“La soledad son cuatro mundos: el de la mentira, el de la vergüenza, el del miedo y el de la soledad.
¡Quién pudiera amar después de roto!” (“Su alma”)
“Era un niño un elefante/ gris, gigantón/ dicen que murió gigante/su corazón” (“Milonga del Alma I”).
Un disco muy particular, hecho en colaboración con Héctor Numa Moraes, y en el que también participó Washington Benavides, el Bocha. En el que la música es de Numa y los textos de Alfredo, menos las letras de dos canciones que son de autoría de Benavides. En el que Zitarrosa canta, en solitario, sólo dos temas, y los demás son interpretados por Numa, y en otros dos ambos hacen una especie de dúo, que no coro. Pero su voz soberbia está presente en todo el disco diciendo las historias, “Pájaro rival” y “Su alma”, algunos de cuyos fragmentos abren cada uno de los temas musicales.
Sobre aquella creación conjunta nos habla Numa Moraes.
—Entonces éramos vecinos, en Malvín. Nos veíamos casi todos los días. Yo me estaba separando y mi compañera, que es holandesa y no pudo adaptarse acá, se iba con Milo, el gurí chico. Era muy duro para mí. Y un día, estábamos en el fondo, y Alfredo golpeó la tierra con las dos manos y dijo: “yo de acá no me voy más, pero si te tenés que ir, yo lo entiendo”. Pero le dije que tampoco yo me iba a ir, que no podía, que no me cabía… Entonces dijo: “Bueno, vamos a hacer un disco juntos”. Y lo primero que hice fue una canción, “Así nomás”, que no quedó; la grabé hace poco en Ayuí. A él le gustaba mucho un solo de guitarra que yo tocaba, me pidió que se lo grabara, que iba a probar de hacerle una letra, y a los pocos días apareció con una letra que tenía que ver con eso que me estaba pasando. Pero eso tampoco quedó. Entonces se le ocurrió que podíamos trabajar a partir de cuentos.
—Él tenía escrito ya ese cuento, “Su alma”. También le dijo a Benavides que pensaba escribir un cuento sobre un cantor mayor y un cantor joven, que íbamos a grabar los dos, y quería que el Bocha escribiera el texto de la canción. Bocha lo hizo, pero Alfredo nunca escribió el cuento. Así que finalmente quedó la cara A, con “Pájaro rival” y unos textos que él escribió como poemas y yo les hice la música, menos la de la “Milonga del alma III”, que es de él. Yo también le había hecho una música, pero seguro se había puesto de acuerdo con el Bocha, y mientras revolvía su guiso de lentejas, en el ensayo que hicimos los tres, me gritaba: “eso es espantoso”. Ah, me hicieron calentar… La única foto que salió de ese ensayo, es de los tres peleados. Pero la música que hizo él era realmente preciosa… Ahí está.
—Esa idea de Alfredo de hacer nacer las canciones de los cuentos… si escuchás bien la música de la última parte de “Pájaro rival” vas a ver que se continúa del otro lado, prácticamente es la misma, y también el acompañamiento del cuento. Eso fue hecho con él dirigiéndome desde la cabina, tomando elementos de las canciones, ahí están las melodías de “Los barcos dormidos”, de “Pájaro Ramón”, de la habanera: él me iba dando la forma. Hay una melodía que es como una zamba flamenca. Yo no toco nada de eso pero tenía un libro de método de música flamenca. Por supuesto, me hizo tirar el libro; él sabía mucho de flamenco, y empezó a explicarme.
—Ese último cumpleaños de Alfredo lo festejamos en casa, estaban los guitarristas, las hijas, un montón de amigos. Él me había llevado el texto de “Los barcos dormidos”, y a mí se me ocurrió la música en seguida, fui hasta el grabador y empecé a cantar, y mi hijo Milo, que tenía 3 años, al lado mío empezó a cantar también, con sus palabras, algunas en holandés, decía caramelo por ejemplo. El arreglo que hace Leonardo Palacios después es un poco basado en esa segunda voz que fue haciendo Milo. Cómo le gustó a Zitarrosa la grabación con el gurisito cantando.
—Alfredo no quería cantar. Se le había puesto que ya no lo podía hacer como antes. Pero cuando cantó la “Milonga del alma III”, fue impresionante…Y ahí, cuando vio que podía cantar, se embaló. Cuando canta “por sanar de una herida he salvado mi vida…”, bueno…
—En la “Milonga del alma IV”, con texto del Bocha, íbamos a cantar los tres, Zitarrosa, el Bocha y yo. Fui con el Bocha al estudio y grabamos los dos, después vino Alfredo y grabó la otra voz. No funcionó. Entonces tratamos de grabar la voz de Alfredo sobre la mía. Tampoco funcionó. Lo que hicimos después fue pararnos uno frente al otro, y cantar. Y así, de una, salió. Pero ya Bocha no estaba en el estudio. Entonces quedó una grabación que no fue editada donde yo estoy cantando con Bocha.
