La izquierda ucraniana que participa en la guerra contra Rusia: «Si no estuviéramos en las Fuerzas Armadas, la izquierda hubiera dejado de existir» - Semanario Brecha
La izquierda ucraniana que participa en la guerra contra Rusia

«Si no estuviéramos en las Fuerzas Armadas, la izquierda hubiera dejado de existir»

Historiador y ensayista, Taras Bilous es una de las caras más visibles de la izquierda de Ucrania y ha servido en el Ejército de ese país desde el inicio de la agresión rusa. En esta entrevista argumenta su posición y critica el análisis que parte de la izquierda occidental hace de ese conflicto.

Taras Bilous. RED SOCIAL X

Bilous es miembro del grupo Movimiento Social (Sotsialniy Rukh) y editor del medio digital CommonsSpilne. Es más conocido en el extranjero por sus ensayos «Carta a la izquierda occidental desde Kiev», «La guerra de Ucrania y el Sur global» y «Soy un socialista ucraniano. Estas son las razones por las que resisto la invasión rusa».

—Estamos haciendo esta entrevista fuera de la base militar. ¿Son problemáticas las discusiones políticas entre soldados?

—El mando no censura las opiniones de los soldados. Sin embargo, sé por experiencia personal que cuando hablan con los medios de comunicación, especialmente sobre temas políticos, pueden poner nerviosos a los oficiales de menor rango. Me ha pasado que a un comandante le preocupaba que lo regañaran por mi entrevista, a pesar de que, en realidad, no había tal amenaza.

En cualquier caso, trato de evitar discusiones innecesarias. No proclamo en voz alta mis opiniones políticas o el hecho de que soy historiador, para conservar energías. De lo contrario, inmediatamente alguien quiere que hable sobre la Rus de Kiev o se plantean algunas preguntas provocativas. Si creo que puede haber una posible colaboración en el activismo con esa persona en el futuro, entonces comienzo a hablar con ella.

—En 2022 decidiste unirte al Ejército a pesar de no tener experiencia de combate después de 2014. ¿Estas dos etapas de la guerra son distintas para ti?

—En 2014 fue una guerra por el territorio. Algunas personas realmente querían unirse a Rusia, a pesar de que eran una minoría. Un número bastante significativo de personas con puntos de vista prorrusos querían quedarse en Ucrania, pero querían la federalización [más autonomía para Donetsk y Lugansk, N. de T.]. Por supuesto, qué porcentaje de la población del Donbás tenía qué punto de vista podría debatirse extensamente, y lo que la gente de allí pensaba ha cambiado con el tiempo.

En vísperas de la intervención de las tropas rusas en 2022, una encuesta en el Donbás mostró que el bienestar era más importante para la mayoría de las personas que en qué Estado vivirían: Ucrania o Rusia. Esto es cierto para las personas que viven a ambos lados de la primera línea. Por supuesto, la brecha de opinión entre las dos partes del Donbás se ha ampliado a lo largo de los años. Son personas que se han acostumbrado a una identidad dual, por así decirlo. Cuando van a Leópolis, se las considera pro-Moscú, y cuando están en Moscú, la gente las ve como proucranianas.

En 2014, un ruso, Igor Girkin, comenzó la guerra [como comandante militar de la República Popular de Donetsk, N. de A.], y más tarde ese año las tropas rusas invadieron. Pero, ciertamente, muchos lugareños, por varias razones, decidieron unirse a la lucha contra el Ejército ucraniano.

En ese momento, la guerra tuvo un efecto completamente diferente en mí. Mató cualquier nacionalismo que tuviera. Pero en 2022 nos enfrentamos a una invasión abierta, incluyendo áreas como Kiev, donde nadie dio la bienvenida al Ejército ruso, una invasión de las regiones del sur, Jersón y Zaporiyia, donde la mayoría de la gente quiere volver a Ucrania. En ese sentido, ahora es un tipo diferente de guerra, y todo es mucho más simple.

—¿Sientes la influencia de esta «doble identidad» directamente entre tus compañeros de combate?

