La Yoko Ono argentina, la bruja del oeste de la literatura, la secretaria. La viuda de Borges. Horas de pesquisa resultarían estériles si se pretendiera hallar un epíteto deferente sobre la figura de María Kodama (1937). Es, si se quiere, su cosecha. Su papel en la escena cultural ha sido el que todos conocemos; la celosa guardiana de algo que, fuera de los pautados límites de la herencia, no es muy claro que le pertenezca.
Por otra parte, su problemática figura ha existido siempre con la particular condición de estar desprovista de toda autonomía. Todas las opiniones, todos los caprichos, todas las anécdotas que la atañen están indefectiblemente atadas al nombre de Borges. Hasta ahora.
Su obra, siempre compartida con él (compilación y traducción de Breve antología anglosajona, Atlas, y ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate