Siempre es bueno volver a los clásicos. Y vaya si lo es Antonio Frasconi (Buenos Aires, 1919-Nueva York, 2013), ese uruguayo nacido en Buenos Aires –a los pocos días de nacer, la familia se radicó en Montevideo– cuya vida transcurrió en su mayor parte en Estados Unidos. Fue precisamente en el centro del imperio, en Nueva York, desde donde Frasconi conquistó los públicos y los mercados más exigentes en los rubros en los que se destacó: el grabado en madera y la ilustración de libros. Sin embargo, nunca dejó de sentirse uruguayo e hizo varias donaciones a la principal pinacoteca del país. «Vinimos a vivir a la calle Gonzalo Ramírez al 2225. Por eso el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) me es tan querido, siempre andaba por allí», confesó en una de sus raras entrevistas, concedida hace años a Brecha.
Esta pequeña muestra titulada El camino verdadero1 está compuesta por unas 25 estampas –la producción de Frasconi es cuantiosa–, que alcanzan para apreciar el brillo de su talento; además, agrega información y obras nunca exhibidas. De modo que tenemos a un Frasconi antes del Frasconi más conocido, el de las series de músicos de jazz, el retratista de escritores con cielos constelados, el que representó a Uruguay en las bienales de San Pablo (1957) y de Venecia (1968).
La novedad consiste en una serie de estampas reunidas bajo el título de «Los infrahumanos» que desde su donación al MNAV, por parte del propio artista, habían permanecido mal indexadas –junto con materiales bibliográficos– y fueron rescatadas por Enrique Aguerre, director del museo y curador de esta muestra. La serie está inspirada en la obra del escritor estadounidense Richard Wright (1908-1960), quien abordó en sus novelas y ensayos el tema del racismo hacia los afroamericanos y con quien Frasconi mantuvo correspondencia por esa época. Al parecer, los grabados fueron realizados en el país antes de partir en 1945, cuando obtuvo la beca Fulbright y se trasladó a Estados Unidos.
Esta serie aborda en clave de denuncia el racismo y la opresión sistémica a la población afroamericana. Una obra temprana, pero en la que ya se advierte esa forma comunicativa contundente y lírica a la vez, que es como la marca del artista. Aún no emplea el color ni se sirve del gran formato, pero ya despunta el dominio de la composición. Consigue una potente estructuración a base de contrastes netos y maneja –detalle revelador– las líneas oblicuas y la composición en diagonal –«Angustia del ser negro», «Los brazos de libertad», «Importación»– de un modo muy similar a las xilografías de Leandro Castellanos Balparda (Montevideo, 1894-1967) en su combativa carpeta de 1936 sobre la guerra civil española.
Pero la exposición no se queda en estos inéditos, sino que se completa con otras estampas del acervo del MNAV que evidencian, por un lado, el desarrollo técnico de Frasconi y, por otro, la línea constante de denuncia política y social. La reciedumbre de los grandes tacos de «Sacco y Vanzetti» (1950), la «Muerte de Lorca» (1962) –otra de sus series emblemáticas en las que el color de las flores marca simbólicamente la ignominia y la tragedia– o la impactante serie de «Los desaparecidos» (1981-1986), mención oportuna en tiempos de aniversarios luctuosos. En «Wall II Alberti» (1962) y en «Wall VI Machado» (1964) se advierte, además del estudio minucioso del color, la caligrafía, cuyas dificultades en el grabado en madera son un capítulo aparte. Cierra la serie de «La pesca del atún», elegíaca, con el toque impresionista del color en los reflejos del mar. En suma, es la posibilidad de ver a un Frasconi comprometido tanto con las causas sociales como con la exploración de sus medios expresivos: en ambos asuntos fue un creador superlativo.
1. Museo Nacional de Artes Visuales, sala 1.