—Las opiniones difieren en todas partes, incluso aquí en mi patrulla. Por ejemplo, mi actual comandante de compañía aparentemente apoyó el anti-Maidán en la primavera de 2014. Tengo una relación tensa con él, así que lo deduzco sobre todo de cómo discute en las conversaciones con otros oficiales. Según él, a la gente del este de Ucrania no le gustaba el Maidán [el levantamiento antirruso y proeuropeo de 2013-2014 que provocó la caída del presidente Víktor Yanukóvich], por lo que exigieron la federalización, pero el nuevo gobierno no estaba dispuesto a aceptar las negociaciones. Sin embargo, desde que el grupo de Girkin [separatistas respaldados por soldados rusos, N. de A.] se apoderó de la ciudad de Sloviansk, en 2014, él dice que todo ha sido una operación de la inteligencia rusa. Pero tampoco le gustan los activistas por el idioma que quieren que todos cambiemos al ucraniano. La mayor parte de mi unidad es de las regiones orientales y, por lo que he oído, no les gustan los nacionalistas. Algunos de mis conocidos también sirvieron en unidades con miembros de la antigua policía antidisturbios Berkut, que defendió el régimen de Yanukóvich durante el Maidán, y no han cambiado sus puntos de vista sobre el Maidán. Al mismo tiempo, están defendiendo a Ucrania contra la agresión rusa.

—En el entorno de la izquierda checa, la solidaridad con los civiles y los refugiados ucranianos es fuerte, pero todavía hay poca comprensión de la resistencia armada, malentendidos sobre la entrada voluntaria en el Ejército ucraniano y también peticiones para detener el suministro de armas occidentales. ¿Qué piensas de eso?

—Cuando sientes la invasión de primera mano, te cambia. Como dijo uno de nuestros editores, es mucho más fácil priorizar en momentos tan críticos. Hay muchas cosas que son importantes para ti en la vida cotidiana, pero cuando tu propia vida está en juego, eso se convierte en lo principal y todo lo demás es secundario. Aclara un poco la mente.

En los primeros días de la invasión, entendí que el futuro del movimiento de izquierda en Ucrania dependía de si participábamos o no activamente en la guerra. Todos somos juzgados en gran medida por nuestras acciones en momentos tan críticos. Nosotros, la izquierda, ya no somos muy influyentes en este país y si no hubiéramos ido a luchar entonces, todo se habría desmoronado. La izquierda hubiera dejado de existir como tal en Ucrania. Por algunas razones, fui y sigo siendo uno de los representantes más visibles del movimiento de izquierda en las Fuerzas Armadas… Y, por lo tanto, tengo una responsabilidad no solo personal, sino colectiva. También fue más fácil para mí, no estoy casado ni tengo hijos.

Para decirlo suavemente, no estaba seguro de si sería un buen soldado. Y esa es una de las razones por las que no me preparé para ello. Siempre pensé que sería más útil de otras maneras, como escribir artículos. Honestamente, todavía no soy un gran soldado [risas]. Pero estoy aprendiendo poco a poco y luego ya veremos. Todavía tengo al menos un año entero por delante.

—Has mencionado en una entrevista que no se sabe qué pasará con la población prorrusa de las regiones de Donetsk, Lugansk y Crimea una vez que estos territorios sean liberados. ¿Cuál será la relación con esta parte de la sociedad?

—Ya tenemos áreas liberadas, es decir, tenemos una práctica que podemos analizar. Por ejemplo, un amigo mío, un periodista y exactivista de izquierda que huyó de Crimea en 2014 a Ucrania, ahora se ocupa de casos de colaboración con el enemigo en Limán. La gente de allí a menudo es juzgada injustamente. Hay, por supuesto, casos de personas que participaron activamente en la represión, y tienen que ser condenadas. Sin embargo, también hay casos en los que Ucrania está juzgando injustamente, por ejemplo, a un electricista de los servicios técnicos que mantuvo las condiciones de vida de la gente común en Limán durante la ocupación.

Hay una gran zona gris que no es tan clara. El término Estado de derecho no se aplica del todo a Ucrania, dado el número de problemas que hay con el Poder Judicial. A pesar de todo, el nivel de represión y respeto de los derechos humanos en los territorios ocupados por Rusia y en el resto de Ucrania no es comparable.

La narrativa convencional ucraniana sobre las regiones orientales también es algo esquizofrénica cuando se trata de la población local. Por un lado, la gente los ve como «nuestros», por otro lado, los ven a todos como «separatistas». No hay una narrativa coherente sobre lo que sucedió allí en 2014. Además, si vas más allá de un cierto discurso aceptado al describir aquellos sucesos, se te considera un separatista. Así que, en ese sentido, realmente no me gusta la forma en que todo esto está funcionando en Ucrania.

—Escribiste que el gobierno de Zelenski está implementando políticas neoliberales durante la guerra. Al mismo tiempo, opinas que Zelenski era el candidato más centrista, o al menos el más alejado de la derecha radical. ¿Ha cambiado esto en los últimos dos años? ¿Cómo lo percibe el electorado?

