encontrado la vuelta a qué hacer frente a eso».

Hernández también se expresó en esta línea. El sindicato venía abordando el tema desde el debate y pensando caminos posibles, y las mujeres estaban entablando conversaciones en ámbitos informales. Desde la comisión de género de SUCAU habían empezado «a reconstruir la historia silenciada de las mujeres en carnaval y a reconocer que la primera violencia fue la expulsión del escenario».

Algunas murgas jóvenes y mujeres que participan en conjuntos que concursan de forma oficial también venían llevando a cabo procesos de deconstrucción y reconstrucción de las normas implícitas de los espacios. Son esfuerzos no sistematizados, pero fueron cruciales para que el suceso de Varones Carnaval tuviera el contexto de escucha y las repercusiones que tuvo.

ENTRE EL PUNITIVISMO Y LA IMPUNIDAD

«¿Qué hacemos ahora?» es la pregunta que atraviesa a todos los colectivos. Se movió el tablero, se abrió una grieta en la impunidad, se llevaron a cabo acciones reactivas a corto plazo. ¿Cómo se reconfiguran los espacios de carnaval de ahora en más?

Una de las primeras consecuencias de las denuncias fue que varios conjuntos con integrantes acusados se bajaron del concurso este año. La contracara es que un número muy grande de mujeres técnicas perdieron sus puestos de trabajo y no tienen ningún tipo de seguridad social por la informalidad que caracteriza sus relaciones laborales.

Desde el colectivo de técnicas de carnaval, que se conformó a raíz de lo que pasó con Varones Carnaval, expresaron a Brecha que la mayor parte de ellas se criaron en el ámbito, crecieron viendo carnaval. Son parte y lo han sido siempre, pero no tienen el «poder simbólico que brinda el hecho de estar arriba del escenario».

El trabajo de las técnicas está «invisibilizado y precarizado»: la mayor parte de sus contratos son informales. «Es irónico que los rubros se profesionalicen cada vez más y se exijan resultados de elite realizados con bajo presupuesto, mano de obra precarizada y no reconocida», afirmaron. Ahora, con el Concurso Oficial en duda, el futuro laboral de decenas de mujeres está en riesgo. Además, las técnicas han recibido amenazas por decidir juntarse y denunciar las violencias que sufren.

Es complejo, entonces, pensar caminos posibles. Para Hernández, «estamos entre el punitivismo y la impunidad», porque «sabemos que la cultura de la cancelación puede violentar derechos de las personas acusadas como el debido proceso o la presunción de inocencia, pero, a la vez, nosotras en la vida diaria, al conocer a esos varones, no tenemos la duda interna que rige en otros ámbitos». La pregunta es, entonces, «cómo organizamos la estrategia de protección, sin violentar la ley, para que las mujeres, las niñeces y las adolescencias no deban cruzarse con sus abusadores; en eso estamos trabajando articuladamente. Es un camino difícil y doloroso».

Se están ensayando soluciones. El EMF comenzó la campaña «Si hay abuso, no es carnaval» en su Instagram para desnaturalizar situaciones de violencia que se dan en carnaval. SUCAU se está esforzando en la misma línea, con el foco puesto en acompañar a quienes denunciaron y en proteger a las infancias y adolescencias. En Promesas, ahora, El Paso está yendo de forma proactiva a los conjuntos para brindar el servicio en lugar de esperar a que acudan a él. Hernández aseguró que «es urgente la creación de un protocolo en la interna de carnaval» porque si no se formaliza, pueden ocurrir situaciones violentas, como sucedió hace unos días en las jornadas de niñeces y adolescencias (el término Promesas le parece una concepción arcaica de las infancias), ya que algunos varones denunciados fueron a presenciar, desde la platea, los espectáculos. No cree que el protocolo vaya a ser aprobado por Daecpu (Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay), ya que la respuesta que dieron frente a las denuncias fue que iban a esperar a que la Justicia se expidiera para actuar y porque entiende que en los puestos de jerarquía hay «masculinidades depredadoras» que sostienen las lógicas machistas y violentas.

También se creó una organización de mujeres murguistas que tuvo como primer objetivo crear lineamientos protocolares sobre formas de actuar ante situaciones de violencia, abuso, acoso y discriminación. Natalia Sepúlveda y Pía Rampa, integrantes del grupo, contaron a Brecha que en las reuniones el espacio fue fluyendo naturalmente hacia la contención, las charlas, los debates y el intercambio. La idea es que esté «abierto a todos los ámbitos de carnaval», aunque ahora la mayor parte de las integrantes son de murga joven. Para ellas, «lo fundamental es organizarse y estar juntas para seguir incomodando y mostrándonos».

Quesada aseguró que para la IM «es un desafío» pensar a futuro nuevas formas de convivencia. «Nuestro espíritu no es punitivista. Tenemos que estar dispuestos a pasar por un proceso de transformación en la forma de relacionarnos. Las cosas que eran cotidianas y estaban validadas ya no lo están.»

«Mientras se piensan estrategias de transformación, también se encauza la posibilidad de un carnaval diferente», expresa Hernández. SUCAU comenzó a principios de este año la movida de Más Carnaval, un circuito de tablados articulados con los barrios, donde los conjuntos van a compartir su trabajo y rompen con la lógica de la competencia. «Se está intentando gestar un carnaval distinto, popular, donde pueda expresarse la voz de otras identidades.»

Artículos relacionados

Cultura Suscriptores
Derivas del proyecto Montevideo Sonoro

Se hace camino al cantar

Cultura Suscriptores
Murgas en el Carnaval 2024

Tan parecidas, tan diferentes

teatro. En el Auditorio Nelly Goitiño: Una noche en el tablado

Carnaval sin sushi

Edición 1941 Suscriptores
La inclusión de lengua de señas en el carnaval

Distintas formas de sentir lo mismo

Shakira, Bizarrap y el fenómeno cultural del momento

Cómo vende la violencia