El comienzo es abrupto y sumamente original. Rayna, la adolescente protagonista, mira a la cámara y cuenta con frialdad la historia de su madre y su hermana, presuntamente secuestradas y asesinadas brutalmente por narcotraficantes. Subraya que las figuras de cerámica que vende son íntegramente producidas por ella misma y son su único medio de supervivencia. En contraplano, vemos que se suceden varios interlocutores variopintos, clientes disímiles, oyentes de la misma anécdota. A fuerza de montaje, se sugiere que Rayna es una fabuladora y que seguramente invente este tipo de historias truculentas para dar lástima y vender mejor sus chucherías. Y pronto la mentira se confirma: su hermana y su madre aparecen gozando de muy buena salud y, de hecho, participando en las distintas fases de producción en el pequeño emprendimiento familiar que manejan.
Una fotografía poderosa, con una preponderancia de tonalidades azules y rojizas (que combinan perfectamente con los ojos y el cabello de la protagonista), aporta una singular vitalidad a un cuadro de marginalidad búlgara, en el cual esta familia disfuncional subsiste gracias a los turistas que van de paso por la localidad en la que habitan. La mitomanía de la adolescente se conjuga notablemente con su mirada apática, su carácter rebelde y una propensión al insulto constante; sus demonios internos son incógnitas que la película va develando paulatinamente gracias a un libreto ágil y sensible, repleto de giros inesperados.
Sister es de esos abordajes que deciden pararse en terrenos escabrosos y elegir un puñado de personajes a priori cuestionables. Milo (Asen Blatechky), un vecino silencioso, soberbio y proclive a los exabruptos violentos, es el típico corpulento egoísta que despierta rechazo inmediato, y es poco comprensible que la hermana mayor de Rayna, Kamelia (Elena Zamyarkova), esté involucrada emocionalmente con él. Por su parte, la madre de ambas chicas (Svetlana Yancheva) aparenta ser la responsable principal de volcar culpas sobre su hija menor, volviéndola el chivo expiatorio de la familia. La película se encarga de ir agregando dobleces sobre todos ellos, capas que van logrando una mayor densidad emocional con rasgos de humanidad que despiertan una progresiva empatía. Lo mejor de Sister es su capacidad de lograr un gran impacto siendo una historia pequeña, enfocada en tan solo cuatro personajes de un pueblo. La herencia del neorrealismo italiano, así como la influencia de grandes como Jiri Menzel, Mike Leigh y Ken Loach, es notoria, y la directora, Svelta Tsotsorkova, vuelca su propia carga de talento personal, logrando un cine sobresaliente, lúcido y conmovedor.
Es probable que Sister no fuera una película tan atractiva si no contara con la singularidad de la actriz Monika Naydenova, uno de esos inusuales casos de carisma cinematográfico total. Tsotsorkova hizo un casting con 3 mil muchachas búlgaras, solo para descubrir que ninguna de ellas la convencía. Finalmente, decidió reincidir en su actriz no profesional Monika, quien había protagonizado su anterior película, Thirst (2015), cuando tenía solo 13 años. Aquí, ya con 17, la chica despliega un magnetismo deslumbrante, aportándole al personaje la profundidad necesaria y despertando alternativamente ganas de abofetearla o abrazarla, según la situación.
1. Sestra. Bulgaria, 2019.