—Sí, hay cambios. En aquel momento quise explicar que de los políticos que tenían la oportunidad de convertirse en presidente de Ucrania, Zelenski era el más moderado en términos nacionalistas. Hasta ahora no ha habido cambios en esto. Sin embargo, el consenso general ha evolucionado hacia un nacionalismo más fuerte. Y Zelenski también se ha movido en esa dirección. También hay políticos más abiertos a la población rusófona, pero no tienen ninguna posibilidad de ganar las presidenciales. También me parece que algunos sectores de la izquierda occidental no entienden que una postura más flexible sobre cuestiones lingüísticas no significa que tengan una agenda generalmente progresista. Desde mi punto de vista, a menudo es solo una estrategia de los populistas para ganarse a los antiguos votantes de los partidos prorrusos.

Zelenski pasó el primer año y medio de su mandato tratando de lograr la paz en el Donbás, y los secuaces de Petro Poroshenko [presidente entre 2014 y 2019] todavía lo culpan por eso. En los primeros meses de la invasión, Zelenski volvió a dirigirse a la población rusa en sus discursos. Al igual que muchos ucranianos, esperaba que la gente de la Federación Rusa finalmente se levantara. En algún momento cambió su posición y apoyó que a los rusos no se les emitieran visados y se les prohibiera la entrada a Europa.

En otoño de 2022, Putin declaró la movilización y Zelenski volvió a hablar con los rusos en ruso. Para ese momento, el mainstream ucraniano ya se había movido al punto de que hablar con los rusos en ruso ya se consideraba apropiado. En momentos como esos, es evidente que la política de Zelenski es más inclusiva que la del mainstream ucraniano. Así que sí, en realidad tenemos suerte de que las cosas hayan salido así.

Al mismo tiempo, eso no niega el hecho de que Zelenski esté siendo un imbécil en muchos temas. Por ejemplo, en la forma en que ha abordado el tema de Palestina. O en cómo responde a las críticas, cómo compite con sus rivales y cómo concentra el poder de los medios. Él y sus asociados más cercanos son personas del mundo del espectáculo y adoptan un enfoque muy profesional y técnico para capturar el estado de ánimo del público. Por ejemplo, en los primeros días de la invasión rusa, combinaron las noticias de televisión de todos los canales en una teletón común. En ese momento era apropiado, dada la situación; nadie podía proporcionar tal cobertura de los acontecimientos en curso por sí solo. Pero hoy podemos decir que debería haber sido abolido hace mucho tiempo, porque limita la libertad de expresión. Pero Zelenski no lo suprime. Está rodeado de imbéciles e idiotas. Podríamos hacer una larga lista de sus políticas totalmente inadecuadas.

—En uno de tus artículos abordas el derecho a la autodeterminación y la crítica de los argumentos de que la invasión de Ucrania es un mero conflicto fiduciario. En tu opinión, parte de la izquierda radical incluso adopta una posición más «imperialista» sobre este tema que, por ejemplo, las autoridades estadounidenses. ¿Cómo se manifiesta esto y cuáles son sus raíces?

—Parte de la izquierda occidental ha comprado los prejuicios contra Ucrania, las percepciones acríticas de Rusia, etcétera. ¿Qué quieren realmente muchos izquierdistas contra la guerra más allá de detener los envíos de armas? Quieren que Estados Unidos y Rusia lleguen a un acuerdo sin tener en cuenta las opiniones de los que vivimos aquí. Esas soluciones no tienen nada que ver con los valores de izquierda. Tal enfoque implica una aceptación del neorrealismo en las relaciones internacionales.

La izquierda no ha desarrollado ningún enfoque común de consenso sobre tales cuestiones. El único consenso es probablemente sobre el derecho a la autodeterminación de los pueblos, pero, en el caso de Ucrania, esto ha sido olvidado de repente por un sector de la izquierda. Cuando se trata de una situación crítica, gente por otra parte razonable de repente escribe tonterías.

En este caso en particular, Estados Unidos básicamente está diciendo que Ucrania puede decidir cuándo y en qué condiciones terminará su resistencia. Sin embargo, en el caso de muchos otros conflictos armados en todo el mundo, Estados Unidos adopta una posición muy diferente con respecto al apoyo al derecho a la autodeterminación. Al menos en los países del Sur global.

Por el momento, la izquierda occidental apoya a Palestina y Estados Unidos apoya a Israel. Los ucranianos también hemos publicado una carta de solidaridad con los palestinos. Sin embargo, la izquierda occidental apoya a Palestina de varias maneras diferentes. Me llama la atención cuando a menudo algunos izquierdistas occidentales que han vociferado contra la extrema derecha ucraniana durante el último año y medio ahora apoyan a Hamás de manera acrítica. Así que ya no puedo tomar en serio ninguna de sus declaraciones sobre la hipocresía de los gobiernos occidentales.

—¿Es moralina?

