— A menos de un mes de asumir el cargo, ¿cuál es su diagnóstico sobre el sistema educativo en general y el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEED) en particular?
—El diagnóstico está atravesado por la sobreexigencia adaptativa que impuso, a todo el sistema, el covid-19. La pandemia tiene su mayor impacto, aquí y en el mundo, en la población de menores recursos, lo cual viene a agravar el gran problema de inequidad educativa que Uruguay ya tiene. Respaldados en la gran capacidad técnica que encontramos en el INEED, procuramos adaptar nuestras acciones a un contexto de emergencia e incertidumbre cotidianas y a esos efectos estamos ajustando los contenidos de Aristas en Clase, nuestra herramienta en línea destinada a que los docentes evalúen a sus grupos (véase Brecha, 12-IV-19).
—¿Cómo planea abordar, desde la institución, el problema de la inequidad educativa y qué fortalezas y debilidades presenta Aristas en Clase en materia de registro de los efectos de la pandemia?
—Las evaluaciones del INEED han sido fundamentales para identificar el problema de los aprendizajes en el sistema educativo uruguayo, aquejado de una inequidad que está entre las peores de América Latina. Es una realidad que el propio sistema reproduce y refuerza, y nuestro desafío es incorporar en forma más sistemática, analítica y evaluativa la cuantiosa información que el sistema produce sobre sí mismo, a fin de dar respuestas más rápidas, precisas y focalizadas que las que derivan de aplicar pruebas externas. Los índices de centros de contextos desfavorecidos que se utilizan hoy, por ejemplo, necesitan mejorar mucho en cuanto a precisión. En materia del efecto del covid-19, queremos potenciar, asociados a la ANEP [Administración Nacional de Educación Pública], la herramienta Aristas en Clase, que brinda a cada docente la posibilidad de hacer un diagnóstico de los aprendizajes de su grupo, analizándolo desde los resultados generales, es decir, puede medir con base no sólo en lo esperable, sino en lo logrado, a nivel país. Y puede hacerlo cuando lo estime conveniente, a través de un dispositivo denominado evaluación formativa. Cabe aclarar que es una herramienta con pruebas de tercero y sexto año de primaria, y de tercero de media.
—¿Qué concepto de inequidad educativa está manejando y con qué actitudes nuestro sistema educativo la refuerza?
—La primera inequidad está en la desigualdad de aprendizajes. Uruguay es de los países latinoamericanos con mayor brecha, a este respecto, entre sectores de ingresos altos y bajos. La segunda, vinculada a la permanencia en el sistema, son los bajísimos índices de culminación de la enseñanza media que exhibe nuestro país –los estudiantes de sectores desfavorecidos aprenden menos y se van antes del sistema–, lo que lo sitúa, otra vez, entre los más bajos del continente. Y la tercera está en la asignación de recursos: el sistema da más a quienes tienen más. Mejor dicho, gasta más en quienes más poseen. Tanto en la educación pública como en la privada, la distribución del costo más importante que tiene la educación, los salarios, privilegia los centros a los que asisten estudiantes provenientes de los sectores sociales de mayores ingresos. Esos centros concentran a los docentes más calificados.
LA RESPUESTA POPULAR
—¿Qué estrategias apuntan a mitigar el rol reforzador de inequidades del sistema en el área de aprendizajes y permanencia?
—Es algo que la ANEP se propuso hace años y ha logrado poco, más allá de que algunos programas, como el de protección de trayectorias educativas y el de maestros comunitarios, que acompaña tanto a niñas y niños como a sus familias, representan buenos esfuerzos que no logran convertirse en resultados. Otros programas interesantes, en este sector, son los de segunda oportunidad, que brindan a los estudiantes la oportunidad de reengancharse con los estudios. Y hay una respuesta que ha dado la gente, a través de una matriculación aluvional en la educación técnica, actitud que el sistema ha acompañado corriéndola de atrás, porque muchas veces faltan cupos para abastecer esa demanda. Otro tipo de respuestas están en fase de diseño y fueron incluidas en el proyecto de presupuesto presentado por la ANEP.
