Por Eloy Bleifuss
La rutina ya es familiar. Un estadounidense pone una demanda por una queja de poca importancia y, con la ayuda de sus ávidos abogados, logra obtener una suma extravagante. “Imposible superar esta demanda con una más absurda”, publicó alguien en la web. Un ejemplo del “hambre litigante de Estados Unidos”, comentó un periodista de la publicación británica The Telegraph.
El episodio más reciente de esta larga historia se desarrolló de la siguiente manera.
En enero de 2013 Benjamin Carathears, del estado de Nueva York, demandó a Red Bull, la empresa austríaca, alegando que su publicidad lo había engañado. Carathears bebió Red Bull durante diez años y en todo ese tiempo no recibió ninguno de los beneficios que le prometieron los anuncios. En contra de lo que alegaba su popular lema, Red Bull no le había dado “alas”.
En vez de someterse a un juicio largo y fastidioso, Red Bull tomó la decisión, frecuente en los tribunales estadounidenses, de resolver el caso directamente con los demandantes. Aunque la empresa sigue negando que su propaganda sea falsa, en conformidad con los términos de la demanda dejará de usar el lema infractor. Además, la empresa creará un fondo de 13 millones de dólares disponible para los consumidores estadounidenses que sientan que fueron engañados. Cualquier persona que se inscriba en un sitio de la red antes de marzo de 2015 podrá recibir diez dólares de compensación. El único requisito es jurar haber comprado una Red Bull en Estados Unidos en los últimos 12 años. Ni siquiera hay que mostrar un recibo de compra.
La noticia de esta oferta se difundió rápidamente por Internet. Según un informe del Daily Mail, la página de Red Bull colapsó después de que la inundaran 4,6 millones de visitantes en 24 horas. En realidad, esta enorme respuesta va a tener un efecto contraproducente para los reclamantes, ya que los 13 millones se repartirán a partes iguales entre todos los que se inscriban. Se estima que la cantidad real que cobrará cada uno de los damnificados va a estar cerca de los tres dólares, y probablemente menos, conforme pase el tiempo.
Mientras tanto, la prensa de la web se burló de la demanda sin entender sus conceptos básicos. La queja de los demandantes no era que Red Bull no cumpliera con su lema al pie de la letra, sino que su propaganda está llena de datos tergiversados y falsos. Según su información, Red Bull contiene ingredientes como guaraná o taurina, que supuestamente aumentan las facultades cognitivas y atléticas de quien consume la bebida. Esta alegación no está avalada por ninguna autoridad científica y sólo sirve para justificar su venta a un precio inflado. Si hay un ingrediente de Red Bull que sí influye en el rendimiento es la cafeína. Una lata de Red Bull contiene 80 miligramos de esa sustancia, aproximadamente la misma cantidad que se consume al beber una taza de café, sólo que cuesta tres veces más.
Red Bull no es la primera empresa ni será la última que vende basándose en anuncios con información médica cuestionable. En el siglo XIX, en Estados Unidos, los productos que vendían algunos estafadores empezaron a conocerse con un nuevo nombre peyorativo: snake oil (aceite de serpiente). Cien años después, ¿han cambiado mucho las cosas? Con promesas de efectos revitalizantes, más allá de la mera cafeína, las bebidas energizantes representan una nueva etapa del snake oil. Si las agencias regulatorias estatales no tienen interés o son incapaces de enfrentarse a los casos de propaganda fraudulenta, entonces los tribunales son una de las pocas opciones que le quedan a un ciudadano estadounidense para exigirle a una corporación que se responsabilice de sus palabras y acciones.