Una campaña orquestada desde los medios y sustentada en el “pensamiento científico” de las empresas encuestadoras se había dedicado a convencernos de que no habría mayorías parlamentarias, que la votación de los partidos tradicionales sería superior a la del Frente Amplio (FA), que la campaña publicitaria de Lacalle Pou era una extraordinaria pieza de persuasión (no se sabe de qué) que estaría garantizando la “renovación” del sistema político.
El examen de la realidad fue muy distinto y ya lo conocemos. Emergió con fuerza incontenible la mayoría histórica conformada, en esta oportunidad, en lo fundamental, con el voto del Interior.
Está fuera de toda duda que ello se explica por una gestión gubernamental exitosa en la que hubo posibilidad de distribuir los logros entre las mayorías sociales. Pero no solamente en el campo de la redistribución del ingreso y el bienestar material, sino en los sustanciales avances en la integración cultural de la sociedad uruguaya. El Plan Ceibal, la fibra óptica, el generalizado uso de la telefonía móvil, entre otras cosas, han contribuido a un diálogo entre todos los uruguayos con códigos comunes y desde similares imaginarios.
Ha habido cambios en la movilidad de la gente, en especial en el Interior, aunque lo fundamental ha sido la integración cultural, incluyendo el conocimiento y la interiorización de los importantes derechos individuales y sociales consagrados en las administraciones frenteamplistas.
Más allá de los resultados tan favorables hasta ahora obtenidos, queda la interrogante de por qué el mamado se había emborrachado. Dicho de otra forma, por qué las mayorías sociales, principales beneficiarias de tantos logros, mostraban una aparente indiferencia y una gran pasividad.
Observando en perspectiva se puede constatar que los cambios sucedidos en Uruguay para concretar el proyecto político del FA se han producido básicamente desde la institucionalidad. Conjuntamente, el actor político (el FA) ha prácticamente desaparecido de la sociedad en los largos interregnos entre las elecciones. Su aparición se asocia, en lo fundamental, para la orquestación de las campañas electorales con la previa discusión y elaboración programática.
Ambos factores han determinado ese relativo alejamiento entre el FA y la sociedad, pero por encima de todo la falta de protagonismo y movilización de la población en definitiva beneficiada.
La historia enseña que esta ausencia de protagonismo político de las mayorías debilita la continuidad del proyecto, ya que llega un momento en que la gente deja de asociar los beneficios a los proyectos políticos, y ganan importancia aspectos superficiales, como la imagen de los candidatos o el impacto de las campañas publicitarias.
Un proyecto político de transformaciones profundas como el que encarna el FA requiere un bloque social dinámico, activo y comprometido con los cambios. Para ello no es suficiente solamente gobernar bien cumpliendo con los objetivos definidos. Es indispensable una presencia molecular en la sociedad por parte de la fuerza política, impulsando los cambios, organizando a la gente, divulgando los logros, promoviendo el debate acerca de los principales problemas sociales, y sobre todo sabiendo escuchar todas las señales de la subjetividad social.
El caso extremo de todo lo anterior se expresa en el comportamiento de los jóvenes. Más allá de todo lo que se decía, el pasado 26 de octubre los jóvenes votaron mayoritariamente al FA. Es más, en el gran acto de clausura de la campaña en Montevideo, tal vez uno de los actos políticos más numerosos que se conocen, los jóvenes fueron los grandes protagonistas.
Sin embargo, muy poco es lo que ha hecho el FA para esa indispensable incorporación activa de los jóvenes a la política. Son evidentes la falta de espacios abiertos acordes con los nuevos códigos culturales, la formación y debate acerca de la sociedad y de su futuro, y en definitiva una voluntad política expresa de reinsertar en profundidad al FA en todos los espacios sociales.
Produce escalofríos pensar en un futuro donde pueda ocurrir lo mismo que pasó, pero que el mamado a pesar del susto no logre despertarse. Ese será el día en que la derecha finalmente regrese exultante para denostar y modificar todos los logros. Es lo que se ve hoy con diáfana claridad en la España del PP, se vio en el Chile de Piñera, y unos cuantos otros ejemplos que van por ese camino.
Queda como gran objetivo el partido a jugar el último domingo de noviembre. Por suerte con una gran chance a favor. Es bueno imaginar al mamado como un gigante lúcido y despierto, caminando a lo largo de la historia hacia una sociedad mejor. n
* Sociólogo. Integrante del Movimiento Alternativa Socialista (Mas), que en las últimas elecciones se postuló como parte del sublema del Grupo de los Ocho.