—¿Hay aspectos a corregir en las evaluaciones que venían realizándose?
—No diría corregir, sino potenciar e innovar, capitalizando lo hecho. En primer lugar, reitero que habría que aprovechar la abundante información de gestión que el sistema produce y está en línea, lo que la vuelve analizable y monitoreable al instante. El segundo desafío es evaluar los centros educativos como tales, algo que en Uruguay no hemos hecho: cómo funcionan, cómo es su clima de trabajo, qué tipo de vínculos favorecen u obturan su desarrollo. En el mundo, hoy, la primera evaluación a aplicar a estos espacios es la autoevaluación. Para eso hay que dotarlos de herramientas y recursos que les permitan fortalecer procesos de mejora. Entre otras cosas, para cambiar la percepción que muchas veces uno tiene de ellos como lugares más burocrático-administrativos que educativos. Una tercera intención es ampliar el campo de destinatarios de nuestras evaluaciones, camino que ya comenzamos a transitar con el programa Aristas en Clase. Una de las mejores formas de mejorar las prácticas docentes es que el docente evalúe, además de a cada alumno, la situación y la evolución del grupo; esto, en el contexto del covid-19, es clave.
—¿Qué recursos prevé destinar el Estado, en la actual discusión presupuestal, a los cometidos del INEED?
—Este año tuvimos dificultades y gracias al aporte de la ANEP, que nos asistió con mucha confianza y total respeto a nuestra independencia técnica, pudimos aplicar la herramienta Aristas Primaria. Entendemos que hacia el futuro la modalidad de combinar recursos presupuestales y extrapresupuestales que ha venido utilizando el instituto será suficiente para cubrir el mayor porcentaje de su operativa.
—¿De dónde provendrán los recursos extrapresupuestales?
—Fuentes de financiamiento internacional que posee la ANEP, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, y fondos de la cooperación internacional y de otros organismos del Estado, como el Inefop [Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional], con el que estamos a punto de firmar un convenio para evaluar uno de sus programas.
—Los tres cargos de dirección del INEED responden a designaciones políticas negociadas entre el oficialismo y la oposición; en este marco, ¿qué garantías de independencia técnica puede ofrecer el INEED tanto a terceros como a sus propios profesionales?
—El cambio en la estructura de gobierno del INEED respondió a la decisión de evitar que la responsabilidad de dirigirlo continuara en manos de los organismos sometidos a evaluación, a saber, la ANEP y los centros educativos. En ese sentido, creo que este esquema mejora mucho el anterior, también porque los tres integrantes de la comisión directiva pasamos a tener dedicación total; antes esa exigencia era sólo para quien ejercía la presidencia. Se creó, además, un consejo consultivo integrado por los organismos evaluados y otros vinculados a la ANEP, que no está de adorno; aunque su opinión no sea vinculante, la directiva tiene la obligación de consultarlo y atender sus puntualizaciones. Con respecto a la independencia, el INEED no tiene una dependencia jerárquica del Ministerio de Educación y Cultura, y la modalidad de designación de sus directivos, a mi entender, no supone sujeción alguna. Somos un organismo autónomo, lo mismo que ocurre con la ANEP en relación al MEC. En lo atinente al respeto a la autonomía de nuestros equipos, creo que no existe forma de garantizarla que no sea un estilo de trabajo que ponga en valor los saberes, la experiencia y la idoneidad profesional de todas las personas que trabajamos aquí, en un encuadre de diálogo continuo. Felizmente, ya estamos en eso. Y, obviamente, los integrantes del consejo directivo también estamos sometidos a evaluaciones y rendición de cuentas.
—¿Hay alguna iniciativa personal que planee incluir a corto plazo en la planificación del INEED?
—Hay una aspiración a muy largo plazo, que es evaluar la educación media técnica incorporando el componente mercado de trabajo. Pero eso está en el horizonte; antes necesitamos evaluar la educación en primera infancia.