Las canciones son infinitas. Tienen muchas vidas: cambian las maneras que tienen de ser, estar y pertenecer a su gente, a las nuevas orejas que las reciben, a quienes las analizan, a los lugares donde fueron concebidas, a los inefables espacios de la imaginación. En todo el mundo, las personas escuchan música mientras caminan gracias a los dispositivos que se adaptan a esa práctica. A su vez, proyectos públicos o privados generan recorridos en museos o por las calles que tienen, vía auriculares, la narrativa sonora como herramienta de comunicación. Y allí aparecen términos como mapeo o georreferenciación, que tienen una fuerte raigambre académica, pero que, de a poco, se ponen a jugar con los bienes culturales de las ciudades, en un diálogo de saberes de alto sentido y proyección.
En 2015,...
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