—Sí. A pesar del hecho de que ha habido muchas críticas feministas en las últimas décadas que condenan el menosprecio de las mujeres por ser pretendidamente seres emocionales y no objetivos. En el caso de la guerra, se proyecta esa «emocionalidad» sobre nosotros, los ucranianos. Aunque ser emocionales no tiene nada de malo. Lo opuesto a la emocionalidad no es la racionalidad, sino la indiferencia. Se trata de decisiones difíciles y la izquierda, de alguna manera, se olvida de todo esto.

El problema principal me parece obvio, y es la confusión entre ser antiimperialista y ser antiestadounidense. Todos los conflictos se ven en términos de oposición a Estados Unidos.

Otra cosa que todavía me sorprende es la confusión entre la Federación Rusa y la Unión Soviética. Aunque podemos discutir sobre la Unión Soviética y cuál debería ser su evaluación adecuada, la Rusia de Putin no es en ningún sentido la Unión Soviética. Hoy en día, es un Estado completamente reaccionario. No puedo evitar señalar cuántos escritores izquierdistas deslizan en sus textos comentarios y argumentos que revelan que todavía ven a Rusia como si fuera la Unión Soviética. Eso a pesar de que reconocen racionalmente que el régimen de Putin es reaccionario, conservador, neoliberal y todo lo demás. Y luego, boom, de repente sueltan algo en el sentido de que el apoyo de Estados Unidos a Ucrania es algún tipo de venganza contra Rusia por la Revolución bolchevique. Bueno, ¡qué tontería!

—¿Qué le dirías a la izquierda occidental?

—Una parte significativa de la izquierda ha tomado una posición absolutamente equivocada. Aquellos que dedican su tiempo a argumentar en favor de Ucrania están, después de todo, haciendo lo correcto. La izquierda está en crisis en todas partes, pero en algunos lugares está completamente jodida, como aquí, y en otros, mejor, como en Occidente. Si tuviera que dar algún consejo general, recomendaría prestar menos atención a qué posición abstracta es correcta y centrarse más en la acción práctica para ayudarnos a salir del agujero en el que nos encontramos.

Incluso en nuestra propia organización, hasta 2022, tuvimos diferentes posiciones sobre la guerra en el Donbás. A veces era difícil conciliar esas sensibilidades. Para no agravar la situación, a menudo nos censuramos a nosotros mismos. Uno de mis argumentos es que no merece la pena discutir sobre cosas en las que no podemos influir. Los izquierdistas a menudo son condescendientes, se consideran a sí mismos los únicos razonables y críticos. Sin embargo, desde adentro, te das cuenta de cómo mucho de esto es puro copia y pegue. Por ejemplo, cómo algunos izquierdistas articulan su posición y estrategia en los debates. En lugar de analizar las condiciones específicas, a menudo solo repiten ejemplos tomados de un contexto y un momento completamente diferentes, que no se ajustan en absoluto a la situación. Tenemos que alejarnos de esos esquematismos. El marxismo no es un dogma, pero por alguna razón demasiados marxistas en la práctica lo reducen a una mera repetición de dogmas establecidos. «No más guerra que la guerra de clases» y así…

Fue revelador cuando la delegación alemana de Die Linke del Bundestag llegó, la primavera pasada. Hasta entonces, su posición sobre el suministro de armas había sido completamente negativa. Cuando se fueron, el presidente del grupo dijo que habían reconsiderado algunas de sus posiciones después de su experiencia en Kiev. Por ejemplo, que los ucranianos claramente necesitan defensa antimisiles. ¡La misma defensa antimisiles que se habían negado a suministrar hasta entonces en realidad los estaba protegiendo en Kiev! Y así, más de un año después de la invasión, se dieron cuenta de lo necesario que era. Les llevó mucho tiempo entenderlo, y todavía hay muchas cosas que necesitan entender. Pero este es al menos el mínimo básico.

(Publicado originalmente por el sitio checo A2larm. Traducido del checo al inglés por Adam Novak para Europe Solidaire Sans Frontières. Brecha reproduce fragmentos de traducción propia con base en una versión en español de Enrique García para Sin Permiso.)

Artículos relacionados

Antes de irse, Biden lleva la guerra de Ucrania a una nueva escalada

La del estribo

Edición 2032 Suscriptores
La cumbre de los BRICS en Rusia

Ni tanto ni tan poco

Sobre los frentes populares y el apoyo al mal menor

La decadencia de Occidente arrastra a las izquierdas

La irresponsable estrategia de la OTAN y los intereses económicos

Un belicismo sin límites

Edición 2007 Suscriptores
La OTAN camino a una derrota en un país desangrado

Ucrania, la guerra perdida