—El “sonido Zitarrosa”… Él te chiflaba los arreglos, a veces se le ocurrían cosas que no eran aparentemente lógicas para la guitarra pero lo eran para él. No sabía escribir música pero era un musicazo. Escuchaba a Beethoven todo el tiempo. También decía que era malo como guitarrista, creo que con los guitarreros él se liberaba de tocar, y capaz que de no tocar no tenía suficiente fuerza en los dedos. Pero tocaba, sí. Dos veces me pidió que le enseñara guitarra, una fue en el 68, entonces fui a su casa y terminamos en el boliche. Después, en Malvín, se le ocurrió otra vez que le enseñara a tocar la guitarra, se apareció allá con un cuadernito de música y una botella de whisky. No hubo clase, nos tomamos la botella de whisky. Qué lo iba a poner a hacer ejercicios, qué le iba a enseñar yo a alguien con esa cabeza… Era un hombre muy culto, leía mucho, tenía una biblioteca fabulosa. Hay gente que cree que él vivía en el boliche tomando whisky, quien quiera imitarlo por ese lado, va a la ruina.
—Era porfiado también, como gallo comiendo tripa. Cuando estábamos ensayando la “Milonga del Alma IV”, para lo que era la época teníamos mucha tecnología, como dos o tres grabadores, una máquina eléctrica impresionante que no la sabía manejar. Llego y veo que Toto Méndez, Carlos Morales, Julio César Corrales y los otros guitarristas estaban tocando en un tono complicado, raro, y le dije al Toto: esta milonga es en la menor, medio tono más abajo, y él, que no, Alfredo dice que es en este tono. Y mientras Alfredo como siempre hacía un guiso de lentejas, refunfuñando, yo insistía: no es en ese tono. Se puso porfiado. Me di cuenta que el casetero donde escuchaba estaba acelerado, le digo: ponelo en el casetero de arriba, y él: no, no, este casetero lo traje de México, es de lo mejor. Y no había caso, hasta que en un momento, ya caliente, puso el casete en el casetero de arriba y dijo: tenías razón. Y se fue a la cocina con su guiso de lentejas.
—Pasaban esas cosas. Si escuchás el último tema, hay un guitarrón que une la habanera con la milonga, después entran los cuatro guitarristas, y el que toca el guitarrón es él. Alfredo había entrado al estudio para mostrar cómo quería que sonara, pero aquello salía trasteado, mal. Nos miramos con Benavides, y nos dijimos: pero eso está muuuy bien, porque tiene un jeito, una forma de llevar que es maravillosa… Si lo tocabas “bien”, eso no quedaba igual.
—En esa época se estaba terminando la grabación en pasta, ya estaban los casetes pero no habían salido todavía los compactos. Fue una cosa hecha a esfuerzo. Él pagaba el estudio, yo a los músicos. Pero lo peor es que no teníamos sello. Nos habían borrado. Después de aquel fervor del 84 y el 85, en dos o tres años, ya no éramos necesarios. Orfeo nos había echado. Él llamó a los distintos sellos, a ninguno le interesó. Claro, después de su muerte, sí. Salió en vinilo en Orfeo. En compacto lo vi muchos años después. Alfredo quería hacer un sello de los cantores, que se iba a llamar Mandinga, hizo una reunión entre muchos, estaban los Olimareños, Larbanois y Carrero, Darnauchans, Yamandú Palacios, Manuel Capella. Alfredo dijo que él saldría en bicicleta a vender los discos.
—Él quería presentar el disco en diciembre de 1988. Y no conseguimos teatro. Estaba todo completo, yo me fui a Holanda el 15 de diciembre, y él se murió el 17 de enero. Incluso hubo un espectáculo acá en Montevideo, creo que un 12 de diciembre, en el que estaban Eduardo Falú, Jaime Torres, Atahualpa Yupanqui –la última vez que Yupanqui estuvo acá–, Santiago Chalar, Zitarrosa, y en el Parque Central había sólo 200 personas. Un fracaso completo. Mal hecha la promoción, yo qué sé. Él estaba muy mal porque quería como mandarle un mensaje a Yupanqui, al que adoraba, a pesar de aquellos roces desde la entrevista en Marcha. Tanto habían cambiado las cosas…